Como decía Mahatma
Gandhi: “La persona que no está en paz consigo misma, será una persona en
guerra con el mundo entero”.
¡Oímos el repicar de las
campanas pero no queremos oír su mensaje: “La Humanidad está sufriendo -confusión,
trastornos, conflictos, pérdida de valores humanos, guerras frías entre países para
dar “jaque mate”-; no solo sufre la humanidad sino el planeta, trayendo graves
consecuencias para todos sus habitantes -cambio climático con secuelas de
sequía, hambruna, desbordamientos de ríos, devastación, éxodo de miles de seres
vivos…-. Es hora de que las razas, las religiones, las culturas vivan en paz y
en armonía, respetando y apreciando sus singularidades para aprender todos de
todos. El amor creador nos concede a todos la libertad de ser, de crear y de
existir”. Seamos grandes de espíritu y abramos nuestra mente y corazón para
escuchar la voz del planeta y de la humanidad.
Todos somos marionetas
articuladas movidas por señoras y señores que controlan el poder
político, social, financiero, religioso... Los responsables de esta actual catástrofe
planetaria somos seres humanos y entre todos ellos estamos tú y yo. No podemos
permitir perder más tiempo entre diálogos sin compromisos ni acuerdos; el
tiempo no se posee ni se compra, el tiempo es efímero y cada segundo que pasa
no vuelve y las situaciones empeoran si no se han tomado acuerdos y compromisos
para solucionarlos.
¿Dónde estoy yo y mis
derechos? Se preguntan miles de personas que sufren en sus carnes ese caos de
miserias, injusticias, violaciones, violencias… La persona que sufre está
sumida en un pozo oscuro y húmedo de dudas y miedos que la devoran
interiormente, pues no comprende lo que pasa ni por qué los países lo toleran.
No es fácil asumir ese sufrimiento -a nivel personal o social-. No podemos
dejar de luchar para traer esperanza y crear un mañana mejor a esos corazones agarrotados
por el sufrimiento. Se pierde mucho tiempo en discursos y en disputas sin llegar a un acuerdo porque
nadie escucha a nadie, solo interesa acumular más poder.
Muchas decisiones dependen de gobernantes y líderes de países que controlan los
derechos humanos básicos como la
libertad y el respeto, guardados entre barrotes o bajo un mar congelado.
La respuesta a la
pregunta ¿dónde estoy yo y mis derechos?, vendrá cuando haya un diálogo
verdadero, cuando estemos dispuestos a cambiar y cuando todos podamos trabajar
para un mejor bienestar comprendiendo que la Humanidad es unión y no división.
Las personas que sufren persecución, maltrato, violencia, éxodo viven sin
esperanza y esto trae la enfermedad de la tristeza y si no se cura la esencia
de ese dolor puede generar, en un futuro próximo, en venganza y fanatismo creando
más daño y sufrimiento por la incomprensión y el abandono.
Es urgente que seamos
conscientes del sufrimiento ajeno y luchemos para que los que tienen en sus
manos el poder de decisión cumplan sus compromisos de lucha por un bienestar
común. Es la hora del cambio, de tomar consciencia y de empezar a escuchar el
mensaje que nos trae el repique de campanas y buscar soluciones verdaderas. Hay
que ser activos y dejar de ser pasivos. Todos somos responsables de nosotros
mismos y de nuestra familia, amigos, colegas, barrio, comunidad, ciudad, nación...,
en definitiva, somos responsables del planeta
y la humanidad.
Víctor Hugo decía: “No
hay mayor sufrimiento que la soledad”. Hay millones de personas que se sienten
solas, aisladas de sus derechos, de sus países, familias, incluso de su propio
ser porque sienten que ya no existen, pues han dejado de ser ellos mismos. La
soledad impuesta debilita los corazones y la mente de las personas y se combate
con generosidad, fuerza y valentía para
generar momentos positivos de alegría, solidaridad y entusiasmo. Recordemos que
los hechos mueven al mundo no las palabras.
La soledad impuesta
quiebra los derechos humanos y la fortaleza de la persona, nadie ha elegido
morir entre bombas y bajo los escombros, familias que han perdido todo pues el
amor y la vida han saltado por los aires por una mina o un misil… En el planeta
existe un lugar para cada uno de nosotros si
reforzamos los lazos sociales y culturales, sin imposición solo
aceptación de las diferencias, así debemos luchar para acabar con ese
sinsentido llamado guerra.
Es hora de que todos
juntos luchemos por un mandamiento superior que establezca que cada ser humano
es un tesoro al que hay que proteger con justicia, respeto, igualdad y libertad.
La soledad impuesta es
desgarradora y nos enferma de tristeza. La esperanza es el alimento del alma
para seguir avanzando. Solo la convivencia pacífica entre culturas, aceptando
las diferencias y compartiendo nuestra generosidad y solidaridad podremos unir
a la Humanidad.
Nuestros deseos de hoy
serán nuestras realidades de mañana.
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