La Paz genera bienestar y
futuro a la gran mayoría de los ciudadanos, pero según parece la paz genera muy
poco dinero a unos cuantos. Algunos de los que tienen el poder de dirigir los
países tienen la enfermedad de la avaricia y codicia, solo piensan en acumular
más y más poder y nunca están satisfechos. La gran mayoría de las personas
desean la paz pero muchas voces están silenciadas, por eso la voz de la paz
grita una vez más que para una convivencia pacífica se necesita paz y no armas
para quitar vidas.
La paz y la guerra son
dos mundos diferentes, opuestos en violentos contrastes. Las guerras son
creaciones diabólicas de seres que solo se alimentan de odio, codicia y
venganza. La paz es una actitud individual ante la vida y como creía Pitágoras
y otros muchos sabios “con la paz se
puede llegar a crear una ciudad ideal y justa, siempre que sus dirigentes antepongan
el bienestar de los ciudadanos a los suyos propios”. La paz se siente en la profundidad de nuestra
carne y tenemos que formar parte de ella si queremos vivir en medio de la
abundancia, serenidad, bienestar y libertad.
La lucha entre esos dos
mundos de contrastes violetos debe acabar. Este trágico conflicto no puede
tener como solución más armas, más guerras, más muertes, más éxodos, más
crueldad…; para solucionar este conflicto los gobernantes, políticos,
financieros, religiosos deben implicarse seriamente en un compromiso
real y sincero, anteponiendo la vida y el respeto de cualquier ser humano al
poder o al dinero.
La crisis humanitaria que
en estos momentos padece el mundo es atroz debido -entre otros muchos
conflictos-, al gran éxodo de cientos de miles de seres humanos que se
encuentran en un estado de desesperación profundo porque sienten que su vida no
vale nada, no tienen presente ni futuro, y, su pasado es un infierno del que
han preferido huir y morir antes de seguir viviendo entre aves carroñeras. No
podemos olvidar a todas esas personas que han dejado sus vidas luchando por
encontrar un mundo mejor y debemos rendirles homenaje por su fortaleza y
determinación; a las personas que han logrado llegar a un destino, tenemos la
responsabilidad y obligación de ayudarlas y no podemos abandonarlas
encerrándolas en campos de refugiados donde la miseria, la violación y el
hambre son los reyes absolutos. Ya han sufrido bastante las consecuencias de
las decisiones de los que han generado las guerras. Todos los refugiados tienen
el derecho a ser respetados y a tener una vida digna.
Sin justicia
social no se puede crear una sociedad justa ni próspera, es necesario que
todos los seres humanos tengamos las necesidades primarias cubiertas -trabajo,
casa, sanidad, educación, seguridad, libertad-, para que podamos
vivir, aprender y seguir evolucionando, y, los responsables para conseguir dicha
justicia social son los dirigentes que tienen la obligación y responsabilidad
de cuidar y proteger a todos los ciudadanos y no solo hacer justicia social en
favor de unos cuantos.
La voz de la paz se oye
en todos los rincones del planeta porque es llevada por el aire que todo
atraviesa, y, dice ¡BASTA!, a tanta violencia y crueldad. Es el momento de que
el bálsamo de la paz cure las heridas del alma de todos los seres humanos para vivir
con dignidad, respeto, justicia y libertad en cualquier rincón del planeta
porque todos somos ciudadanos de la Madre Tierra.
Foto de la red
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