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Ahimsa es vida

viernes, 11 de enero de 2019

La barca del amor y del valor


Nos hemos acostumbrado a oír en las noticias que miles de emigrantes entran por mar o por tierra en muchos países del mundo después de largas, duras e incluso brutales travesías donde muchos de ellos pierden la vida. Cuando llegan a tierra se encuentran que muchos dirigentes no les permiten la entrada a todos ya que se encuentran muy ocupados en disputas de porcentajes. Mientras que se toman decisiones sobre su futuro, esas personas que todo han perdido y han dejado atrás familia, amigos, trabajos, para ir en busca de  paz, libertad y dignidad, viven en campos olvidados donde sus derechos son y han sido violados. 

Este relato es la historia de todas esas personas, de porqué han tenido que huir y buscar un poco de esperanza en la desesperación del horror de un escenario  de guerra y devastación que han creado países con la venta de armas aunque proclaman a pleno pulmón la paz y libertad.

“Anani, joven de 20 años que vivía en un país donde la vida no vale ni un suspiro, donde el pan de cada día era la violencia y la violación, productos de la guerra y de la crueldad  de algunos hombres. Ver tantas violaciones en su familia fue caer en un abismo de locura. Cuando ella fue violada y maltratada ni siquiera la idea de volar le daba reposo a su alma ensangrentada.  Fruto de una violación nació Adamar, que en lugar de rechazarlo y desde el momento en que lo sintió en su vientre lo amó con todo su corazón, sintió vida y amor y una esperanza volvió a renacer en su corazón. Cuando vio sus ojos negros y cogió sus manitas, supo que tenía que salir de ese infierno para que Adamar pudiera vivir en un lugar de paz y libertad. Anani luchó con todas sus fuerzas para reunir dinero y poder echarse a la mar. Sabía que corrían un grave peligro, pero no tenían nada que perder y, tal vez, sí, algo que ganar.

Se embarcaron en una lancha con otras personas con igual historia, incluso peores, que buscaban un destino mejor. Se sentía en el aire el amor y la tristeza de los padres, que ayudaban a sus hijos en ese viaje para brindarles una oportunidad. Sabían que, tal vez, morirían en ese mar teñido de rojo y agitado por llantos, sollozos, arrepentimiento y miedo. Todos llevaban como equipaje la esperanza de llegar a ese lugar donde serían tratados por igual, pero al llegar se encontraron con un muro que no les dejaba pasar.

Los metieron en un campo donde la escasez del calor humano, el hambre y el frío hicieron que comprendieran que la violencia y el caos tienen varios escenarios y varios nombres disfrazados de bondad. Todos lucharon con sus vidas para encontrar igualdad, trabajo, paz y su dignidad, pero ese no era el lugar soñado.

Anani logró escapar, sentía la fortaleza del amor de Adamar y su único deseo era la libertad. Se hicieron fugitivos, sin techo ni papeles. Anani comprendió que esa no era la vida que había soñado. Su triste realidad la llevó a tomar la decisión de darle en adopción, ¡triste conclusión! Logró que Adamar fuera adoptado y ella fue encontrada y deportada a su país, la muerte. Su alma dejó de sufrir pensando que Adamar era libre y querido, esperando que la huella del dolor en su pequeño cuerpo pudiera sanar y olvidar”.

Todos los seres humanos debemos recordar y tener muy presente que la violencia crea muerte y la paz, vida. El éxodo de personas ha formado parte de la historia de la Humanidad. Todos los países del mundo han crecido con emigrantes; generaciones anteriores que huyeron del caos, pasando hambre y miseria, luchando hasta no tener más fuerzas para que sus hijos tuvieran un lugar mejor donde vivir y oportunidades de salir adelante con dignidad y respeto. Esos primeros emigrantes son los antepasados de las actuales generaciones de ciudadanos de los países que ahora rechazan a otros emigrantes con sus mismos problemas.

