Libro

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Ahimsa es vida

domingo, 30 de diciembre de 2018

La paradoja del hombre

Mi aldea ha desaparecido pero su nombre quedará para siempre grabado en mi corazón. Llevo varios meses errando por caminos de tierra, escondido con mis compañeros el miedo y el terror que me hacen temblar al oír cualquier ruido. Estoy tan cansado de ver como la tierra se tiñe de rojo,  de ver los árboles llorar, de ver tantos cuerpos tirados que ya casi no siento nada, es como si un candado cerrara mi corazón para que pueda seguir avanzando en este terrible escenario.

Me ahogo en este desierto de muerte,  no me quedan lágrimas y mi voz se ha roto de tanto gritar y de lanzar preguntas al aire. Escondido en una pequeña cueva me encontró un nómada que comprendía mi dolor y entendía mi miedo; sus serenos ojos me hicieron sentir confianza y empecé a hablar y como un torrente no pude parar. Compartí momentos íntimos de mi familia, el amor de mis padres y el cariño de mis hermanos; hablé de la vida en mi apacible aldea  -sentí su cálido aire y recordé sus caminos de polvo, la lucha de palos a pies descalzos, la risa de mis vecinos, las historias de los mayores y sobretodo el beso robado de mi amor escondido-. Mis ojos bañaron la tierra, el dolor de mi alma lanzó un grito desgarrador cuyo eco hizo mover las entrañas de la tierra.

Este hombre de paz me ayudó mucho con sus consejos y sabiduría. Mis heridas físicas sanaron así como algunas del alma. Después de un tiempo volví a ponerme en camino. Vagué sin rumbo hasta que un atardecer llegué a una aldea perdida en las montañas. Su gente amable y sonriente, me ofrecieron un plato de comida y una cama en una humilde cabaña; pero su cielo era tan hermoso, de un azul profundo tachonado de luces, que decidí dormir al raso. A la mañana siguiente dije adiós a mis amigos y volví a mi camino. Elegí una vereda y la seguí hasta que encontré una pequeña choza donde había señales de otro caminante. Al tercer amanecer oí la melodía de la piedra y del agua mezclada con el color del infinito dorado y eso me hizo sentir una alegría que creía perdida. Comprendí que la destrucción es devastación y muerte. Todos deseamos vivir pero nos destruimos hasta morir, curiosa paradoja del hombre.

Ahora observo este maravilloso lugar de silencio y paz y veo mi vida desfilar, -la alegría de mi aldea junto a mi familia y amigos, horror y miedo cuando vinieron y arrasaron la vida de todos-.  La soledad y el silencio me ayudaron a sanar las heridas de mi alma. No se puede borrar el pasado, lo que es, es; pero sí podemos mejorar el presente. He recordado una frase que mi madre me decía cuando estaba triste: “no desperdicies la vida, llénala de risas y espolvoréala con alguna lágrima dulce así podrás vivir y sonreír”. Vuelven deseos de amar, mi voz canta con el aire, me pongo en camino para ir en busca de mi destino.


Soy un nómada que transita por los caminos de la vida donde se oye el canto de la piedra y del agua, donde los colores del amanecer y del ocaso se unen en la luz del horizonte para darnos nuevas oportunidades. Sentado frente al mar disfruto de un atardecer dorado; vuelvo a ver esos ojos serenos que tanto me ayudaron  y escucho su voz fuerte y melodiosa repitiendo: “la paradoja del hombre no tiene fin -mata en lugar de vivir, destruye en vez de construir, odia por no amar-. Vive intensamente. Las dificultades traen nuevas oportunidades. El miedo nos hace prisionero y perdemos el control de nuestros pensamientos. Mantén la serenidad dentro de la tormenta. La vida no es un terreno árido de sufrimiento es un campo verde de amor donde las cosas simples nacen, crecen y mueren en su ciclo natural. El amor aporta a los hombres el presagio de la felicidad, don de la vida. Transita por los caminos de la vida dejando tu huella en la piedra, pero sobre todo sé un guerrero de generosidad, humildad y libertad. Sé paciente y no te alteres por lo que otros digan o hagan, no se puede luchar contra el ego de dos leones en guerra”.

                                     (Foto de la red)

domingo, 16 de diciembre de 2018

El bosque mágico de la Humanidad

El ser humano y la naturaleza forman una unidad indisoluble. En la antigüedad el árbol era el símbolo de la Mujer por su firmeza, protección y fertilidad. Durante mucho tiempo esto ha caído en el olvido, pero hoy en día, el árbol y su simbología ha vuelto a resurgir y muchos buscamos su abrazo para que nos transmita su poder, fuerza y serenidad.


Cada árbol cuando llega a su madurez, a su esplendor entrega su simiente a la Madre Tierra para volver a crear vida.  En el vientre de la Madre Tierra sus raíces han sido fecundadas por la simiente del amor, engendrando una nueva vida y así ha sido desde el principio y será hasta el final de los tiempos, creando el bosque encantado y mágico de la Humanidad siendo el amor su fuerza creadora.  

La Madre Tierra solo conoce la esencia del Amor que nada sabe de diferencias ni de supremacías. La esencia del Amor es la creadora de la Humanidad, unión del espíritu del Hombre y de la Mujer, que juntos obran el milagro más grande de la creación, “una vida humana”.

Muchos hombres y mujeres a través de la historia han luchado para obtener la igualdad entre el Hombre y la Mujer, pero han fracasado porque la sociedad ha constituido la supremacía del Hombre, lo que implica, la inferioridad de la Mujer. En pleno siglo XXI, con gran tristeza tenemos que decir que aún la Mujer sigue padeciendo vejaciones por ser Mujer. En muchos países, está arrinconada, ignorada, excepto, para dar placer o engendrar vida; vive sumisa al hombre por el miedo, es muda y sorda para poder sobrevivir, a veces, incluso es vendida como mercancía de cambio o entregada en matrimonio sin amor, aún siendo una niña y forzada a casarse con ancianos. Sus derechos a la educación, a vivir, a ser Mujer y persona, simplemente, no existen. A través de la Historia, la Mujer ha luchado por sus derechos con algunas victorias y otras derrotas, no hace falta trasladarse a siglos pasados sino a solo unos cuantos años para ver como era la vida de una Mujer y hoy, sigue sin haber igualdad y respeto.

