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Ahimsa es vida

sábado, 28 de abril de 2018

El vacío del alma


Vidas enteras de ascetismo o desenfreno, de riqueza o pobreza  no nos llenan y sentimos un vacío, el vacío del alma.  


Vidas que como una noria van subiendo y bajando, a veces, al cielo y, otras, a ras de suelo. Vidas de fachadas materiales o profesionales, fachadas vacías y deterioradas y cuando la fachada se derrumba sentimos un dolor profundo porque nuestro tiempo se ha terminado y sentimos un vacío, el vacío del alma.  

Vivimos corriendo en el tiempo y mirando al mañana, siendo autómatas, sin comprender nuestras acciones porque no sabemos lo que hacemos. Sentimos un vacío, el vacío del alma que nos susurra que debemos despertar.


Cuando la vida nos pone delante de otro cruce de caminos, muchas veces, nos sentimos mal porque el miedo nos atenaza y nos paraliza, el odio nos vuelve ciegos y nos corroe, los temores nos llenan de dudas y los sinsabores de amargura. Nuestra confusión es tan grande que no sabemos hacia dónde dirigirnos o si queremos avanzar; sentimos un vacío, el vacío del alma que nos reclama que debemos despertar.  

La sabiduría, al igual que la copa de un árbol, va creciendo hoja a hoja -experiencias que nos aportan lecciones, sabiduría que nos aporta  enseñanzas para mejorar nuestra vida, haciendo crecer el  discernimiento, la serenidad y la paciencia en las experiencias de la existencia-.

Creciendo, despertamos a la conciencia, a la felicidad haciendo crecer el árbol de la paz en el camino que nos lleva hacia las estrellas.  
                                             (imagen de la red)

lunes, 23 de abril de 2018

Somos polvo en el Universo


“¿Quién eres, ese niño asustado o ese hombre que impone su voluntad sin mirar atrás?”. Me sobresaltó esa pregunta y no supe qué contestar. La he oído tantas veces... y tantas respuestas he buscado pero aún no la he encontrado.

Como no tengo amigos, cada atardecer después del trabajo, me siento a ver el mar, el vaivén de las olas que como mis pensamientos vuelven una y otra vez -el tiempo pasa sin descanso como la vida, somos polvo en el viento y cuerpo en la tierra, que irreal parece lo real-. De nuevo oigo esa voz: “a preguntas vivas, respuestas vivas”.

De vuelta a casa, caminaba por ese camino que recorro cada día al atardecer, me gusta recordar una frase de  Omar ibn al-Jayyam  Lámparas que se apagan, esperanzas que se encienden: la aurora. Lámparas que se encienden, esperanzas que se apagan: la noche”. A mi manera, saludo también al nuevo día en el otro extremo y a éste atardecer, le deseo felices sueños.

Pensaba en Persia, cuna de grandes pensadores y personajes, entre otros muchos, Avicena y Omar Jayyam -hombres polifacéticos separados en el tiempo y unidos en el espíritu-, siempre me han hecho sentir reminiscencias de una fragancia de azafrán y de jazmín. Recordaba unos versos de Omar sobre ese maravilloso elixir llamado vino: “si los amantes del vino y del amor van al infierno, vacío debe estar el paraíso”. “…Sonríe… Toma este cántaro y bebamos, escuchando serenamente el silencio del cosmos”; no sé lo que pasó, caí en la inconsciencia; tal vez, me doblé un pie y al caerme me golpeé en la cabeza.

En el mismo instante en que dije ay, “me encontraba en un lugar muy agradable, luminoso y de ambiente festivo, me sentía dichoso. No sabía dónde estaba y poco me importaba; solo sentía una serenidad como nunca antes la había sentido. Me senté en un sillón muy confortable y delante de mí, una pantalla enorme donde se proyectaba mi vida -desde que nací hasta este instante. Vi la alegría de mis padres cuando nací, sensaciones y emociones…; niñez: juegos, amigos,  risas, caricias y cariño de mi madre, sensaciones y emociones…; adolescencia: colegio, amigos, chicas, primeros besos… secretos… sensaciones y emociones…; juventud: estudios, sueños, independencia y soledad, amores y desamores, caídas y subidas, errores y aciertos, sensaciones y emociones…;  adultez: relaciones y compromisos, separaciones, hijos y otras relaciones, trabajo, amistad, traiciones, problemas, historias acabadas e inacabadas, tristeza de cosas irrealizables, sensaciones y emociones...