Los emigrantes -seres humanos que buscan paz, libertad, dignidad- no se echan al mar  o cruzan caminos porque les apetece caminar o dar un paseo en barco. Saben que su vida y la de sus seres queridos está en manos del mar, la tierra, de gobernantes o de cualquier depredador; se enfrentan al hambre, la penuria, la soledad, la violencia, la violación de sus derechos o la muerte, aun así, prefieren morir a vivir en el horror de la crueldad sin ninguna oportunidad. Si tuvieran elección, estoy segura, de que ellos preferirían quedarse y vivir en sus propios países, con sus culturas, costumbres, creencias, tradiciones, idioma, que ir a otro país desconocido dejando atrás su vida, familia, trabajo e identidad; cuando se echan a la mar ya no tienen nada que perder pero sí, tal vez, algo que ganar si logran que los países de acogida los reciba y los trate como a un igual.

Para evitar el éxodo hay que poner fin a las guerras, al abuso de poder, a la corrupción, a violación de derechos humanos, al hambre, a pensar que somos dioses y tenemos la potestad sobre la vida de otro ser humano… ¡No somos dioses!, todos somos seres humanos. Los dirigentes que buscan poder y dinero siguen vendiendo armas para crear más guerras, obteniendo beneficios para unos pocos quitando la vidas de muchos miles de personas.

El objetivo de cualquier ser humano es ayudar a los demás, cada uno según sus posibilidades. Creo firmemente que si cambiamos la guerra por la paz, el odio por el amor,  caminaremos por nuestros caminos hacia un futuro mejor donde todos los seres humanos podremos reunirnos, aprender, intercambiar, compartir unos con otros. Todos somos diferentes, todos estamos de paso en esta vida y nuestro objetivo como seres humanos es de ayudarnos.

El barco del amor y del valor es la esperanza que tienen los seres humanos que huyen del infierno de la desesperación y se arriesgan  a atravesar mares o tierras  en busca de la oportunidad de libertad, dignidad, igualdad. Solo piden ayuda y que se les trate  como a un igual, con respeto y ese es su derecho.
                                                    (Foto Diario de Lanzarote)

domingo, 30 de diciembre de 2018

La paradoja del hombre

Mi aldea ha desaparecido pero su nombre quedará para siempre grabado en mi corazón. Llevo varios meses errando por caminos de tierra, escondido con mis compañeros el miedo y el terror que me hacen temblar al oír cualquier ruido. Estoy tan cansado de ver como la tierra se tiñe de rojo,  de ver los árboles llorar, de ver tantos cuerpos tirados que ya casi no siento nada, es como si un candado cerrara mi corazón para que pueda seguir avanzando en este terrible escenario.

Me ahogo en este desierto de muerte,  no me quedan lágrimas y mi voz se ha roto de tanto gritar y de lanzar preguntas al aire. Escondido en una pequeña cueva me encontró un nómada que comprendía mi dolor y entendía mi miedo; sus serenos ojos me hicieron sentir confianza y empecé a hablar y como un torrente no pude parar. Compartí momentos íntimos de mi familia, el amor de mis padres y el cariño de mis hermanos; hablé de la vida en mi apacible aldea  -sentí su cálido aire y recordé sus caminos de polvo, la lucha de palos a pies descalzos, la risa de mis vecinos, las historias de los mayores y sobretodo el beso robado de mi amor escondido-. Mis ojos bañaron la tierra, el dolor de mi alma lanzó un grito desgarrador cuyo eco hizo mover las entrañas de la tierra.

Este hombre de paz me ayudó mucho con sus consejos y sabiduría. Mis heridas físicas sanaron así como algunas del alma. Después de un tiempo volví a ponerme en camino. Vagué sin rumbo hasta que un atardecer llegué a una aldea perdida en las montañas. Su gente amable y sonriente, me ofrecieron un plato de comida y una cama en una humilde cabaña; pero su cielo era tan hermoso, de un azul profundo tachonado de luces, que decidí dormir al raso. A la mañana siguiente dije adiós a mis amigos y volví a mi camino. Elegí una vereda y la seguí hasta que encontré una pequeña choza donde había señales de otro caminante. Al tercer amanecer oí la melodía de la piedra y del agua mezclada con el color del infinito dorado y eso me hizo sentir una alegría que creía perdida. Comprendí que la destrucción es devastación y muerte. Todos deseamos vivir pero nos destruimos hasta morir, curiosa paradoja del hombre.