Se ha luchado y se sigue luchando por los derechos de igualdad entre el Hombre y la Mujer pero aún queda un largo camino por recorrer. Uno de los principales escollos del Hombre es el miedo que tiene a perder el poder, el miedo al  reto que debe afrontar y aceptar que la inteligencia femenina es igual que la masculina. Hay que anotar y destacar que la Mujer lucha por su igualdad y respeto desde hace cientos de años y eso debe acabar porque es inaceptable. El Hombre y la Mujer son espíritus iguales, con los mismos derechos y responsabilidades, con cuerpos diferentes para que su unión produzca el milagro de una nueva vida. Ambos deben fusionarse en el respeto, la igualdad y la libertad solo así la Humanidad tendrá futuro. 

Es hora de suprimir la supremacía del Hombre porque implica la inferioridad de la Mujer y esto es vejatorio e insultante para la mitad de la Humanidad. Tanto el Hombre como la Mujer, mediante un proceso de transformación individual y social, deben aceptar sus propias diferencias, descubrir y respetar su propio derecho a la libertad, al amor y a la felicidad.

Este bosque mágico que simboliza el Amor a través de la Naturaleza engendrando vida es el símbolo de la esencia del Amor entre el Hombre y la Mujer como seres supremos hechos a la imagen de Dios, por lo tanto sin diferencias.


sábado, 8 de diciembre de 2018

Somos fragmentos de nuestro pasado


Noches enteras de fiesta hasta altas horas de la mañana, donde el alcohol bañaba mi cuerpo tanto por fuera como por dentro, muchas veces acompañado de alguna que otra sustancia como aperitivo, perdiendo la consciencia más de una vez así como a mi única hermana, quien estaba harta de mis borracheras y sus consecuencias. 


Un día después de una noche loca de tanto alcohol y polvos blancos conduje dando bandazos hasta que mi coche chocó contra una escultura en medio de una rotonda quedándome inconsciente. Un policía me llevó al hospital y cuando me desperté me condujo a la comisaría y después ante el juez quien me envió a un centro de desintoxicación en lugar de a la cárcel.

Mi ingreso en ese tranquilo lugar fue de todo menos apacible. Mi chulería y falta de respeto hacia los demás, tanto cuidadores como personas que estaban recibiendo ayuda, fue de lo más grosero e insolente. Busqué con desesperación  lo que me faltaba ya que el síndrome de abstinencia me volvía loca, incluso me escapé  para ir en busca de cualquier cosa. Después de pasar unos días sin salir de mi habitación, mi cuidador me dio a elegir: “vas  a las charlas o vas a la cárcel”. Mi decisión me llevó a la sala de reuniones donde cada uno contaba su drama.  

Entre varias historias una me tocó muy cerca, un compañero de fatigas empezó a hablar de su madre, del hambre que pasó, de cigarros a punto de encender una hoguera,  de decenas de botellas vacías pero nunca comida. Mi memoria empezó a abrirse como una flor en primavera, pero no en belleza sino en dolor  y angustia. Mis recuerdos  se agolparon con violencia. Reviví una escena que aún la tengo grabada a fuego: “una noche fría de invierno con mucha nieve en la calle, mi madre quiso hacer un trineo con el felpudo para bajar la empinada calle, me cogió entre sus brazos  y nos lanzamos calle abajo, yo tenía 4 años, al final de la calle nos chocamos contra un coche que en ese momento estaba parado por un semáforo en rojo; ella se cayó al suelo y yo me hice daño en los brazos”. Emergieron imágenes que tenía enterradas en la profundidad de mi alma, recordé las veces que mi hermana y yo pasamos hambre; las veces que veíamos a nuestra madre tendida en el suelo al volver del colegio, hasta  que un día no se levantó. Los servicios sociales nos acogieron, nos separaron porque mi hermana era mayor.  Las nuevas casas de acogida cambiaron el  alcohol por malos tratos y violación. Cuando tuve edad suficiente me escapé para no volver y me dediqué a hacer lo que más me había dolido ver, “beber hasta desmayarme”.

Esos recuerdos abrieron una herida sangrante aún sin cicatrizar, volviéndome huraña e irascible, me refugié en mi habitación; no quería hablar con nadie porque me avergonzaba de mi misma, -volví a oír las mofas de los niños en la escuela, oí el rugido del hambre, veía a mi madre tirada en el suelo…, las casas de acogida y a ese hombre mayor al que llamaban abuelo-. Lloré sin parar pero no por mi madre o por el abuelo, lloré  por mi autodestrucción, ¡cuántas veces quise volar!

El cuidador nunca se daba por vencido y volvió con su ayuda y consejos y volví a las charlas, a los dramas de otras vidas, hasta que comprendí que todos llevamos un gran dolor encerrado en nuestro corazón porque somos fragmentos de nuestro pasado. Reconocí que la autocompasión no lleva a la solución, a cada uno nos toca decidir si queremos entrar por la puerta y vaciar nuestro corazón o entrar por la ventana a trompicones haciéndonos daño y dejando moratones. Tardé unos meses en darme cuenta de que hay otra vida fuera de la droga y del alcohol. Cuando se acercaba el día de mi salida, tuve un ataque de angustia, no quería irme, me sentía segura dentro de ese lugar y sentía que allí era fuerte y podía hacer frente a mis demonios de ruidos, bares, fiestas, recuerdos y dolor.

Mi cuidador al sentir mi angustia vino a hablar conmigo, me hizo comprender que lo más importante en mi vida en ese momento fue descubrir quién era yo. Acepté que mi vida ha sido la que fue y no podía cambiarla pero sí aprovechar esta oportunidad  para volver a empezar.

Al tercer día de estar en mi casa, entre el ruido de la calle, mis amigos invitándome a una copa, la música, el tabaco estuve a punto de recaer pero los recuerdos me golpearon con violencia y recordé lo que mi cuidador me dijo cuándo lloraba de desesperación: “tu vida es la que es y es la que fue. No puedes cambiar el pasado pero las dificultades te dan nuevas oportunidades. El diálogo contigo misma es el más importante porque de él dependen tus decisiones y acciones. Nada ha sido inútil en tu vida, tus esfuerzos y combates te han llevado a ser la persona que en la actualidad eres. Todos gritamos y lloramos, nos enfadamos  con todas las personas que nos rodean, sentimos un dolor desgarrador en nuestra alma causado por la autodestrucción; pero hemos aprendido que cuando nos caemos y nos hacemos daño, con voluntad y esfuerzo nos levantamos. La vida tiene piernas y se mueve, el único gran problema consiste en dormir despierto, en la inacción o autocompasión”.

