Inteligencia, materia y vibración = Creación
Espíritu, conciencia y materia = Creación
manifestada
Inteligencia, Energía, Materia, Vibración,
Frecuencia =
Misterio Sagrado de la Vida
La Vida es materia, energía, inteligencia, vibración e información. Esta
energía que crea la Vida está en Todo, visible e invisible, y genera una
vibración particular en cada uno de nosotros según nuestra frecuencia. Cuando
nuestra vibración es alta, el bienestar, la serenidad, la alegría se unen a
nuestro Yo. En cambio, cuando nuestra vibración es baja, la apatía, la
tristeza, la confusión están presentes en nuestro yo, síntoma de que algo no va
bien.
Como todos los fines de semana voy de acampada al bosque que se
encuentra muy cerca de las montañas celestes. El contacto con los árboles y su
serenidad, el aire y la brisa, el río y su movimiento, las aves con sus cantos
y belleza; la calidez del sol que me proporciona claridad para observar mejor;
la belleza de la luna con su reflejo plateado en el lago, me hacen sentir que
la vida tiene un sentido más sublime que el de una existencia banal. El mundo
manifestado tiene un valor supremo porque es sagrado.
Como es habitual, mi tienda la coloco en un claro rodeado de árboles
centenarios. Dejo preparadas las piedras y unas ramas para hacer un pequeño
fuego más tarde. Cogí la mochila y, después de una larga caminata, llegué a la
“cola de caballo”. Me embelesa esa caída de agua envuelta en un manto de
colores cristalinos bajo los rayos del sol; su sonido estruendoso me hipnotiza.
El paisaje es bellísimo, el río acoge esas aguas y con dulzura las encauza
hacia el valle donde se refleja la belleza de las montañas. Vuelvo a sentir ese
lazo invisible que me une a lo divino al observar la belleza de la Naturaleza.
En ese momento de arrobamiento, me doy cuenta de que mi vida en la
ciudad me produce malestar —el ruido, la competición, el móvil— me provocan
ansiedad, tristeza, enfado, ira. Soy consciente de que necesito un cambio,
siento cómo mi cuerpo se relaja casi inmediatamente en este entorno de
bienestar y la meditación consciente se pone en marcha, el ritmo de la vida se
hace lento y apacible debido al silencio y a la compañía de la Naturaleza. La
persona que soy aquí me gusta, es real, no tengo que demostrar nada. Mi
respiración se llena de fragancias y partículas que me sanan.
El agua me embruja y me dejo llevar por ese sonido atronador y al mismo
tiempo delicado, que deja una huella en el devenir de los tiempos. —La unión de
dos gases (hidrógeno y oxígeno H₂O), crea el agua y hace que la vida se
organice como director de orquesta; otro misterio que debemos descubrir—.
Átomos que se entrelazan para formar la Vida. El misterio de la Naturaleza, su
alta vibración y frecuencia me hacen sentir pequeña y al mismo tiempo humilde
ante la grandeza de la Belleza.
Escucho una voz armoniosa, me giro para ver quién está detrás, pero
estoy sola en ese mágico lugar. Esa voz que surge de la naturaleza, la oigo
como ecos en mi interior: “El aire que respiras es el mismo aire que todos los
seres respiran, todos bebéis las mismas aguas, vivís en la misma tierra, todos
veis el mismo cielo y os calienta el mismo fuego”. En ese momento de
comprensión inmediata, me doy cuenta de la barbarie y crueldad de la que somos
capaces por imponer nuestro control. Lágrimas de tristeza empañaron mis ojos
por el dolor que causamos al otro injustamente. Esa existencia controladora,
sin sentido y cruel, es inaceptable en el mundo de la belleza y del amor.
En el camino de regreso, voy reflexionando sobre lo que he oído y tomo
conciencia del otro, de cualquier ser vivo y de mi interacción con ellos. Con
la llegada de la luna, vestida de plateados filamentos dorados, el canto de las
aves nocturnas bajo la cúpula estrellada y la fragancia de la noche, sentí que
lo divino está en cada átomo manifestado y no manifestado. Todo es sagrado, me
doy cuenta de que la Inteligencia sublime del Creador es perfecta —podemos
creer o no, pero no podemos negar esa Inteligencia—.
Vuelvo a oír esa voz y ahora soy consciente de que soy Yo; es la misma
voz de la naturaleza, del aire, del agua, de las aves, del cosmos. Siento que
los latidos del Todo se unen a los míos, todo es visible e invisible y todo
está conectado bajo el abrazo del Creador.
Cuando regresé a casa, algo en mi interior había cambiado para siempre.
Había tenido experiencias sublimes, sentía que por mis venas corría la energía
de la Vida. La competición y la
confusión quedaron atrás al tener un nuevo sentido en mi vida. La intuición, la
creatividad, la imaginación abren puertas a otra dimensión.
El espíritu y la materia, lo visible e invisible, coexisten en el ser
humano. El devenir de la vida nos señala el paso del tiempo en nuestro cuerpo,
pero en la naturaleza, con sus ciclos, el devenir es eterno.
El combate espiritual nunca debe cesar, pues nos llevará a descubrir ese
misterio sagrado de la Vida que es Inteligencia, Energía, Materia, Frecuencia,
Vibración.
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