Cada época tenía su pantalla así pude ver todas las etapas de mi vida en su conjunto; recuerdos olvidados vuelven galopando como caballos salvajes. Ruidos disonantes en mi familia; traiciones de amigos y relaciones; trabajos que no me gustaban y días duros para mantener a mi familia; problemas sin solucionar guardados en el cajón de mi escritorio.

Todos son sentimientos intensos. Reconozco que soy una persona con miedos, escondida en mi ego imponiendo mi voluntad a todo aquel que me rodea. Viendo estas imágenes me doy cuenta de cuantas cosas he pasado por alto y qué poco he aprendido de todas esas lecciones que la vida me ha puesto en el camino. Pasiones desbocadas, traiciones sufridas y realizadas, pocas alegrías y un respeto disfrazado de miedo… Veía escenas agradables y entrañables y otras amargas como la hiel que me escocían hasta el alma. Empecé a removerme en ese sillón tan confortable. Se hizo el silencio, la pantalla se quedó sin imagen.

Comprendí que todo tenía un porqué, me había llenado de miedos, sufrimientos, resentimientos, apegos… Lágrimas amargas escocían mis ojos, sentí un pesar tremendo en el corazón cuando vi el sufrimiento que había causado a la mujer que amaba, a mis hijos, a mis amigos…, mi vida ha sido una huida de mí mismo. Momentos amargos de autocompasión y de excusas.

Se volvió a iluminar la pantalla, tomé consciencia que  todas esas personas que han formado y forman parte de mi vida, han sido maestros a los que ignoré, creándome yo solo esta altivez. Vuelvo  a ver mi presente y una pantalla de un blanco radiante y brillante se enciende para que yo pueda realizar esta nueva fase de mi vida. Solo yo soy responsable y de mí dependerá la forma que tome el destino.

Las pantallas se apagan y siento un escalofrío. Abro los ojos y veo a mis hijos que con ojos llorosos me abrazan y me dicen “¡has vuelto!”.

Lloro de felicidad al ver que mis hijos están a mi lado y no me han olvidado y porque he comprendido el porqué de  mi huida. “Cuando tenía cuatro años me caí de un árbol y una piedra puntiaguda se clavó en medio de mi frente, dejándome mal herido, aún guardo esta cicatriz en la frente y en mi alma. A partir de ahí empecé a tartamudear. Mi padre me hizo sentir que era un fracasado. Sufrí mucho de burlas cuando era pequeño y joven; esas palabras hirientes me hicieron construir una coraza de acero para que nadie más me viera como un fracasado. Tuve que sacar mucha fuerza y voluntad para enfrentarme a la vida, hoy dulces lágrimas de perdón corren por mis mejillas. El niño asustado ha salido y el hombre altivo se ha ido. Descubro que soy una persona nueva con nostalgia de una vida perdida que compensó el miedo por ego. Ahora vuelvo a vivir y estoy preparado para amar y enmendar mis errores”.

En el silencio de mi corazón, una lección ha quedado grabada a fuego “hay que ser observadores de nosotros mismos para poder cambiar los escenarios de nuestra vida”.
Real o irreal, somos cuerpo y energía, somos polvo en el universo. El secreto es unir esos lazos invisibles para encontrar el equilibrio y la armonía.
 


