Esta es la historia de
Aamir, un niño de cinco años que ha sido obligado por la crueldad de algunos
señores a vivir en una trinchera donde el silbar de las balas son los sonidos que oyen sus pequeños oídos. Aamir agoniza, poco a poco, su pequeña y corta vida se va con cada
respiración -el aire es irrespirable debido a los ataques biológicos, así como
a los bombardeos que no cesan-, su
pequeño cuerpo ya no tiene fuerzas y ha caído en la inconsciencia, lugar donde no siente dolor ni temor.
Su inconsciencia le
lleva a unos recuerdos muy queridos, a su casa, donde sus hermanos y padres lo
miran orgullosos de su gracia, de su buen humor y de su alegría innata. Padres
que trabajan el campo, respetuosos con la tierra que les da de comer y amantes
de sus hijos; hijos que estudian para labrarse un mejor porvenir para todos y por las noches se sientan juntos para cenar y
compartir sus vivencias, alegrías o tristezas. Una familia más entre las miles
de familias en el mundo, a lo largo y ancho del planeta.
Vidas truncadas sin
saber por qué, a la merced de unos señores que decidieron que la vida de esas
esas personas les pertenecían y como consecuencia, llegaron a la conclusión de que
si las aniquilaban no pasaba nada, serían daños colaterales en medio de ese
terrible escenario que acababan de crear, la guerra. Así empezó una carrera sin fin de años de
horror, de sufrimiento, de miseria que aún siguen padeciendo en sus carnes las
personas que viven en las trincheras, temblando de terror cada segundo de sus
vidas y esperando que la muerte venga a salvarlos de ese terrible escenario.
Esos señores que solo
saben crear guerras, fabricar armas y generar caos a su alrededor, son almas
enfermas que viven a lo largo de los cuatro puntos cardinales del planeta. No les
importa si las personas viven o sufren; las personas que no han muerto físicamente, están muertas interiormente porque reviven su tortura diariamente, siendo la muerte su sombra y compañera, ¡qué atroz sufrimiento!
Para la gran mayoría
de los seres humanos estas barbaries son inconcebibles, inaceptables e inhumanas, ya que la
vida humana es sagrada y debemos respetarla y no es una moneda de cambio o de
compraventa como esos señores piensan, ya que a ellos solo les mueve el poder y el dinero, pero tienen
sobre su conciencia la muerte y la miseria de miles de seres humanos que han
dejado en la cuneta viviendo en las trincheras.
Aamir, sale de su
inconsciencia, se remueve en las trincheras, cubierto de tierra mojada y
piedras que se clavan en su pequeño cuerpo, y vuelve a vivir esa pesadilla de
horror y dolor, incomprensible para él; llora desconsoladamente porque se ha
dado cuenta de que su familia se ha ido, se siente solo y abandonado.
Su dolor y
desesperación es tan grande que vuelve a caer en la inconsciencia, pero esta
vez, vive el reencuentro con sus padres y hermanos que le sonríen y le
esperan. Él se levanta y se dirige hacia ellos, no siente dolor ni tristeza,
solo una gran alegría de volver a estar con su familia. Vuelve su mirada hacia
atrás y se da cuenta de que ha dejado las trincheras que como otros muchos
compañeros, sonríen y se van felices porque para ellos se acabó el infierno.
Mucha gente sigue
sobreviviendo y agonizando en esas trincheras esperando que su sombra, la
muerte, les lleve con sus familiares y amigos, sin comprender por qué nadie les ha ayudado.
Al ver tanta destrucción, miseria, heridas que jamás
cicatrizarán, vidas sesgadas…, trincheras
empapadas de sangre y llantos de tristeza, me pregunto ¿cuánto vale el poder y el dinero? No hay nada que valga más que una vida humana. Los corazones de hierro, esas almas enfermas son los verdugos que quitan la vida y la
alegría a miles de personas a lo largo y ancho del planeta, pero esos verdugos
que han perdido el perfume de sus almas deben saber que las miles de almas que
sufren y que se han ido, elevan sus plegarias sinceras de perdón para que la paz vuelva a la Tierra y a la Humanidad
entera.
La voz del pequeño
Aamir es la voz de todos los niños y víctimas que se han ido y que siguen
luchando por sus vidas, voz que seguirá viva y cada día se alzará más y más,
hasta los confines del universo, hasta que los responsables de esos crímenes y de
esas trincheras paren las guerras, las masacres, las violaciones para que la
Humanidad entera pueda celebrar la victoria de la paz sobre la guerra.
No hay poder en el
universo más grande que el amor y el perdón y no podemos olvidar que los seres
humanos estamos hechos de esas esencias. Esas almas enfermas solo desean poder
y dinero, qué pobres son al vivir esa falsa ilusión, jugando a ser dioses del
averno, donde el egoísmo y el ego acompañan a su cortejo creando sufrimiento y
terror.
El canto de los
pájaros simboliza a la voz de los niños, símbolo de libertad y alegría, que
cada día nos alegran las mañanas con sus cantos y revoloteos.
Todos nosotros debemos
a esos héroes del silencio nuestro compromiso de lucha para restablecer y
reconstruir la paz, lugares donde los niños junto con sus familias puedan
vivir, jugar y reír y nos alumbren son esas sonrisas como soles para que el
futuro de la Humanidad sea VIVIR en paz y nunca más en las trincheras. #YoSoyAamir
(fotos google)
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