He vuelto a tener contacto con mi hermana y juntas hemos llorado el dolor y el tiempo perdido. Decidimos ir juntas al Centro cada semana para ayudar y dar apoyo  a otras personas. Muchas veces repito una y otra vez lo que a mí me dijeron el primer día: “Sé valiente y mírate al espejo, descubre quien eres, atrévete a dialogar contigo, aprende a reflexionar  y a inspirarte de la vida”.

Todos somos fragmentos del pasado, el dolor incluso nos puede llevar a la autodestrucción pero siempre hay alguien a nuestro lado que nos tiende un lazo o nos da un abrazo para ayudarnos a salir de ese pozo oscuro. Como decía Winston Churchill: “nunca rendirse, nunca, nunca, nunca, nunca en nada grande o pequeño, importante o insignificante, nunca te rindas”.

                                                  Foto de Scott Hefti

domingo, 2 de diciembre de 2018

Vivir es todo un arte

Las palabras deben ir acompañadas por acciones para que causen una mutación en nosotros. Todos creamos una obra de arte con nuestra vida, hay excepciones en la que la obra es un lienzo donde el abismo se asoma. Todos creamos según los pensamientos, sentimientos, emociones, acciones y reacciones intrínsecos a nuestra persona.

Estamos casi siempre en experiencias sensoriales y no vemos lo que hay detrás de ellas, no creemos en la parte no perceptible de nosotros. Cada uno vivimos la vida de diferente manera, compartiendo lo que somos y lo que sentimos. Todos somos individuales y únicos.

Nuestro cuerpo mental es un laboratorio de pensamientos en el que todos construimos nuestra vida a través de nuestras elecciones, unas mejores que otras, cuyas consecuencias las vivimos a través de las emociones y acciones. Si nuestros pensamientos y emociones están en armonía, nuestra vivencia se consolidará de verdades como el respeto y la libertad, en cambio, si están desequilibrados, nuestra vida se construirá sobre arenas movedizas de sufriendo, angustia y desesperación.

 

Cada sol tiene su ocaso. Nos encerramos en aburridas rutinas viendo pasar el tren de la vida porque presuponemos e imaginamos un futuro que nunca llegará; las ideas y pensamientos que únicamente bailan en la mente provocan adrenalina momentáneamente, pero no se realizarán porque se pierden en el éter. Todos debemos poner en marcha la acción de nuestros pensamientos para generar un mayor bienestar individual y social.

 

Tenemos miedo de perder lo que imaginamos poseer, sin embargo, perdemos todo, incluso el instante en que vivimos cuando dejamos escapar el día mediante un suspiro. Saber vivir es todo un arte, la simplicidad es su componente principal y nos enseña a degustar el presente cuyo sabor dicta las normas de nuestra vida. Todos hemos pasado por situaciones de alegría y reconocimiento y otras en las que el dolor y la indiferencia han sido los ingredientes principales en nuestro día a día. Todos hemos hecho planes que han caído en el olvido por miedo a perder lo que imaginamos poseer. 

En nuestra imaginación, damos por hechas muchas cosas, otras las   suponemos, pero pocas veces vemos y aceptamos la realidad. Nosotros aprendemos de nuestras experiencias personales y si no somos conscientes de nuestra vida, nuestro discurso se perderá en la bruma sugiriendo lo que queremos decir y su contrario. Quien no ha dicho “lo que quiero decir es…, lo que quise decir fue…, los has entendido mal…”, estas palabras tan corrientes causan muchos malentendidos porque la ambigüedad esconde la incertidumbre del pensamiento e incita al equívoco.

Para evitar la ambigüedad hay que ser sinceros y concisos, tanto en el lenguaje hablado como en nuestro comportamiento, lo que nos permite vivir de una manera simple y hermosa, sin bagajes ni equívocos, ingredientes para una convivencia sencilla y lograr esto es todo un arte porque es aceptar la realidad de nuestra vida tal y como es; es haber aprendido el arte de no juzgar, de saber quiénes somos, de dialogar con nosotros mismos en el silencio del alma, de escudriñar en nuestro corazón  lo que nos ahoga y liberarlo.

El arte de vivir es aprender a reflexionar y a observar, para compartir y no para informar de una situación o de un sentimiento, muchas veces la vida decide por aquellos que dudan presentando escenarios de tragicomedias.  Somos el director, el actor principal, el secundario, el decorador, el tramoyista, el público de nuestra vida, somos un conjunto complejo e individual y actuamos según el guion y la puesta en escena. Muchos dramas se han jugado en el silencio de nuestro teatro interior. El malestar de cada uno de nosotros lo volcamos en los demás, impidiendo muchas veces reconciliarnos. En muchas ocasiones nos enrolamos en historias que sabemos de antemano que no van a funcionar, pero el orgullo, la relación de fuerza, la soledad, el dinero…, hacen que nos echemos al mar y, como es de esperar, las tormentas siempre llegan. Todas las decisiones tienen consecuencias.

No solo basta con desear una situación, hay que actuar. En la acción es cuando la vida cobra sentido, se simplifica y empezamos a realizar que muchos de esos comportamientos son erróneos e innecesarios. La vida es simple y no un campo de batalla, aunque lo parezca. Somos fragmentos de nuestro pasado y debemos aprender a recomponernos para ser nosotros mismos.  Disfrutando de las cosas cotidianas y siendo agradecidos, sentiremos y compartiremos pequeñas sensaciones que transportarán nuestros sentidos hacia la serenidad y alegría. Todos somos en buena parte lo que fuimos, lo que sentimos y vivimos.

Simplificar la vida es no atarse a necesidades innecesarias que otros necesitan; es no vivir la vida de los demás, es sencillamente vivir nuestra historia sin ambigüedades ni suposiciones, viendo la realidad, rectificando nuestros errores y caminando paso a paso, sin prisas y sin pausas. Nuestra vida debe crearse sobre las cenizas de nuestra antigua existencia.

Vivir para crear, ¡vivir es todo un arte!

                                                       (foto de la web)


sábado, 27 de octubre de 2018

Tsunami de nuevas conciencias


“Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan”, (proverbio árabe).

En este mundo global donde todo gira alrededor del dinero, del poder, de la ambición, de la posesión, donde el progreso científico e industrial nos ofrece recursos materiales y una vida más larga, donde la riqueza y la pobreza están marcadas por índices sobrecogedores con grandes diferencias, donde las distancias no existen y la comunicación es instantánea…, nos hemos olvidado, una vez más, de lo más importante, el factor humano.