Ahora observo este maravilloso lugar de silencio y paz y veo mi vida desfilar, -la alegría de mi aldea junto a mi familia y amigos, horror y miedo cuando vinieron y arrasaron la vida de todos-.  La soledad y el silencio me ayudaron a sanar las heridas de mi alma. No se puede borrar el pasado, lo que es, es; pero sí podemos mejorar el presente. He recordado una frase que mi madre me decía cuando estaba triste: “no desperdicies la vida, llénala de risas y espolvoréala con alguna lágrima dulce así podrás vivir y sonreír”. Vuelven deseos de amar, mi voz canta con el aire, me pongo en camino para ir en busca de mi destino.


Soy un nómada que transita por los caminos de la vida donde se oye el canto de la piedra y del agua, donde los colores del amanecer y del ocaso se unen en la luz del horizonte para darnos nuevas oportunidades. Sentado frente al mar disfruto de un atardecer dorado; vuelvo a ver esos ojos serenos que tanto me ayudaron  y escucho su voz fuerte y melodiosa repitiendo: “la paradoja del hombre no tiene fin -mata en lugar de vivir, destruye en vez de construir, odia por no amar-. Vive intensamente. Las dificultades traen nuevas oportunidades. El miedo nos hace prisionero y perdemos el control de nuestros pensamientos. Mantén la serenidad dentro de la tormenta. La vida no es un terreno árido de sufrimiento es un campo verde de amor donde las cosas simples nacen, crecen y mueren en su ciclo natural. El amor aporta a los hombres el presagio de la felicidad, don de la vida. Transita por los caminos de la vida dejando tu huella en la piedra, pero sobre todo sé un guerrero de generosidad, humildad y libertad. Sé paciente y no te alteres por lo que otros digan o hagan, no se puede luchar contra el ego de dos leones en guerra”.

                                     (Foto de la red)

domingo, 16 de diciembre de 2018

El bosque mágico de la Humanidad

El ser humano y la naturaleza forman una unidad indisoluble. En la antigüedad el árbol era el símbolo de la Mujer por su firmeza, protección y fertilidad. Durante mucho tiempo esto ha caído en el olvido, pero hoy en día, el árbol y su simbología ha vuelto a resurgir y muchos buscamos su abrazo para que nos transmita su poder, fuerza y serenidad.


Cada árbol cuando llega a su madurez, a su esplendor entrega su simiente a la Madre Tierra para volver a crear vida.  En el vientre de la Madre Tierra sus raíces han sido fecundadas por la simiente del amor, engendrando una nueva vida y así ha sido desde el principio y será hasta el final de los tiempos, creando el bosque encantado y mágico de la Humanidad siendo el amor su fuerza creadora.  

La Madre Tierra solo conoce la esencia del Amor que nada sabe de diferencias ni de supremacías. La esencia del Amor es la creadora de la Humanidad, unión del espíritu del Hombre y de la Mujer, que juntos obran el milagro más grande de la creación, “una vida humana”.

Muchos hombres y mujeres a través de la historia han luchado para obtener la igualdad entre el Hombre y la Mujer, pero han fracasado porque la sociedad ha constituido la supremacía del Hombre, lo que implica, la inferioridad de la Mujer. En pleno siglo XXI, con gran tristeza tenemos que decir que aún la Mujer sigue padeciendo vejaciones por ser Mujer. En muchos países, está arrinconada, ignorada, excepto, para dar placer o engendrar vida; vive sumisa al hombre por el miedo, es muda y sorda para poder sobrevivir, a veces, incluso es vendida como mercancía de cambio o entregada en matrimonio sin amor, aún siendo una niña y forzada a casarse con ancianos. Sus derechos a la educación, a vivir, a ser Mujer y persona, simplemente, no existen. A través de la Historia, la Mujer ha luchado por sus derechos con algunas victorias y otras derrotas, no hace falta trasladarse a siglos pasados sino a solo unos cuantos años para ver como era la vida de una Mujer y hoy, sigue sin haber igualdad y respeto.

Se ha luchado y se sigue luchando por los derechos de igualdad entre el Hombre y la Mujer pero aún queda un largo camino por recorrer. Uno de los principales escollos del Hombre es el miedo que tiene a perder el poder, el miedo al  reto que debe afrontar y aceptar que la inteligencia femenina es igual que la masculina. Hay que anotar y destacar que la Mujer lucha por su igualdad y respeto desde hace cientos de años y eso debe acabar porque es inaceptable. El Hombre y la Mujer son espíritus iguales, con los mismos derechos y responsabilidades, con cuerpos diferentes para que su unión produzca el milagro de una nueva vida. Ambos deben fusionarse en el respeto, la igualdad y la libertad solo así la Humanidad tendrá futuro. 

