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Ahimsa es vida

domingo, 14 de abril de 2024

HEKA, la magia de los dioses

 

Los seres que aceptan las enseñanzas que provienen de tiempos inmemoriales es porque su espíritu, así se lo sugiere, sienten ansia de buscar la Verdad, el Amor, la Belleza, esencias que le llevan a la armonía del Ser.

Esos seres se maravillan de los misterios de la Naturaleza y del Universo, así como de la naturaleza intrínseca y profunda del ser humano. Sienten el espíritu natural del alma del mundo y del alma humana, por eso sienten sosiego y equilibrio, energía que produce bienestar y coraje para explorar la vida; en tiempos pretéritos ese conocimiento y esa fuerza primigenia se denominaba magia, y el aprendiz a esa sabiduría tenía que pasar unos años de estudio y pruebas antes de las diversas iniciaciones, sabiendo que podía pagar un alto precio; el objetivo principal era recuperar la memoria primigenia, es decir saber quiénes eran y así saber de dónde provenían. Sabían que si eran capaces de recordar podían conectar con esa energía mágica que es el alma universal.

En el antiguo Egipto, a esa potencia creadora de unión, de relación, de transformación, de magia se la llamaba HEKA. Sabían que existía el macrocosmos —universo—, el microcosmos —ser humano— y la parte intermediaria que une a ambos universos, el mesocosmos que contiene parte del alma universal y parte del alma humana. Si logramos ser conscientes de estas tres partes, entramos en el mundo de la magia, de la unión, del universo de Maat, armonía donde la magia del Ser se hace realidad.

Los pájaros cuando vuelan en grupo dejan una estela para que los que vengan detrás puedan seguirla. Así, también nosotros seguimos las huellas de nuestros ancestros cuya trayectoria nos ha llevado al presente. Todo en la Vida está relacionado con nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y con el universo, y cuando rechazamos una parte, consciente o inconscientemente, nos sentimos mal, angustiados, cansados, tristes porque estamos en desequilibrio.

Cada civilización, cada sociedad ha tenido y tiene una visión diferente del mundo. Cada sociedad crea leyes para mantener un orden dentro de sus fronteras, aunque esas leyes no sean iguales para todos los ciudadanos, hoy en día el más fuerte es el que gana, no él más justo. Toda la sociedad necesita de una acción justa para evitar que gobernantes tiránicos impongan sus injusticias. Para evitar las injusticias es necesario que todos nosotros nos curemos el alma de la codicia del poder y dinero, de la mediocridad de ser débiles y no tener coraje para enfrentarnos a la vida; de la ignorancia que nos impide discernir para ver con claridad, del egoísmo que nos lleva a la indiferencia con otro ser humano. No olvidemos que la historia la hacen los seres humanos para bien y para mal, no los países como trozo de tierra ni los dioses.

Ya en tiempos inmemoriales se desarrolló un profundo conocimiento del ser humano, de la naturaleza y del cosmos —del ser humano como ente biológico y alma; de la naturaleza como un principio dinámico cuya fuerza todo mueve y se transforma creando vida para que los seres vivos puedan desarrollarse e ir más allá de lo aparente, yendo de lo uno a lo múltiple y viceversa; del cosmos como ente primordial que todo contiene y es fuerza creadora que genera Vida a través de la Conciencia Universal, en diferentes escalas, evidentemente. El cosmos es el caos ordenado para que la razón humana pueda comprender con todos sus cuerpos su verdadera naturaleza primigenia. Hoy en día hemos perdido la perspectiva del Ser y nos centramos en la pequeña mente racional donde todo se fracciona en lugar de buscar la unidad. Vivimos en lo opuesto a HEKA. 