Vivimos años de pasividad  por parte de políticos, dirigentes, líderes  que no cumplen los compromisos adquiridos para el bienestar de los ciudadanos dejando a millones de personas abandonadas a su suerte. Sus palabras vacías se evaporan en el éter de nuestra atmósfera; sin hechos no hay resultados. Frente a esa desidia nace un Tsunami de ideas justas, de compromisos, de luchas por la paz y la igualdad, por el respeto entre todos los miembros de la Humanidad.

Nos gusta oír y decir que hay que cambiar el mundo, nos gustan las palabras bonitas que nos hacen sentir bien por un instante, pero no hacemos nada al respecto porque eso implica responsabilidad y esfuerzo, y esto, aún, no estamos dispuestos a hacerlo. Estamos inmersos en nuestros problemas cotidianos tratando de salir de esas arenas movedizas de necesidades innecesarias; de esos campos estériles sembrados de avaricia por la posesión de bienes materiales; de huracanes de competición que nos dividen…; estamos en tantos frentes que nos hemos olvidado de los valores que nos definen como seres humanos, valoramos a las personas por lo que tienen no por lo que son.

Sabemos que para que una persona pueda vivir sosegadamente necesita tener sus necesidades básicas cubiertas: hogar, seguridad, educación, sanidad y trabajo; ésta es la base para que cualquier ser humano pueda florecer en una sociedad. Los dirigentes de los países son los que deben procurar esa base firme y sólida a todos los ciudadanos. Es inaceptable seguir destruyéndonos y seguir persiguiendo sueños de papel mojado. Todos nosotros tenemos que tomar consciencia y ser responsables de que no habrá futuro para nadie si seguimos ignorando y causando tanto daño a la Humanidad y al Planeta. 

Nuestro legado a la Humanidad empieza por nosotros mismos como entes individuales y se extiende a la familia, colegio, universidad, trabajo, sociedad… La educación es la base para aprender, comprender y poder elegir lo que deseamos hacer; la educación empieza en casa y es responsabilidad de los padres o tutores, fomentando los valores humanos que son los que hacen florecer a nuestros hijos, creando ambientes y ciudades de progreso y paz.

Donde hay paz y progreso hay vida, las personas se unen para compartir un momento de dicha; donde hay violencia hay muerte y desesperación, las personas se unen para llorar sus pérdidas y heridas profundas del alma difíciles de sanar. Es el momento de reflexionar y decidir qué podemos hacer para comprometernos con nosotros y con los demás, todos necesitamos de todos; el boomerang de la vida nos devuelve todas nuestras confrontaciones y decisiones cuyas repercusiones no estén tapizadas de pétalos de flores.

Al igual que la flecha que una vez disparada va hacia su objetivo, no podemos dar marcha atrás en la vida. Los jóvenes -el futuro de nuestra Humanidad- forman parte del Tsunami de las conciencias despiertas porque tienen consciencia de la situación del Planeta. Saben que su porvenir será más fácil y fructífero si hay paz, respeto y libertad. Este Tsunami trae una nueva era de prioridades, la no violencia y la evolución como seres humanos. No son los países, ni las culturas ni las religiones los que causan tanto sufrimiento y destrozo, los causantes somos los seres humanos. Los jóvenes se preparan para sembrar esos campos áridos de corazones secos con simientes de respeto, justicia y dignidad.

En el horizonte se ve como se acerca el Tsunami de nuevas ideas y conciencias que sacudirá al planeta para despertarnos del letargo donde nos encontramos.  Este Tsunami de amor y paz está tejido por lazos de amistad y respeto  que al igual que las olas en el mar  se levantan en una danza sin igual de risas y alegrías, el Tsunami traerá cantos y abrazos por la fraternidad de la Humanidad, siendo la no violencia y la justicia las nuevas Leyes de la Vida.

Siendo valientes y sinceros daremos el  primer paso para crear un cambio en el mundo. De nuestros fragmentos del  pasado construimos nuestro presente y futuro renaciendo de nuestras cenizas.
                                                                   (foto de Maxwell Gifted)

sábado, 6 de octubre de 2018

El amanecer del alma


El amanecer nos trae  las luces y colores de la aurora que nos auguran una nueva vida, así el amanecer del alma nos vaticina un renacer a través de un nuevo y dulce aliento de esperanza para atravesar los áridos campos del corazón humano.

En el nuevo renacer la nueva personalidad debe crearse sobre las cenizas de su antigua existencia, donde solo había esporádicas esperanzas y maltrechas relaciones. Sin deseo ni acción, sin experiencia propia no hay resultados y no podremos comprender la verdadera esencia del alma. Satisfacer la sed del alma no se consigue tan solo leyendo acerca de la supuesta  “verdad” o de pertenecer a una u otra creencia. Nuestra alma amanece después de haber vivido las sombras, de haber experimento la noche oscura, donde el dolor ha golpeado la esencia del corazón. Hay que hacer el esfuerzo de alzar la vista hacia la luna si queremos mirarla a la cara y no vivir cabizbajo para verla reflejada en un charco.

Muchas personas se identifican con su ego egoísta dando por sentado que son los dueños de sus vidas, no aceptan ni quieren darse cuenta de que en realidad son marionetas de su propio ego, lo que les convierte  en autómatas de sus pasadas y presentes acciones. Nuestros estados de ánimo, sentimientos, reacciones, experiencias son los efectos y consecuencias de unas causas anteriores que fueron provocadas mediante el ego mezquino, o bien, realizadas sin consciencia, como robots. Esas personas no aceptan que su orgullo es el que dirige sus vidas llegando su ceguera a hacerles creer que ellos están libres de su arrogancia.

Estar en la posición del deseo de actuar pero no hacerlo es estar en la pasividad del engaño y de la ilusión lo que nos lleva a la soledad creando ansiedad y angustia. Para sentir el alma, tenemos que ser conscientes de nuestro cuerpo -físico, emocional y mental- que contiene una sabiduría infinita y es, además, el vehículo que nos permite transitar por el planeta. Muchas veces turbulencias de pensamientos, tifones desgarradores nos azotan nuestros sentimientos y tsunamis de dolor nos hacen caer en profundos pozos donde permanecemos perdidos, desorientados y confusos con solo nuestra sombra por compañera. Incluso, en esas situaciones, nos llegamos a acomodar porque el miedo a avanzar nos impide ver más allá de lo que alcanza nuestra vista, volviendo a esa apatía de las estériles arenas de la rutina. Para calmar el cuerpo –físico, emocional y mental- disponemos de un útil vital y precioso que se llama meditación. El aire es el motor de la vida y a través de la respiración el cuerpo se relaja y empieza a desatar esos nudos entre la mente y el cuerpo, liberando la comunicación entre los sentidos y el alma.