Es hora de suprimir la supremacía del Hombre porque implica la inferioridad de la Mujer y esto es vejatorio e insultante para la mitad de la Humanidad. Tanto el Hombre como la Mujer, mediante un proceso de transformación individual y social, deben aceptar sus propias diferencias, descubrir y respetar su propio derecho a la libertad, al amor y a la felicidad.

Este bosque mágico que simboliza el Amor a través de la Naturaleza engendrando vida es el símbolo de la esencia del Amor entre el Hombre y la Mujer como seres supremos hechos a la imagen de Dios, por lo tanto sin diferencias.


sábado, 8 de diciembre de 2018

Somos fragmentos de nuestro pasado


Noches enteras de fiesta hasta altas horas de la mañana, donde el alcohol bañaba mi cuerpo tanto por fuera como por dentro, muchas veces acompañado de alguna que otra sustancia como aperitivo, perdiendo la consciencia más de una vez así como a mi única hermana, quien estaba harta de mis borracheras y sus consecuencias. 


Un día después de una noche loca de tanto alcohol y polvos blancos conduje dando bandazos hasta que mi coche chocó contra una escultura en medio de una rotonda quedándome inconsciente. Un policía me llevó al hospital y cuando me desperté me condujo a la comisaría y después ante el juez quien me envió a un centro de desintoxicación en lugar de a la cárcel.

Mi ingreso en ese tranquilo lugar fue de todo menos apacible. Mi chulería y falta de respeto hacia los demás, tanto cuidadores como personas que estaban recibiendo ayuda, fue de lo más grosero e insolente. Busqué con desesperación  lo que me faltaba ya que el síndrome de abstinencia me volvía loca, incluso me escapé  para ir en busca de cualquier cosa. Después de pasar unos días sin salir de mi habitación, mi cuidador me dio a elegir: “vas  a las charlas o vas a la cárcel”. Mi decisión me llevó a la sala de reuniones donde cada uno contaba su drama.  

Entre varias historias una me tocó muy cerca, un compañero de fatigas empezó a hablar de su madre, del hambre que pasó, de cigarros a punto de encender una hoguera,  de decenas de botellas vacías pero nunca comida. Mi memoria empezó a abrirse como una flor en primavera, pero no en belleza sino en dolor  y angustia. Mis recuerdos  se agolparon con violencia. Reviví una escena que aún la tengo grabada a fuego: “una noche fría de invierno con mucha nieve en la calle, mi madre quiso hacer un trineo con el felpudo para bajar la empinada calle, me cogió entre sus brazos  y nos lanzamos calle abajo, yo tenía 4 años, al final de la calle nos chocamos contra un coche que en ese momento estaba parado por un semáforo en rojo; ella se cayó al suelo y yo me hice daño en los brazos”. Emergieron imágenes que tenía enterradas en la profundidad de mi alma, recordé las veces que mi hermana y yo pasamos hambre; las veces que veíamos a nuestra madre tendida en el suelo al volver del colegio, hasta  que un día no se levantó. Los servicios sociales nos acogieron, nos separaron porque mi hermana era mayor.  Las nuevas casas de acogida cambiaron el  alcohol por malos tratos y violación. Cuando tuve edad suficiente me escapé para no volver y me dediqué a hacer lo que más me había dolido ver, “beber hasta desmayarme”.

Esos recuerdos abrieron una herida sangrante aún sin cicatrizar, volviéndome huraña e irascible, me refugié en mi habitación; no quería hablar con nadie porque me avergonzaba de mi misma, -volví a oír las mofas de los niños en la escuela, oí el rugido del hambre, veía a mi madre tirada en el suelo…, las casas de acogida y a ese hombre mayor al que llamaban abuelo-. Lloré sin parar pero no por mi madre o por el abuelo, lloré  por mi autodestrucción, ¡cuántas veces quise volar!