Para volver al mundo de la magia de los dioses hay que desearlo en el corazón dorado, hay trabajar sobre uno mismo, esforzase por comprender los enigmas de nuestra vida y de nosotros mismos, rompiendo velos para ver más claro; como decía Epicteto ir creando nuestra propia escultura, lo que implica quitar lo superfluo. Penetrar en el mundo de HEKA es reconocer el alma, elevar el espíritu hacia el Bien, esencia de Todo, porque cuando hacemos lo correcto todo se armoniza en nuestro interior y como consecuencia nuestro exterior, cambia. La persona está dispuesta a quitarse la máscara y verse como parte indivisible, individuo, entrando en la unidad y sintiendo la vibración de la magia de los dioses, HEKA. El humano que se maravilla de la naturaleza del universo, de la naturaleza como planeta y de la naturaleza del ser humano, vive la magia en su interior, vive libremente y la luz de su interior irradia a través de sus ojos.

Hoy en el siglo XXI pensamos que lo que tenemos prima sobre lo que somos, de ahí vienen el desequilibrio y el desorden tanto en la política social como individual, vivimos en un desorden interior porque nos hemos alejado del orden del cosmos. Hemos perdido el objetivo que es conquistar nuestra libertad y serenidad para poder vivir con dignidad y armonía. Si estamos en la dinámica de buscar la armonía, tomamos distancia de las situaciones, de las emociones y vemos las cosas con otra perspectiva, comprendemos las situaciones, las relaciones y no nos lanzamos de cabeza al conflicto porque nuestro discernimiento nos mantiene en el equilibrio, dejamos de estar en la reacción para centrarnos en la acción de construir y observar para aprender, pues todos aprendemos de todos.

HEKA, la magia de los dioses es el nudo invisible que todo entrelaza, que une el mundo visible de lo manifestado al mundo invisible del universo, cuya fuerza todo anima —el alma del universo, el alma del mundo, el alma del ser humano—.  Somos almas vivas y eternas y podemos sentir en todos nuestros cuerpos la armonía del Universo, principio de Vida. Solo tenemos que recordar para conectar, por eso los antiguos filósofos daban tanta importancia a la memoria.

Vivir en la magia del Alma, de la Vida que todo anima es vivir en otra dimensión donde la justicia y la dignidad son dioses que hay que respetar para vivir en Maat, diosa de la armonía, que gobierna el timón de nuestro Ser donde las potencias de lo Bello, de lo Justo, de la Verdad residen, así podemos vivir según nuestros parámetros sin necesidad de echar la culpa a otros de nuestra torpeza y errores, somos conscientes de nuestra responsabilidad, esta es la magia del ser humano.

Como he dicho anteriormente, la historia la hacemos las personas, no los países, ni Dios. Solamente, los seres humanos creamos el conflicto al olvidar el orden en nuestro interior, somos un reflejo del cosmos y no podemos olvidar los derechos y obligaciones que tenemos.

Aprender a vivir, aprender a observar, aprender a amarnos, aprender a respetarnos, aprender a deleitarnos con la Naturaleza que todo engloba, es HEKA, la magia de los dioses, así dejaremos una estela en el cielo y en la tierra para que los que vengan detrás encuentren fácilmente el camino.

                   

Libro: “La Naturaleza Sagrada del Ser Humano”. Dibujo Lorena Ursell

martes, 12 de marzo de 2024

En las trincheras

 Esta es la historia de Aamir, un niño de cinco años que ha sido obligado por la crueldad de algunos señores a vivir en una trinchera donde el silbar de las balas son los sonidos que oyen sus pequeños oídos. Aamir agoniza, poco a poco, su pequeña y corta vida se va con cada respiración —el aire es irrespirable debido a los ataques biológicos, así como a los bombardeos que no cesan—, su pequeño cuerpo ya no tiene fuerzas y ha caído en la inconsciencia, lugar donde no siente dolor ni temor.

Su inconsciencia les lleva a unos recuerdos muy queridos, a su casa, donde sus hermanos y padres lo miran orgullosos de su gracia, de su buen humor y de su alegría innata. Padres que trabajan el campo, respetuosos con la tierra que les da de comer y amantes de sus hijos; hijos que estudian para labrarse un mejor porvenir para todos y por las noches se sientan juntos para cenar y compartir sus vivencias, alegrías o tristezas. Una familia más entre los miles de familias en el mundo, a lo largo y ancho del planeta.