Desde el principio de nuestra historia hemos comido de la fruta del árbol del bien y del mal, hemos pasado por el infierno del egoísmo y del exilio de nuestra Alma. Hemos roto los lazos de la amistad tejidos con las cuerdas de la armonía, rompiendo la delicadeza poética y ultrajando  sus versos  porque nos hemos olvidado que somos almas vivas. Rechazamos el dolor y la angustia pero no luchamos para salir fuera de ese confort de la rutina que tanto nos aburre y nos encadena. La vida tiene piernas, baila y está viva y no puede dormirse en los laureles porque es un continuo movimiento.

Grandes pensadores de nuestra civilización han proclamado a los cuatro vientos que el hombre tiene por misión elevar su condición de mortal uniéndose a esa alma inmortal de felicidad para experimentar el conocimiento directo que destruye la ignorancia y nos lleva a la búsqueda de la verdad, desprendiéndonos de verdades temporales y de libertades transitorias. Los seres humanos somos almas vivientes, infinitas creaciones cuyas huellas podemos observar a través de la historia de la humanidad.

El alma es una melodía con diferentes tonos y notas que forman millones de canciones y poemas. Tenemos que descubrir el sentido que queremos dar a nuestra vida y descubrir la causa de tomar una u otra decisión porque de ello depende que nuestro camino sea sombrío o luminoso, que oigamos la música de un triste violín o la alegría de un maravilloso violinista. No hay que temer a la lluvia porque cada uno tiene su propio aguacero interior. Poner en orden nuestro desorden, nuestras ideas y sentimientos para avanzar en la dirección elegida utilizando nuestra voz, -instrumento sagrado del alma sin olvidar que el murmullo dicho con sentimiento de amor es oído por las estrellas-, usando canciones y poemas que enciendan una luz para poder ver en la oscuridad y volver a tomar el camino, aprendiendo de cada caída y de cada risa.

Vivimos bajo las leyes del flujo y reflujo, nacimiento y  muerte; el amanecer del alma es descorrer el velo de la ilusión y descubrir el secreto de la creación, escrito en el libro del universo cuya única página la llevamos impresa en el alma. 
                                           (foto de la red)

sábado, 29 de septiembre de 2018

Instante eterno



Has vuelto después de tanto tiempo,
¡Cuánto te he echado de menos!
Aunque en mis recuerdos
Mil veces,  he revivido tus besos,
Ahora por fin, unimos nuestros cuerpos
En la eternidad del  momento,
mi piel se eriza al contacto de tu piel,
tu sonrisa me funde en tus labios,
fusionando palabras y susurros de amor.

La aurora con sus colores
me devuelve a la sombra realidad,
ya echo de menos tu cuerpo
fundiéndose en mi piel
en esa danza de amor y pasión.
Con tristeza agradezco
a ese momento que llamamos sueño,
el haberme entregado ese instante eterno.

No quiero abrir los ojos y verte marchar
otra vez en el tiempo.
La danza del nuevo día
se mueve al compás de la fantasía,
de rayos dorados, preludio de luz
aunque deseo que  las estrellas vuelvan
para seguir soñando.

Eres instante donde oscilamos
entre la existencia y el olvido,
llévame fuera del sueño
a ese instante eterno
haciendo el amor en el universo,
uniendo nuestros cuerpos
en la eternidad del  momento.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Tú y Yo contra la tiranía de la injusticia

Tú y yo, hombre y mujer, somos un torbellino de ideas vivas, lo que nos hace ser únicos y maravillosos con nuestros miedos y sufrimientos, fuerzas y alegrías. Todos somos caminantes en este planeta llamado Tierra aunque caminemos en diferentes direcciones; algunos han olvidado el significado de los valores  de ser un humano: respeto, justicia, dignidad, generosidad lo que conlleva a ayudar, a compartir, a amar, a escuchar, a dialogar, a no juzgar y sobre todo a perdonar… Este olvido ha generado y genera -a lo largo de los diferentes caminos- sequía en esas almas que rompen la tierra cuya vida ha dejado de circular por sus venas ocasionando hambrunas y muertes.

Las leyes universales de respeto y dignidad llevan a la libertad del ser humano y son las claves para una convivencia pacífica; además, existen normas y leyes específicas a cada país  para crear un bienestar social que lleve a la paz, “paz = ausencia de conflicto, -actitud serena ante la vida-”. La democracia es la mejor forma de gobierno para cualquier sociedad, y, debe aspirar a la libertad, a la paz, a la seguridad y a la igualdad de los ciudadanos; si no se respetan estos principios la sociedad se desarrollará en la frustración y resentimiento provocando conflictos y creando grandes abismos con consecuencias muy graves para todos.

Los principios de las leyes universales, no se ven, pero son un reflejo de nuestra vida y de nuestro comportamiento; si respetamos estos principios nuestra sociedad avanzará pacíficamente, tendiendo puentes, incluso, en espacios inexplorados sin importar los obstáculos; en caso contrario, nuestra sociedad agonizará por la tiranía de la injusticia,  levantando muros para mantener prisioneros a los ciudadanos impidiendo que no ejerzan sus derechos humanos a pensar, elegir y vivir, pues quedan a la merced de dirigentes que suprimen las libertades sociales, políticas e individuales, creando la autocracia -régimen autoritario que mantiene al pueblo en la miseria y los controla por medio del miedo- y es adversaria de la democracia.

La Humanidad y el Planeta necesitan la ayuda de todos nosotros  para volver a regenerarse y así todos poder beneficiarse de su diversidad y riqueza. Es inaceptable que unos cuantos busquen sus propios beneficios y rompan compromisos que atañen a todos los ciudadanos del mundo, sin importarles las consecuencias que sufrirán la Humanidad y el Planeta. Para restablecer los compromisos entre países es fundamental que se piense de modo global, Unidad, Humanidad,  Planeta, y, para ello, es  necesario el respeto a las ideas, creencias, modos de vida y costumbres de cada uno de sus componentes, siendo fundamental la educación y la cultura. Educación para saber y poder elegir; cultura que, además de conocimientos humanos, significa “culto a uno mismo” -no en sentido egocéntrico- sino el de llegar a conocernos a nosotros mismos para desarrollar la empatía hacia los demás y mejorar nuestra convivencia.