El cuidador nunca se daba por vencido y volvió con su ayuda y consejos y volví a las charlas, a los dramas de otras vidas, hasta que comprendí que todos llevamos un gran dolor encerrado en nuestro corazón porque somos fragmentos de nuestro pasado. Reconocí que la autocompasión no lleva a la solución, a cada uno nos toca decidir si queremos entrar por la puerta y vaciar nuestro corazón o entrar por la ventana a trompicones haciéndonos daño y dejando moratones. Tardé unos meses en darme cuenta de que hay otra vida fuera de la droga y del alcohol. Cuando se acercaba el día de mi salida, tuve un ataque de angustia, no quería irme, me sentía segura dentro de ese lugar y sentía que allí era fuerte y podía hacer frente a mis demonios de ruidos, bares, fiestas, recuerdos y dolor.

Mi cuidador al sentir mi angustia vino a hablar conmigo, me hizo comprender que lo más importante en mi vida en ese momento fue descubrir quién era yo. Acepté que mi vida ha sido la que fue y no podía cambiarla pero sí aprovechar esta oportunidad  para volver a empezar.

Al tercer día de estar en mi casa, entre el ruido de la calle, mis amigos invitándome a una copa, la música, el tabaco estuve a punto de recaer pero los recuerdos me golpearon con violencia y recordé lo que mi cuidador me dijo cuándo lloraba de desesperación: “tu vida es la que es y es la que fue. No puedes cambiar el pasado pero las dificultades te dan nuevas oportunidades. El diálogo contigo misma es el más importante porque de él dependen tus decisiones y acciones. Nada ha sido inútil en tu vida, tus esfuerzos y combates te han llevado a ser la persona que en la actualidad eres. Todos gritamos y lloramos, nos enfadamos  con todas las personas que nos rodean, sentimos un dolor desgarrador en nuestra alma causado por la autodestrucción; pero hemos aprendido que cuando nos caemos y nos hacemos daño, con voluntad y esfuerzo nos levantamos. La vida tiene piernas y se mueve, el único gran problema consiste en dormir despierto, en la inacción o autocompasión”.

He vuelto a tener contacto con mi hermana y juntas hemos llorado el dolor y el tiempo perdido. Decidimos ir juntas al Centro cada semana para ayudar y dar apoyo  a otras personas. Muchas veces repito una y otra vez lo que a mí me dijeron el primer día: “Sé valiente y mírate al espejo, descubre quien eres, atrévete a dialogar contigo, aprende a reflexionar  y a inspirarte de la vida”.

Todos somos fragmentos del pasado, el dolor incluso nos puede llevar a la autodestrucción pero siempre hay alguien a nuestro lado que nos tiende un lazo o nos da un abrazo para ayudarnos a salir de ese pozo oscuro. Como decía Winston Churchill: “nunca rendirse, nunca, nunca, nunca, nunca en nada grande o pequeño, importante o insignificante, nunca te rindas”.

                                                  Foto de Scott Hefti

domingo, 2 de diciembre de 2018

Vivir es todo un arte

Las palabras deben ir acompañadas por acciones para que causen una mutación en nosotros. Todos creamos una obra de arte con nuestra vida, hay excepciones en la que la obra es un lienzo donde el abismo se asoma. Todos creamos según los pensamientos, sentimientos, emociones, acciones y reacciones intrínsecos a nuestra persona.

Estamos casi siempre en experiencias sensoriales y no vemos lo que hay detrás de ellas, no creemos en la parte no perceptible de nosotros. Cada uno vivimos la vida de diferente manera, compartiendo lo que somos y lo que sentimos. Todos somos individuales y únicos.

Nuestro cuerpo mental es un laboratorio de pensamientos en el que todos construimos nuestra vida a través de nuestras elecciones, unas mejores que otras, cuyas consecuencias las vivimos a través de las emociones y acciones. Si nuestros pensamientos y emociones están en armonía, nuestra vivencia se consolidará de verdades como el respeto y la libertad, en cambio, si están desequilibrados, nuestra vida se construirá sobre arenas movedizas de sufriendo, angustia y desesperación.

 

Cada sol tiene su ocaso. Nos encerramos en aburridas rutinas viendo pasar el tren de la vida porque presuponemos e imaginamos un futuro que nunca llegará; las ideas y pensamientos que únicamente bailan en la mente provocan adrenalina momentáneamente, pero no se realizarán porque se pierden en el éter. Todos debemos poner en marcha la acción de nuestros pensamientos para generar un mayor bienestar individual y social.

