Cuando una Mujer o un Hombre está en inferioridad de
condiciones, el otro propicia la violencia y la sumisión a través de su
superioridad. Si miramos a través de la Historia vemos que la Mujer ha estado
sometida al hombre y limitada en sus sueños y educación, estando, pocas veces,
su labor reconocida. Hay muchos aspectos hoy en día, donde aún sigue habiendo
esa desigualdad, por ejemplo en el campo religioso, la Mujer, aún no puede
llegar a ser su máximo representante ya que solo el hombre puede ostentar dicho
poder. En el campo político, pocas veces, se ve a una Mujer presidenta, aunque
empieza en algunos países a hacerse notar su presencia en el gobierno pese a
que en otros países es prácticamente nula. En el campo profesional siguen
habiendo grandes diferencias en todos los países del mundo, incluso
en occidente que tanto nos vanagloriamos de nuestra libertad e igualdad. El ser
humano Mujer durante años ha tenido que competir y sigue compitiendo para
demostrar que es capaz de hacer igual de bien las mismas cosas que
un ser humano Hombre, como por ejemplo acceder a un puesto de
trabajo y, en igualdad de condiciones, no le queda otra opción que aceptar un
salario más bajo. En el campo deportivo, hasta hace muy poco tiempo
los equipos femeninos estaban relegados a un segundo plano… Esta desigualdad e
injusticia debe terminar. Los seres humanos Mujer y Hombre son iguales, pero
con diferentes trajes corporales. No hay razón para seguir con esa lucha de
desigualdad, creer en la superioridad implica que existe inferioridad en la
otra parte. La balanza de la Justicia es igual -o debería serlo –
para todos, el equilibrio de la balanza debe ser perfecto, sin inclinaciones
hacia ningún lado.
Con mucho coraje, fuerza y valor se han ido dando pasos
para ir reconociendo a esa otra mitad de la Humanidad, la Mujer. El
ser humano Hombre va comprendiendo y aceptando que el ser humano
Mujer merece respeto e igualdad por ser una persona igual que él, incluso en
los países donde está relegada a un plano casi inexistente. La violación, la
violencia, el acoso, la injusticia están en nuestra mesa cada día, también en
occidente que tanto alardeamos de derechos humanos y libertad.
En este escenario de injusticia y desigualdad debemos
luchar por una justicia igual para todos. No podemos
seguir ocultando atrocidades bajo la etiqueta de cultura, tradición o creencia
y que la Mujer siga siendo objeto de cambio, de placer o mercancía de
compra-venta, es inaceptable. Los violadores y maltratadores, ya sea física o
psíquicamente, deben ser juzgados, sin excusas, como criminales
porque en realidad lo son, matan una parte importante de la persona a la que
someten. Las Leyes de igualdad y justicia deben promulgarse inmediatamente para
evitar más muertes e injusticias.
En pleno s. XXI me pregunto: ¿por qué se sigue temiendo a
la Mujer? Los hombres que así lo sientan deben replantearse dicha pregunta y en
lugar de encontrar un muro ante ella, deben ver un puente cuyo desafío es sobre
ellos mismos así se irá creciendo como personas.
El grito: “¡Basta ya de violencia y de injusticia!, es
unánime y se oye cada día en el planeta entero. Es responsabilidad de todos
luchar por los derechos del ser humano Mujer empezando en casa con
la educación igualitaria, dejando a un lado la diferencia entre machotes y
muñecas y continuando en la escuela, universidad, trabajo, sociedad, recordando
que sólo somos diferentes físicamente. El día de los derechos de la Mujer no se
limita al 8 de marzo, siempre está el día después.
Muchos hombres y mujeres desean crear universos donde se
pueda vivir en equilibrio, serenidad y armonía y no en luchas constantes como
se vive en la actualidad. Ha llegado el momento de que los conceptos erróneos y
la división de bandos masculinos y femeninos se barran de las conciencias de
los seres humanos. Es hora de unirnos bajo la bandera de la Humanidad donde
está impreso la Mujer y el Hombre por igual.
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