Los gobiernos lo componen seres humanos -como tú y yo- con sus fuerzas y debilidades. Como ciudadanos  que todos somos, debemos aprender a respetar a nosotros mismos y a los demás, luchar para que  los valores morales y éticos de las leyes universales marquen nuestra conducta y así asegurar la libertad, la seguridad y la paz de  la sociedad; los políticos no deberían aferrarse al sillón del poder porque el poder si no es bien comprendido y utilizado en su forma correcta -crear un bienestar mayor y común-, incrementa el ego y apego de sus usuarios creando un virus de terror que se expande como una pandemia infectando a todos los ciudadanos y llevando al país al abismo. 

Todos somos responsables de nuestros actos y sus consecuencias buenas o malas tocan al conjunto de la Humanidad; matar a un individuo es matar a la Humanidad, salvar a un individuo es salvar a la Humanidad.

La vida es como una partida de ajedrez, tenemos que aprender a jugar y a reflexionar antes de cada jugada, no debería existir “jaque mate” en la democracia; solo jugadas reflexivas para mejorar la sociedad y así evitar la tiranía de la injusticia.
                                            (foto red)

jueves, 20 de septiembre de 2018

Vivir


¿Qué he hecho con mi vida?, pregunta que surge a menudo pero temida cuando surge al final del camino -cuando la barca nos espera para llevarnos a la otra orilla- y hace temblar los cimientos de nuestra vida. Nos hemos preocupado por una vida sin sentido, olvidando lo más importante, nosotros mismos; hemos vivido invirtiendo nuestro tiempo en complacer a los demás, trabajando sin descanso, olvidando que un beso y una caricia son abrazos cálidos y sinceros que reconfortan nuestra alma cuando volvemos a casa. Invertimos en erróneas inversiones sin pensar que  el  tiempo se escapa, con error,  creemos que somos eternos. Especulamos con nuestra vida esperando que mañana sea mejor que hoy, olvidando que el mañana nunca llega.  

Hemos dejado escapar momentos mágicos por estar inmersos en ese mar materialista que solo proporciona preocupaciones y sinsabores; por el qué dirán -dejado pasar amores y pasiones- del que todos llevamos cicatrices; incluso, al mirarnos en el espejo no nos reconocemos porque hemos apagado el brillo de nuestra mirada que ahora está velada.

Nuestra decisión es  la que construye o destruye nuestra vida. Debemos rehusar ser una marioneta del ego, de los miedos y luchar por lo que creemos, siendo observadores de nuestras acciones para cambiarlas si es necesario. Los sueños y pasiones son las fuerzas de nuestra vida porque nos hacen ser el actor principal de nuestra obra, y no, uno secundario de la puesta en escena de los demás. Estar vivo es SENTIR las dos caras de la moneda, amor - esperanza, dolor - temor. Todo, forma parte de nuestra existencia y no podemos dejar de  luchar para conseguir lo que  amamos.

Estar vivo es sentir y vivir cada día. La barca llega sin avisar, y no nos podemos escapar, para llevarnos hacia poniente. Cuando dudes y desfallezcas siente que estás vivo, levántate y camina porque tienes otra oportunidad, toma las decisiones que tengas que tomar pero no dejes escapar la vida. No vivas muriendo, muere viviendo. Así  cuando estés en la barca y  mires hacia atrás, verás una vida plena, tu sueño reflejado en tu huella; no una vida fútil cuya respuesta a esa temida pregunta ¿qué he hecho con mi vida?,  te escueza en el alma, pues ahora conoces su respuesta, “mi vida ha estado vacía”.

Debemos recobrar el sentimiento mágico de VIVIR y saborear esa palabra viva que es la VIDA.

                             (foto privada)


martes, 18 de septiembre de 2018

La Paz como camino


Como decía Mahatma Gandhi, "la Paz es el camino". Paz, además de ausencia de violencia y de conflicto, es una actitud, no una simple palabra o  pensamiento que suena bien en nuestra vida. No habrá paz en nosotros ni en el mundo hasta que la paz no sea una cualidad intrínseca en cada una de nuestras conciencias. No podemos decir que hemos cambiado y seguir siendo la misma persona.

Paz,  maravillosa palabra y actitud que atrae a millones de personas; pero pocas están dispuestas a salir de su pereza física, de la inercia para no seguir repitiendo: "total... yo no puedo hacer nada"; hay que luchar y hacer el esfuerzo necesario para evitar las situaciones conflictivas en nuestras vidas. Nos gusta aconsejar o criticar a los demás sin ver  nuestra apatía, siempre "se ve mejor la paja en el ojo ajeno", nosotros no vemos la nuestra, aunque nos esté molestando hasta herirnos en lo más profundo, es más fácil ocuparse de los demás que de uno mismo. 

AHIMSA, palabra sánscrita que significa "no violencia", -utilizada por Mahatma Gandhi para definir su movimiento de no violencia-, y se construye en los Pensamientos, Palabras y Acciones de cada uno de nosotros.

Los Pensamientos residen en el cuerpo mental y es donde se originan las ideas positivas y negativas que transformamos en palabras y acciones haciéndonos sentir bienestar o malestar.  Los pensamientos son el resultado de nuestras experiencias que hemos creado gracias a nuestras decisiones, decisiones tomadas o no tomadas; nuestras decisiones siempre tienen repercusiones.

Las Palabras son manifestaciones de nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y debemos ser cuidadosos y respetuosos con lo que decimos. Hay palabras sabias, vacías, hirientes o que matan  y esto se manifiesta a través de las acciones positivas o negativas. Una vez pronunciada una palabra no hay vuelta atrás;   las palabras son flechas que una vez lanzadas se dirigen hacia su objetivo; a veces, clavamos o nos clavan en el corazón esa flecha siendo muy difícil  extraerla, debido a su profundidad dejando una cicatriz profunda. Las palabras positivas van dirigidas al corazón de la otra persona haciendo que su magia obre milagros. Hemos olvidado el respeto y el compromiso a la palabra dada y esto significa que nos hemos olvidado del honor y del compromiso como ser humano. Nuestras palabras nos pertenecen, nunca podemos hablar por boca de otra persona porque sus experiencias, emociones y sentimientos le pertenecen; lo que sí debemos hacer es aprender a escuchar para comprender o conocer mejor a esa persona.  