 

Tenemos miedo de perder lo que imaginamos poseer, sin embargo, perdemos todo, incluso el instante en que vivimos cuando dejamos escapar el día mediante un suspiro. Saber vivir es todo un arte, la simplicidad es su componente principal y nos enseña a degustar el presente cuyo sabor dicta las normas de nuestra vida. Todos hemos pasado por situaciones de alegría y reconocimiento y otras en las que el dolor y la indiferencia han sido los ingredientes principales en nuestro día a día. Todos hemos hecho planes que han caído en el olvido por miedo a perder lo que imaginamos poseer. 

En nuestra imaginación, damos por hechas muchas cosas, otras las   suponemos, pero pocas veces vemos y aceptamos la realidad. Nosotros aprendemos de nuestras experiencias personales y si no somos conscientes de nuestra vida, nuestro discurso se perderá en la bruma sugiriendo lo que queremos decir y su contrario. Quien no ha dicho “lo que quiero decir es…, lo que quise decir fue…, los has entendido mal…”, estas palabras tan corrientes causan muchos malentendidos porque la ambigüedad esconde la incertidumbre del pensamiento e incita al equívoco.

Para evitar la ambigüedad hay que ser sinceros y concisos, tanto en el lenguaje hablado como en nuestro comportamiento, lo que nos permite vivir de una manera simple y hermosa, sin bagajes ni equívocos, ingredientes para una convivencia sencilla y lograr esto es todo un arte porque es aceptar la realidad de nuestra vida tal y como es; es haber aprendido el arte de no juzgar, de saber quiénes somos, de dialogar con nosotros mismos en el silencio del alma, de escudriñar en nuestro corazón  lo que nos ahoga y liberarlo.

El arte de vivir es aprender a reflexionar y a observar, para compartir y no para informar de una situación o de un sentimiento, muchas veces la vida decide por aquellos que dudan presentando escenarios de tragicomedias.  Somos el director, el actor principal, el secundario, el decorador, el tramoyista, el público de nuestra vida, somos un conjunto complejo e individual y actuamos según el guion y la puesta en escena. Muchos dramas se han jugado en el silencio de nuestro teatro interior. El malestar de cada uno de nosotros lo volcamos en los demás, impidiendo muchas veces reconciliarnos. En muchas ocasiones nos enrolamos en historias que sabemos de antemano que no van a funcionar, pero el orgullo, la relación de fuerza, la soledad, el dinero…, hacen que nos echemos al mar y, como es de esperar, las tormentas siempre llegan. Todas las decisiones tienen consecuencias.

No solo basta con desear una situación, hay que actuar. En la acción es cuando la vida cobra sentido, se simplifica y empezamos a realizar que muchos de esos comportamientos son erróneos e innecesarios. La vida es simple y no un campo de batalla, aunque lo parezca. Somos fragmentos de nuestro pasado y debemos aprender a recomponernos para ser nosotros mismos.  Disfrutando de las cosas cotidianas y siendo agradecidos, sentiremos y compartiremos pequeñas sensaciones que transportarán nuestros sentidos hacia la serenidad y alegría. Todos somos en buena parte lo que fuimos, lo que sentimos y vivimos.

Simplificar la vida es no atarse a necesidades innecesarias que otros necesitan; es no vivir la vida de los demás, es sencillamente vivir nuestra historia sin ambigüedades ni suposiciones, viendo la realidad, rectificando nuestros errores y caminando paso a paso, sin prisas y sin pausas. Nuestra vida debe crearse sobre las cenizas de nuestra antigua existencia.

Vivir para crear, ¡vivir es todo un arte!

                                                       (foto de la web)


sábado, 27 de octubre de 2018

Tsunami de nuevas conciencias


“Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan”, (proverbio árabe).

En este mundo global donde todo gira alrededor del dinero, del poder, de la ambición, de la posesión, donde el progreso científico e industrial nos ofrece recursos materiales y una vida más larga, donde la riqueza y la pobreza están marcadas por índices sobrecogedores con grandes diferencias, donde las distancias no existen y la comunicación es instantánea…, nos hemos olvidado, una vez más, de lo más importante, el factor humano.

Vivimos años de pasividad  por parte de políticos, dirigentes, líderes  que no cumplen los compromisos adquiridos para el bienestar de los ciudadanos dejando a millones de personas abandonadas a su suerte. Sus palabras vacías se evaporan en el éter de nuestra atmósfera; sin hechos no hay resultados. Frente a esa desidia nace un Tsunami de ideas justas, de compromisos, de luchas por la paz y la igualdad, por el respeto entre todos los miembros de la Humanidad.

