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Ahimsa es vida

miércoles, 6 de agosto de 2025

Descubrir el secreto de los secretos del universo

 ¡Qué maravilloso sería vivir en una convivencia ética fraternal entre múltiples credos y culturas, donde la paz sea lo cotidiano!

El mundo físico es una parte de la realidad. Hay otra parte oculta que es más importante porque es la esencia de la Realidad. Somos materia y energía, todo es lo mismo, pero en dos estados diferentes.

 “Ojos cerrados.

Silencio.

Mente abierta.

Silencio.

Abre las puertas y entra”.

 

El lenguaje de los símbolos pertenece a la imaginación (diálogo con el más allá) e intuición (saber instantáneo). El símbolo exige esfuerzos intelectuales para sentir la vibración del corazón a través de la introspección y necesita del discernimiento para entender lo que la mente nos muestra. Los símbolos revelan otro plano de conciencia y, a través de nuestra imaginación e intuición, podemos descodificar su significado. Es en nuestro mundo interior donde la información y vibración se entrelazan para nuestra comprensión.

Desde hace algunos siglos vivimos en la era cartesiana que excluye lo material de lo trascendente. Observando nuestro panorama actual y viendo los horrores que el ser humano genera y ha generado, creo que ha llegado el momento de cambiar los parámetros de exclusión (o) por el de la inclusión (y), es decir, volver al conocimiento pluridisciplinar y no a la fragmentación de los saberes de lo Vivo, tanto en la naturaleza como en el cosmos, pues todo se rige por leyes naturales de cooperación, dar y recibir al igual que la ley espiritual.

En lugar de aprender de la historia —esto requiere esfuerzo—, preferimos vivir en plena pereza, lo que genera más conflictos y más corrupción, escenarios que se repiten una y otra vez, lo que nos lleva al inframundo del caos.  Somos marionetas dirigidas por individuos ávidos de poder, y no solo en países de régimen totalitario, sino también en los que se dicen democráticos —no hay diálogo, sino insultos y gritos para que se oiga al que más alto grite. No hay compromisos, pues ellos no saben del valor de la palabra. No hay ética ni moral, compran títulos y saberes para aparentar algo que no son, pues viven en la ignorancia; todo es un vacío existencial cuyas consecuencias todos pagamos—. Parece que la vida humana no vale nada.

En los pueblos raíces de los primeros tiempos, el Invisible tenía una dimensión real, formaba parte de la manifestación de la vida. Los antiguos chamanes unían el mundo visible e invisible mediante una pasarela de colaboración entre los dos mundos; ellos buscaban lo mejor para su pueblo y para la naturaleza, pues sabían perfectamente, al conocer las leyes naturales, que todo está entrelazado. Hoy, con tanta tecnología, creemos, erróneamente, que la naturaleza no forma parte de nosotros, la destruimos deforestando zonas esenciales para la naturaleza y el ser vivo y, en su lugar, se construyen ciudades de hormigón que no nos traerán oxígeno ni lluvia, elementos esenciales para la vida —no somos conscientes de que el aire y el agua son vitales para lo Vivo—. Somos tan egocéntricos que nos creemos únicos e inmortales, mucha tecnología, pero desconocemos las leyes naturales, y si seguimos destruyendo lo Vivo, todos pereceremos.

Desde los primeros tiempos, los seres humanos se hicieron muchas preguntas ¿por qué las plantas son verdes, por qué los árboles son ejes de energía vital, por qué los bosques son fundamentales para la vida que entrelazan ríos y océanos para que los peces puedan moverse en libertad y alimentar a otros animales en total equilibrio, por qué el cielo se tachona de luces y por qué la luna desaparece para volver a brillar, así como el sol cada día se pierde en el horizonte?, y descubrieron sus respuestas al tener una visión global de cómo los elementos interactuaban en la Naturaleza y en el ser vivo. Estos seres sabían, percibían, intuían que para sentir y conocer el mundo invisible debían respetar y conocer la Naturaleza y a los seres vivos que la habitaban para que sus genios y hadas les ayudaran a través del   chamán —sacerdote, médico, consejero—.

Estos seres del alba de la humanidad comprendieron que eran materia y energía, información y vibración, visible e invisible; y para llegar a esa nueva dimensión aprendieron a ser conscientes de sus actos. Todos ellos dejaron múltiples símbolos para la posteridad y aligerar nuestro camino. No sé lo que nosotros dejaremos a las generaciones futuras, seguramente, caos y destrucción.

La famosa frase: “Conócete a ti mismo y conocerás el universo y los dioses” es para mí, la clave de toda sabiduría, es el secreto de los secretos, pues contiene símbolos, enseñanzas, pasarelas, ciencia (paso del mundo cuántico al mundo manifestado). Este conocimiento es fundamental para llevar una vida sana y respetuosa en perfecta armonía y ética fraternal.

Cuando accedemos a este conocimiento profundo, empezamos a vivir el despertar de la conciencia, es decir, ser conscientes de nuestra conciencia. — ¿Por qué hacemos esto o aquello, por qué elijo esto y no aquello? — Este sexto sentido nos permite acceder a nuestra alma a través del silencio, conectarnos y recordar de dónde venimos, quienes somos.

Este diálogo profundo nos permite desarrollar un mayor nivel de intuición e imaginación para comprender lo que se esconde detrás de los símbolos ancestrales. Primero, hay que saber mirar para observar. Una vez observados, los analizamos con la razón cristalina, sin accesorios innecesarios.  Para captar, percibir y vibrar es imprescindible el esfuerzo continuo, así nos transformamos y podemos conectar con la mente superior que se encuentra en nuestro interior, el alma. En cambio, si vivimos en la pereza del confort, nos enfocamos en lo visible, en las apariencias y pasamos nuestra existencia sin observar la grandeza, la belleza y los frutos de la vida. Es nuestra decisión la que nos lleva a nuestra dimensión.

Hay que ser valientes para aventurarnos en el mundo de los misterios, la Ley de Maat, la diosa de la armonía egipcia, es decir, vivir conforme a los principios universales celestes: armonía, justicia, sabiduría, orden, belleza, amor. Así caminaremos sobre los hombros de los gigantes que nos precedieron: Ptahhotep, Akenatón, Pitágoras, Lao Tsé, Sócrates, Yeshua ben Joseph, Zenón, Plotino, Avicena, Ibn Arabí, Rumi, Giordano Bruno y otros muchos que han dejado sus enseñanzas para que pudiéramos conocer al Invisible y vivir mejor en una ética fraternal. Todos tenían impresos en sus corazones estas palabras universales: “Conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses”. 

La diosa Maat abre sus alas doradas para abrazar a todo aquel que se lo pida con sincero fervor, pues es la ley universal de la armonía, matriz cósmica que genera todo en el universo y se expresa a través del silencio:

“Con los ojos abiertos

observa la vida manifestada.

Con los ojos cerrados

contempla la esencia eterna”.

Sus alas son el reflejo del viento cósmico en la tierra que abraza a todo ser vivo.



(Dibujo Lorena Ursell. Libro “La Naturaleza Sagrada del Ser humano”)