Las acciones son las manifestaciones de nuestros pensamientos y palabras, caricias y puñaladas en nuestra vida. Si controlamos nuestros pensamientos y palabras negativas y violentas, pararemos inmediatamente nuestras acciones agresivas, evitando sufrimiento y dolor e incluso muerte a nuestro alrededor, tanto física como psíquicamente.

Millones de renglones se han escrito a través de los tiempos sobre la paz;  pero en pleno siglo XXI seguimos inmersos en graves conflictos de guerras, masacres, corrupción, violaciones de los derechos humanos… La solución a todos esos conflictos es tener una actitud digna que nos lleve a la paz, a AHIMSA. Hay que ser conscientes de que no existe la panacea, no hay remedios milagrosos. Todos llevamos una llave en el corazón que abre las puertas a la paz y a la alegría, esa llave se llama Amor y encontrarla es nuestra responsabilidad.

Solo la transformación de la violencia en la paz nos ayudará a transformarnos y a cambiar nuestra vida. Si realmente deseamos la paz, este es el camino y es nuestra responsabilidad porque no podemos seguir posponiendo el compromiso de la Paz. Ha llegado el momento de comprometernos con nosotros mismos.

La vida tiene su propio latido, el amor a la Humanidad y a todos los seres vivos.



"La Naturaleza Sagrada del Ser Humano" (Ángeles Carretero Casar)
(Imagen de la red)

lunes, 17 de septiembre de 2018

Comprometerse con la Paz es comprometerse con nosotros mismos


Caminar de la mano de la Paz es caminar por un lugar sagrado llamado Vida, en el que no tiene cabida la violencia ni la mentira.

Nuestro compromiso para caminar por el sendero de la paz debe ser sincero, humilde, sin pretensiones, solo guiado por el amor y el respeto a la tribu milenaria llamada Humanidad. Vivimos en un lugar sagrado llamado Madre Tierra, donde los pájaros cantan sin ser racistas, el sol irradia sus rayos a todas las culturas y religiones; el agua baña a todos los continentes, el aire no conoce fronteras y la tierra acoge a todos los seres vivos del planeta.  

¿Qué significa comprometerse?

Comprometerse es cuando suena la trompeta, lanzando su llamada al silencio de nuestra alma, para que despertemos del letargo de nuestro confort y nos preparemos para tomar la responsabilidad de nuestra vida. Significa asumir las consecuencias de nuestros actos hacia nosotros mismos y hacia los demás. No es cuestión de grandes palabras ni de grandes hazañas, sino llevar la acción serena a nuestra vida cotidiana sin permitir la violencia en ningún momento. 

Todos llevamos un arco iris en nuestro interior que nos aporta espiritualidad, siendo el puente entre el cielo y la tierra cuyo símbolo es la vida. Haciendo el silencio en nuestra alma oiremos sus palabras reconfortantes en cada momento.

En la actualidad, con la globalización todo parece más fácil pero no lo es. Lo que pasa en el otro extremo del mundo nos afecta a todos, su sufrimiento es el nuestro y todos sufrimos las consecuencias. Nos perdemos en las redes sociales que nos alimentan con noticias reales o falsas;  necesitamos aparentar para existir y esto trae mucho resentimiento y rabia que termina en violencia verbal o física. Los compromisos necesitan fuerza, voluntad y disciplina para que cuando vengan esas tormentas de arena, que vendrán, nos podamos cobijar en nuestro interior. Muchas veces estamos tan confusos que nos sentimos como David delante de un millar de gigantes, sintiéndonos derrotados por esas personas que destilan emociones de odio y resentimiento por sus poros y nos hacen perder el equilibrio.  Aunque estemos confundidos y tristes debemos mantener la calma en nuestra alma, así la confusión y la tristeza pasarán rápidamente.

La tasa de violencia en el  mundo se ha disparado. La violencia es la desesperanza muda de los débiles que actúan como marionetas de sus propios egos, son aves rapaces del desierto que salen de noche para cazar, porque temen la luz del sol al haber perdido el sentido de ser humanos.

La paz es la fuerza que nos enseña a amar y a vivir con responsabilidad en nuestras acciones cotidianas. Hay que aprender a jugar con los vientos y a utilizar las herramientas necesarias para balancearnos o protegernos  ante un tornado o una tormenta de arena, como lo hacen las espigas cuando sopla el viento fuerte se balancean para no romperse.

La paz aporta  un nuevo espíritu a nuestra vida, nos sentimos vivos y observamos la belleza y la grandeza que nos rodea: una mirada cálida, una sonrisa de corazón, una caricia de amor, un amanecer o un atardecer, una flor, una montaña... El compromiso de la paz no es una panacea de color de rosa, pero sí es una actitud ante la vida y sus vicisitudes que nos proporciona la fuerza humilde necesaria para luchar y avanzar porque caminamos en el sendero sagrado de la Vida.
                                                        (Imagen de la red)

viernes, 14 de septiembre de 2018

El laberinto de la vida


Vivimos en un laberinto cuyos caminos son arduos y complejos, poniendo a prueba cada día nuestra conciencia. Los caminos están llenos trampas, engaños, manipulaciones, mentiras; tenemos pocos momentos de felicidad, de risas porque hemos olvidado ser amables y agradecidos. Nosotros somos el camino y debemos crear nuestro propio recorrido; por sí solo el camino no nos lleva hacia la salida del laberinto, nuestro destino.

Nos hemos acostumbrado a vivir bajo nuestra piel de lobos, en ese mundo de tragicomedia, cayendo en las trampas cubiertas de flores blancas; trampas de  ambición, de egoísmo, de querer alcanzar la cima cueste lo que cueste; lo que nos produce un profundo estado de inconciencia y aflicción porque la vida nos devuelve a la confrontación de nuestras acciones y reacciones haciéndonos vulnerables y lamentándonos más tarde.  Antes de una confrontación, debemos explorar nuestro desorden más profundo para encontrar nuestro orden. Como decía Nietzsche “se necesita el caos en sí mismo para dar a luz a una estrella que baila”.  

