Nosotros somos el
camino y debemos crear nuestro propio recorrido, por sí solo el camino no nos
lleva hacia nuestro destino.
La vida de la gran
mayoría de los seres humanos se desarrolla en un laberinto: pruebas, trampas,
engaños, manipulaciones, comparaciones, divisiones, vidas llenas de dolor y
angustia. Para poder salir de esa vida
dolorosa y mediocre tenemos que dejar nuestra piel de lobo y hacer un
llamamiento a la concordia.
Nos habituamos a vivir en ese mundo de tragicomedia y caemos en la trampa
cubierta de flores que el laberinto nos presenta, cayendo en un profundo sueño
de inconciencia y dolor. La vida no presenta diversos y dispares escenarios;
las personas que encontramos manifiestan
diferentes reacciones debido a sus experiencias y emociones. Cualquier
confrontación nos hace vulnerables y el miedo nos hace realizar actos de los
que más tarde solemos arrepentimos.
Bajo estos parámetros
el camino que creamos es arduo y complejo porque nosotros mismos hemos puesto
nuestras propias trampas. No podemos ser sinceros y honestos si estamos en la
oscuridad de nuestro ego y orgullo.
Todos debemos poner
nuestra vida en su justo lugar, acciones y reacciones; hay que explorar nuestro
desorden más profundo para encontrar nuestro orden.
Debemos ser libres en
nuestra búsqueda de la verdad, osar la diferencia, aceptar que tanto la
alegría, el amor como las penas y el odio forman parte de nuestra naturaleza
humana. Vivimos vidas con sentimientos nómadas para no afrontar compromisos con
nosotros mismos lo que provoca huida y soledad que taladran nuestro corazón ya
de por sí muy frágil.
En este laberinto hay
muchas clases de reglas, normas y leyes que rigen nuestras vidas pero podemos agruparlas
en dos. Una, Ley del Gobierno y otra, Ley de la Conciencia. La Ley del Gobierno
es necesaria para mantener el orden y una convivencia pacífica, aunque es
imperfecta y contiene muchos talones de Aquiles. La Ley de la Conciencia es
innata a cada alma, por lo tanto personal, y nos incita a un comportamiento
correcto de respeto y justicia, de generosidad y tolerancia.
La Ley del Gobierno no
es suficiente para alcanzar la paz ni la justicia, hay muchos políticos y
personas influyentes que se creen por encima de la ley y hacen lo que desean
sin importarles las consecuencias hacia los demás. Muchos Gobernantes improvisan
sus decisiones con el consiguiente daño al pueblo, imponiendo sus leyes a la
fuerza. Los Gobernantes en lugar de unirse y buscar
soluciones para un mayor bienestar común se dividen para debilitar a los
ciudadanos y crear conflicto y sufrimiento. En este mundo global los pueblos
deben unirse y dejar de construir armas para erradicar la violencia y la guerra.
El Verdadero legado a la humanidad está en nosotros mismos, en nuestra Ley de la conciencia, en nuestra moral y
ética, en nuestro comportamiento justo y correcto,
esta Ley es el barómetro de nuestro propio desarrollo. Todos dejamos
nuestra huella positiva o negativa, en la familia, en los amigos, en los
colegas o incluso en las personas anónimas que nos encontramos una vez en la
vida; solo depende de nuestro comportamiento que sea una huella de amor o una
huella de violencia.
Tenemos en nuestro poder un saber universal sin fronteras, ni sexo, ni
credos. Todos podemos crear paz y amor, esperanza y concordia.
(de google)
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