Nos gusta oír y decir que hay que cambiar el mundo, nos gustan las palabras bonitas que nos hacen sentir bien por un instante, pero no hacemos nada al respecto porque eso implica responsabilidad y esfuerzo, y esto, aún, no estamos dispuestos a hacerlo. Estamos inmersos en nuestros problemas cotidianos tratando de salir de esas arenas movedizas de necesidades innecesarias; de esos campos estériles sembrados de avaricia por la posesión de bienes materiales; de huracanes de competición que nos dividen…; estamos en tantos frentes que nos hemos olvidado de los valores que nos definen como seres humanos, valoramos a las personas por lo que tienen no por lo que son.

Sabemos que para que una persona pueda vivir sosegadamente necesita tener sus necesidades básicas cubiertas: hogar, seguridad, educación, sanidad y trabajo; ésta es la base para que cualquier ser humano pueda florecer en una sociedad. Los dirigentes de los países son los que deben procurar esa base firme y sólida a todos los ciudadanos. Es inaceptable seguir destruyéndonos y seguir persiguiendo sueños de papel mojado. Todos nosotros tenemos que tomar consciencia y ser responsables de que no habrá futuro para nadie si seguimos ignorando y causando tanto daño a la Humanidad y al Planeta. 

Nuestro legado a la Humanidad empieza por nosotros mismos como entes individuales y se extiende a la familia, colegio, universidad, trabajo, sociedad… La educación es la base para aprender, comprender y poder elegir lo que deseamos hacer; la educación empieza en casa y es responsabilidad de los padres o tutores, fomentando los valores humanos que son los que hacen florecer a nuestros hijos, creando ambientes y ciudades de progreso y paz.

Donde hay paz y progreso hay vida, las personas se unen para compartir un momento de dicha; donde hay violencia hay muerte y desesperación, las personas se unen para llorar sus pérdidas y heridas profundas del alma difíciles de sanar. Es el momento de reflexionar y decidir qué podemos hacer para comprometernos con nosotros y con los demás, todos necesitamos de todos; el boomerang de la vida nos devuelve todas nuestras confrontaciones y decisiones cuyas repercusiones no estén tapizadas de pétalos de flores.

Al igual que la flecha que una vez disparada va hacia su objetivo, no podemos dar marcha atrás en la vida. Los jóvenes -el futuro de nuestra Humanidad- forman parte del Tsunami de las conciencias despiertas porque tienen consciencia de la situación del Planeta. Saben que su porvenir será más fácil y fructífero si hay paz, respeto y libertad. Este Tsunami trae una nueva era de prioridades, la no violencia y la evolución como seres humanos. No son los países, ni las culturas ni las religiones los que causan tanto sufrimiento y destrozo, los causantes somos los seres humanos. Los jóvenes se preparan para sembrar esos campos áridos de corazones secos con simientes de respeto, justicia y dignidad.

En el horizonte se ve como se acerca el Tsunami de nuevas ideas y conciencias que sacudirá al planeta para despertarnos del letargo donde nos encontramos.  Este Tsunami de amor y paz está tejido por lazos de amistad y respeto  que al igual que las olas en el mar  se levantan en una danza sin igual de risas y alegrías, el Tsunami traerá cantos y abrazos por la fraternidad de la Humanidad, siendo la no violencia y la justicia las nuevas Leyes de la Vida.

Siendo valientes y sinceros daremos el  primer paso para crear un cambio en el mundo. De nuestros fragmentos del  pasado construimos nuestro presente y futuro renaciendo de nuestras cenizas.
                                                                   (foto de Maxwell Gifted)

sábado, 6 de octubre de 2018

El amanecer del alma


El amanecer nos trae  las luces y colores de la aurora que nos auguran una nueva vida, así el amanecer del alma nos vaticina un renacer a través de un nuevo y dulce aliento de esperanza para atravesar los áridos campos del corazón humano.