Vidas truncadas sin saber por qué, a la merced de unos señores que decidieron que la vida de esas personas les pertenecían y como consecuencia, llegaron a la conclusión de que si las aniquilaban no pasaba nada, serían daños colaterales en medio de ese terrible escenario que acababan de crear, la guerra.  Así empezó una carrera sin fin de años de horror, de sufrimiento, de miseria que aún siguen padeciendo en sus carnes las personas que viven en las trincheras, temblando de terror cada segundo de sus vidas y esperando que la muerte venga a salvarlos de ese terrible escenario.

Esos señores que solo saben crear guerras, fabricar armas y generar caos a su alrededor, son almas enfermas que viven a lo largo de los cuatro puntos cardinales del planeta. No les importa si las personas viven o sufren; las personas que no han muerto físicamente, están muertas interiormente porque reviven su tortura diariamente, siendo la muerte su sombra y compañera, ¡qué atroz sufrimiento!  

Para la gran mayoría de los seres humanos estas barbaries son inconcebibles, inaceptables e inhumanas, ya que la vida humana es sagrada y debemos respetarla y no es una moneda de cambio o de compraventa, como esos señores piensan, porque a ellos solo les mueve el poder y el dinero, pero tienen sobre su conciencia la muerte y la miseria de miles de seres humanos que han dejado en la cuneta viviendo en las trincheras.

Aamir, sale de su inconsciencia, se remueve en las trincheras, cubierto de tierra mojada y piedras que se clavan en su pequeño cuerpo, y vuelve a vivir esa pesadilla de horror y dolor, incomprensible para él; llora desconsoladamente porque se ha dado cuenta de que su familia se ha ido, se siente solo y abandonado.

Su dolor y desesperación es tan grande que vuelve a caer en la inconsciencia, pero esta vez, vive el reencuentro con sus padres y hermanos que le sonríen y le esperan. Él se levanta y se dirige hacia ellos, no siente dolor ni tristeza, solo una gran alegría de volver a estar con su familia. Vuelve su mirada hacia atrás y se da cuenta de que ha dejado las trincheras, que como otros muchos compañeros, sonríen y se van felices porque para ellos se acabó el infierno.

Mucha gente sigue sobreviviendo y agonizando en esas trincheras esperando que su sombra, la muerte, les lleve con sus familiares y amigos, sin comprender por qué nadie les ha ayudado.

Al ver tanta destrucción, miseria, heridas que jamás cicatrizarán, vidas sesgadas…, trincheras empapadas de sangre y llantos de tristeza, me pregunto ¿cuánto vale el poder y el dinero? No hay nada que valga más que una vida humana. Los corazones de hierro, esas almas enfermas, son los verdugos que quitan la vida y la alegría a miles de personas a lo largo y ancho del planeta, pero esos verdugos que han perdido el perfume de sus almas deben saber que las miles de almas que sufren y que se han ido, elevan sus plegarias sinceras de perdón para que la paz vuelva a la Tierra y a la Humanidad entera.

La voz del pequeño Aamir es la voz de todos los niños y víctimas que se han ido y que siguen luchando por sus vidas, voz que seguirá viva y cada día se alzará más y más, hasta los confines del universo, hasta que los responsables de esos crímenes y de esas trincheras paren las guerras, las masacres, las violaciones para que la Humanidad entera pueda celebrar la victoria de la paz sobre la guerra.

No hay poder en el universo más grande que el amor y el perdón y no podemos olvidar que los seres humanos estamos hechos de esas esencias. Esas almas enfermas solo desean poder y dinero, qué pobres son al vivir esa falsa ilusión, jugando a ser dioses del averno, donde el egoísmo y el ego acompañan a su cortejo creando sufrimiento y terror.

El canto de los pájaros simboliza a la voz de los niños, símbolo de libertad y alegría, que cada día nos alegran las mañanas con sus cantos y revoloteos. 

Todos nosotros debemos a esos héroes del silencio, nuestro compromiso de lucha para restablecer y reconstruir la paz, lugares donde los niños junto con sus familias puedan vivir, jugar y reír y nos alumbren, son esas sonrisas como soles para que el futuro de la Humanidad sea VIVIR en paz y nunca más en las trincheras. #YoSoyAamir