(Foto, versos y frases de Omar Jayyam de Google.)

lunes, 2 de abril de 2018

Vestidos de naranja con números de perpetua


Después de haber pasado un bonito día con mis amigos, soñando con mis primeros besos y caricias de ese chico cuya mirada me hipnotizaba…, mi vida cambió en el camino de vuelta a casa, cuando  el coche del padre de Clara se paró. De vez en cuando nos recogía para llevarnos a casa, pero, ese día, Clara estaba enferma…

-Te invito a merendar ya que quiero hablar contigo de la sorpresa de cumpleaños de Clara.

En el coche estaban dos amigos y fuimos los cuatro a una cafetería; no recuerdo mucho, me sentí mareada y volví a tomar consciencia cuando estaba en una cama y esos tres hombres maduros se reían y decían obscenidades. Sólo veía las sombras de sus máscaras.

No quiero imaginar lo que han hecho a mi cuerpo. Oigo palabras de amenazas que me hielan el alma… juro no contar nada… pero en el fondo de mi ser, sé que cuando esté preparada denunciaré estos actos indignos del ser humano, y, a esos tres depredadores con apariencias de señores los veré detrás de los barrotes vestidos de naranja. Cada uno esculpe sus cómos, porqués, delimita su parcela de hombre o bestia; cada cual elige su vida, todas las decisiones tienen consecuencias.

Al mirar a Clara, días después, los ojos se llenaron de amargas lágrimas, –ella me preguntaba ¿qué te pasa? Y, aunque, no era  culpable me alejé sin querer, no podía soportar su compañía porque veía a su padre con esa mirada lasciva que me helaba la sangre… aún, no estaba preparada para decirle la verdad. Me alejaba sin contestar, solo pensaba: “tu padre y sus amigos me han violado hasta hartarse, han robado mi primer beso y caricias”. Sabía por Clara que su padre, cada atardecer cuando volvía a casa, les daba un beso de buenas noches y se sentaba con su mujer a tomar una copa, para hablar de cómo había ido el día. ¡Qué lejos estaban de saber que el buen padre y ejemplar marido era una bestia sin escrúpulos, de vejaciones y afrentas, violador de niñas!

Me siento sucia, humillada y ultrajada, no sé si alguna vez ésta herida sanará, tendré que hacer acopio de todas  mis fuerzas para reescribir mi historia, una nueva historia serena y sembrada de flores de múltiples colores, algunas con espinas que me harán sangrar pero será por mis decisiones.

“La claridad viene con el valor y el coraje de mirar de frente para no sumergirse en el pasado y sentirse víctima el resto de nuestros días; las emociones tienen dos caras, hay que elegir siempre la positiva como la valentía y la sonrisa para que la fuerza y la voluntad surjan de ellas. Todos tenemos un destino y debemos ir a su encuentro”, palabras que mi madre me repetía una y otra vez para curar mis heridas en el cuerpo y alma.

Por fin, un día al levantarme y cuando miraba a mi madre, vi en la profundidad de sus ojos, la fuerza de ser mujer y madre; comprendí sus palabras “ser mujer significa tener coraje, voluntad, amor y fuerza, porque somos portadoras de vida y guías de nuestros hijos, no debemos aceptar maltrato ni violencia en nuestras vidas”.  Supe que había ha llegado el momento de pasar página y de denunciar esas violaciones.

Sé que durante toda mi vida habrá una espina de ese recuerdo y también sé que hay que luchar por la libertad  y la justicia para evitar que bestias humanas sigan destrozando la vida de otras personas. Al mirar de frente puedo ser feliz, las vejaciones y las  violaciones se pagan y esas tres bestias no necesitarán más sus máscaras porque ahora visten de color naranja con números de perpetua.

Los derechos humanos son un derecho intrínseco de cada ser, nadie puede estampar su sello de propiedad o su deseo en el cuerpo de otra persona; el ser humano no nació para ser mancillado.

Este relato es una denuncia a las violaciones, al maltrato, a la violencia, a las vejaciones  de mujeres, niños, minorías… Reclamo respeto y justicia para todos para que el orden en el mundo se restablezca y  los derechos humanos sean respetados.
(Foto "Naturaleza Sagrada del Ser Humano"