En el nuevo renacer la nueva personalidad debe crearse sobre las cenizas de su antigua existencia, donde solo había esporádicas esperanzas y maltrechas relaciones. Sin deseo ni acción, sin experiencia propia no hay resultados y no podremos comprender la verdadera esencia del alma. Satisfacer la sed del alma no se consigue tan solo leyendo acerca de la supuesta  “verdad” o de pertenecer a una u otra creencia. Nuestra alma amanece después de haber vivido las sombras, de haber experimento la noche oscura, donde el dolor ha golpeado la esencia del corazón. Hay que hacer el esfuerzo de alzar la vista hacia la luna si queremos mirarla a la cara y no vivir cabizbajo para verla reflejada en un charco.

Muchas personas se identifican con su ego egoísta dando por sentado que son los dueños de sus vidas, no aceptan ni quieren darse cuenta de que en realidad son marionetas de su propio ego, lo que les convierte  en autómatas de sus pasadas y presentes acciones. Nuestros estados de ánimo, sentimientos, reacciones, experiencias son los efectos y consecuencias de unas causas anteriores que fueron provocadas mediante el ego mezquino, o bien, realizadas sin consciencia, como robots. Esas personas no aceptan que su orgullo es el que dirige sus vidas llegando su ceguera a hacerles creer que ellos están libres de su arrogancia.

Estar en la posición del deseo de actuar pero no hacerlo es estar en la pasividad del engaño y de la ilusión lo que nos lleva a la soledad creando ansiedad y angustia. Para sentir el alma, tenemos que ser conscientes de nuestro cuerpo -físico, emocional y mental- que contiene una sabiduría infinita y es, además, el vehículo que nos permite transitar por el planeta. Muchas veces turbulencias de pensamientos, tifones desgarradores nos azotan nuestros sentimientos y tsunamis de dolor nos hacen caer en profundos pozos donde permanecemos perdidos, desorientados y confusos con solo nuestra sombra por compañera. Incluso, en esas situaciones, nos llegamos a acomodar porque el miedo a avanzar nos impide ver más allá de lo que alcanza nuestra vista, volviendo a esa apatía de las estériles arenas de la rutina. Para calmar el cuerpo –físico, emocional y mental- disponemos de un útil vital y precioso que se llama meditación. El aire es el motor de la vida y a través de la respiración el cuerpo se relaja y empieza a desatar esos nudos entre la mente y el cuerpo, liberando la comunicación entre los sentidos y el alma.

Desde el principio de nuestra historia hemos comido de la fruta del árbol del bien y del mal, hemos pasado por el infierno del egoísmo y del exilio de nuestra Alma. Hemos roto los lazos de la amistad tejidos con las cuerdas de la armonía, rompiendo la delicadeza poética y ultrajando  sus versos  porque nos hemos olvidado que somos almas vivas. Rechazamos el dolor y la angustia pero no luchamos para salir fuera de ese confort de la rutina que tanto nos aburre y nos encadena. La vida tiene piernas, baila y está viva y no puede dormirse en los laureles porque es un continuo movimiento.

Grandes pensadores de nuestra civilización han proclamado a los cuatro vientos que el hombre tiene por misión elevar su condición de mortal uniéndose a esa alma inmortal de felicidad para experimentar el conocimiento directo que destruye la ignorancia y nos lleva a la búsqueda de la verdad, desprendiéndonos de verdades temporales y de libertades transitorias. Los seres humanos somos almas vivientes, infinitas creaciones cuyas huellas podemos observar a través de la historia de la humanidad.

El alma es una melodía con diferentes tonos y notas que forman millones de canciones y poemas. Tenemos que descubrir el sentido que queremos dar a nuestra vida y descubrir la causa de tomar una u otra decisión porque de ello depende que nuestro camino sea sombrío o luminoso, que oigamos la música de un triste violín o la alegría de un maravilloso violinista. No hay que temer a la lluvia porque cada uno tiene su propio aguacero interior. Poner en orden nuestro desorden, nuestras ideas y sentimientos para avanzar en la dirección elegida utilizando nuestra voz, -instrumento sagrado del alma sin olvidar que el murmullo dicho con sentimiento de amor es oído por las estrellas-, usando canciones y poemas que enciendan una luz para poder ver en la oscuridad y volver a tomar el camino, aprendiendo de cada caída y de cada risa.

Vivimos bajo las leyes del flujo y reflujo, nacimiento y  muerte; el amanecer del alma es descorrer el velo de la ilusión y descubrir el secreto de la creación, escrito en el libro del universo cuya única página la llevamos impresa en el alma. 
                                           (foto de la red)