En este laberinto hay muchas clases de reglas, normas y leyes que rigen nuestras vidas pero podemos agruparlas en dos. Ley del Gobierno y Ley de la Conciencia. La Ley del Gobierno es necesaria para mantener el orden y una convivencia pacífica entre los ciudadanos, aunque es imperfecta y contiene muchas fisuras. La Ley del Gobierno no es suficiente para alcanzar la paz ni la justicia, hay muchos políticos y personas influyentes que se creen por encima de la ley y hacen lo que desean sin importarles las consecuencias hacia los demás. Todas las decisiones tienen repercusiones en las personas.

La Ley de la Conciencia, es innata a cada alma, por lo tanto personal, y nos incita a un comportamiento correcto de respeto y justicia, de generosidad y tolerancia, de dignidad y libertad; por eso, la Ley de la Conciencia es nuestro legado a la  Humanidad. Esta Ley es el barómetro de nuestro propio desarrollo. Todos dejamos en nuestra vida una huella positiva o negativa, en la familia, en los amigos, en los colegas o incluso en las personas anónimas que nos encontramos una vez en la vida; solo depende de nuestro comportamiento que sea una huella de amor o una huella de indiferencia.

A través de nuestra historia, el ser humano ha dejado su huella en el arte, en la poesía, en la música, en la arquitectura… dejando una estela de amor en la piedra… Hemos vivido periodos de renacimiento y muerte y, en la actualidad, con tantos progresos científicos e industriales que permiten vivir mejor en algunas partes del planeta aunque en otras peor;  nos hemos vuelto a olvidar de lo más importante de la vida, el ser humano, de la dignidad y de la libertad. Nuestros días son una carrera sin fin, frenética, sin rumbo que no nos permite ver lo que ocurre a un paso de nosotros. No nos preocupa, esa persona que pasa a nuestro lado, la ignoramos y si tenemos prisa la empujamos.

Nos estamos convirtiendo en robots de inteligencia artificial sin emociones ni sentimientos donde ser agradecidos, amables, sonreír y disfrutar de la vida y de la compañía de otras personas han quedado relegados a un mero diseño de latón haciéndonos sentir infelices, deprimidos, cayendo en un abismo de violencia y dolor.

El curso del tiempo no lo podemos parar ni tampoco podemos volver atrás, pero sí podemos transformar ese robot artificial en humano emocional, buscando la manera de volver a sentir que todos somos seres humanos y necesitamos dignidad, respeto y libertad para continuar nuestro camino y llegar a nuestro destino.

Recordemos que somos el súmmun de la creación.


domingo, 26 de agosto de 2018

El perdón, bálsamo para el dolor


Todos los hilos de la humanidad se cruzan en el corazón de cada persona donde nace el perdón. El perdón no es una palabra vacía es un acto de amor e ilumina nuestro corazón con compasión.

Cada día nos disculpamos o pedimos perdón por nuestras torpes o malas acciones; el pedir perdón se ha convertido en algo banal porque como un disco rayado lo repetimos una y otra vez y continuamos haciendo la misma acción causando más daño, incluso, sin darnos cuenta, a nosotros mismos.

Todos hemos pedido perdón miles de veces en nuestra vida, y, muchas veces, hemos sido perdonados en palabras pero no en el corazón. El perdón no es decir lo siento o pedir excusas por haber hecho o dicho algo mal intencionado o no; el perdón es una actitud que nace en el corazón donde reside nuestra alma y nos permite cambiar de conducta para no volver a repetir esos hechos.

Los grandes dolores del alma hacen que no se oigan los pequeños contratiempos y recíprocamente, que no por ser pequeños no son lacerantes. En ausencia de un gran dolor, las tonterías más insignificantes nos atormentan y nos hacen sangrar. El perdón nos libera de pesadas cadenas y profundas heridas del pasado y del presente, es el bálsamo que nos ayuda a sanar e incluso a borrar esa cicatriz que nos recuerda nuestro comportamiento. Para perdonar es necesario tener coraje y  valentía, fuerzas que nos ayudan  a destruir la venganza, el odio y la ira.

Para perdonar y sentir serenidad en el alma tenemos que extender nuestra visión para comprender nuestro comportamiento y observarlo sin juicios, lo que nos permite ser conscientes de nuestras acciones y elecciones, rehusando ser una marioneta de nuestro ego, de los miedos y rencores que nos hacen mover en terreno de arenas movedizas saliendo siempre mal parados y abriendo la puerta de la vulnerabilidad para encontrarnos de frente con la falta de confianza y otros fantasmas que habitan en nuestro subconsciente.

Pedimos a los demás que cambien pero nosotros no estamos dispuestos a cambiar porque creemos, con error, que somos casi perfectos. Cuántas veces hemos oímos “he cambiado” pero seguimos siendo la misma persona, lo que conlleva a repetir nuestros actos de palabras o acciones para volver a  arrepentirnos y a disculparnos. No debemos exigir a los demás algo que nosotros no podemos hacer.

El perdón requiere valentía y amor, fuerzas que poseen caballeros y damas de buena voluntad porque sienten la motivación interior de querer ser felices. Esa motivación confiere confianza para orientar nuestra vida en la acción positiva, haciendo renacer el sol cada día. Hay que dejar atrás nuestro pasado, aunque hay que visitarlo de vez en cuando, para observar y comprender nuestras acciones presentes y tener la valentía de rectificarlas, si es necesario.

Todos vivimos en el laberinto de la vida y buscamos la mejor salida, pero nos olvidamos que para ver la salida debemos elevarnos y mirar con otra perspectiva. Aprenderemos si somos conscientes de nuestras acciones, superando nuestros complejos y perdonando nuestras acciones y reacciones. Si perdonamos con el corazón significa que hemos aprendido la lección.

Hay que dejar de escuchar las voces de las dudas y desalientos que nos hacen sufrir y tambalear, nos vacían el aliento y nos hacen sentir muertos, es como caminar por una playa de arena donde las pisadas de nuestra vida, las olas y el viento han borrado. No queda nada de nuestra vida, todo ha sido olvidado. El perdón nos permite renacer para que gobernemos el timón de nuestro destino, aunque nuestro barco esté hecho de viejos maderos. No podemos perdonar a los demás si no nos perdonamos a nosotros mismos. El perdón evita la venganza, el resentimiento, el odio, la ira, la violencia y nos ayuda a elevarnos para aprender a jugar y a reír en nuestra aventura de la vida.

El perdón nos ayuda a abandonar la competición con nosotros mismos y con los demás porque no hay desafíos, solo existen caminos diferentes y cada uno tenemos que caminar por el nuestro guiados por  la voz  del  viento y avanzando en confianza bajo la luz de la verdad.  
                                        (foto de la red)