Para terminar con éxito el puzle de nuestra vida y
alcanzar la puerta de salida del laberinto de nuestra historia, tenemos que
observarnos a vista de pájaro para ir comprendiendo y sintiendo nuestro cuerpo
físico, emocional, mental y espiritual en toda su grandiosidad.
Cada uno de nosotros somos los artesanos de las piezas
de nuestro puzle, siendo responsables de nuestras acciones y, por ende, de sus
consecuencias. A veces, por miedo, por no tener valor de cambiar nuestra
existencia, hemos decidido fabricar piezas de egoísmo, de ignorancia, de apatía
lo que genera el exilio de nosotros mismos porque no hemos querido
saber nada de nuestra grandiosidad y hemos olvidado nuestros sueños
y deseos por diferentes razones y, como consecuencia, nos sentimos vulnerables
por haber perdido la confianza al enterrar la valentía y la voluntad en el pozo
de la soledad y del sufrimiento.
Los guardianes de nuestra vida y de la naturaleza
habitan en las ciudades, en los pueblos, en las montañas, en los bosques, en el
mar… espíritus o seres invisibles que nos rodean para ayudarnos sin cesar; unos
los ven, otros los sienten, otros los niegan y hay otros que ni lo uno ni lo
otro, según sus creencias y experiencias. Seres invisibles que nos ayudan con
sus preguntas cuya vibración sentimos en nuestra conciencia. Miles de silencios
que siguen a esas preguntas por desconocimiento o por no querer saber.
Preguntas que nos alumbran como farolillos si deseamos ahondar en nuestra alma,
pero si cesamos en la búsqueda, los farolillos se apagarán ya que no sabemos
hasta donde podemos avanzar ni cuán largo puede ser nuestro camino.
El laberinto de nuestra historia está plagado de
trampas tanto físicas como psíquicas: enfermedad, depresión, apatía hacia las
cosas sencillas de la vida, y qué decir de las cosas más significativas porque
nos ahogamos en un mar de confusiones y miedos y no llegamos a tomar
decisiones. Tenemos miedo de cruzar la línea, tenemos miedo del cambio, tenemos
miedo a salir de nuestra zona de confort, porque nos hemos acomodado
en nuestra pequeña burbuja prefiriendo vivir ahogados en esas emociones que
nos hacen vulnerables y frágiles, olvidando que a veces una lágrima puede
elevar el alma y la autocompasión puede crear un surco tan profundo que será
muy difícil salir de él. Se requiere determinación y esfuerzo para romper la
burbuja y bajar al pozo de la soledad para recuperar la voluntad y el coraje,
imprescindibles ambos, para volver a encontrar la dirección del
camino.
Hemos vivido con muchas sombras, cadenas, miedos, tradiciones
y costumbres, hasta tal punto que se han hecho nuestra segunda piel, sin
pararnos a reflexionar si esas piezas que hemos fabricado procedían del amor,
de la verdad, de la honestidad o del miedo a Vivir nuestro destino.
Nuestro puzle se compone de miles de piezas y cada día
van cambiando según nuestras decisiones y con el paso del tiempo nos damos
cuenta de que mantenernos en nuestra zona de confort, con esa pasividad, no
trae nada bueno a nuestra vida. Cuando nuestros ojos saben ver detrás de las
apariencias, cuando la alegría falta en nuestra vida, es el momento
de reflexionar y decidir ¿qué es lo que deseamos en nuestra vida: armonía o
discordia? Pregunta difícil cuya respuesta está en la voz de nuestra
conciencia.
No podemos seguir haciendo oídos sordos a nuestro
corazón, a la voz de la naturaleza, al despotismo o indiferencia de los señores
que gobiernan ni al pueblo que sufre en un medio social de miseria y tiranía.
Nos dirigimos hacia un mundo de ciencia ficción, un mundo de robots, un mundo
donde las máquinas tomarán posesión de la vida dejando en la cuneta a millones
de seres, un mundo donde lo material prevalecerá sobre lo social y
lo humano. Hay que reflexionar y no seguir avanzando por ese camino. Camino
donde las personas pierden su dignidad y sin dignidad nos convertimos en
androides. No podemos sucumbir a la violencia, a
la rigidez de pensamientos, a las injusticias sociales o personales y debemos
ser implacables en la lucha por la paz, por la justicia, por el amor y por el
perdón para así crear un mundo mejor.
Hay que alejar sentimientos de
mediocridad, tener la voluntad de sacudir la inercia, la apatía, la desidia que
ahogan nuestras vidas, vidas de angustias, de miedos, de temores y de dudas
provocadas por esas emociones que nos incitan a quedarnos en lugar de salir a
buscar nuestro destino, San Agustín dijo: “avanza sobre tu ruta, ya que
ella solo existe por tus pasos”. Si deseamos avanzar
tenemos que ser los alquimistas de nuestras vidas para lograr nuevos retos y
sueños y llegar a nuevos derroteros, transmutando
por medio de la alquimia del corazón los pensamientos rígidos, la apatía, el
ego, el egoísmo… en entusiasmo, coraje y ganas de luchar.
El laberinto que es nuestra historia, contiene las
memorias del mundo, las pasadas y actuales. Todos los seres humanos tenemos
nuestra psicología personal y nuestra sensibilidad debido a nuestras
experiencias y por el contexto social en que nos movemos y vivimos. Hay que buscar la unidad
y dejar a un lado la división, unidos venceremos, divididos nos vencerán. Todos
tenemos la obligación y la responsabilidad de crear un universo a nuestro
alrededor de paz y amor.
No podemos olvidar que con nuestro libre albedrío Dios
nos dio la libertad, y nadie tiene derecho a quitárnosla; en el
gran puzle de la Humanidad, la libertad y el respeto son las piezas principales
para vivir en el principio sagrado de la Unidad, aunque para algunos, la sabiduría
del alma es locura para el ego humano. El laberinto tiene su salida por la
puerta del corazón de cada ser, que es, la puerta principal del retorno a
nuestra Casa, el amor nos conduce al Amor. Una vez pasada la gran puerta del
retorno nos encontramos que ya no hay cargas emocionales sino otros nuevos
horizontes, donde el amor, la paz, la sabiduría son los pilares de ese nuevo
alba, de esa nueva vida.
Algunas sabias palabras:
Confucio: “Pensar sin aprender es esfuerzo perdido;
aprender sin pensar, peligroso”.
Confucio: “Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo
entendí; lo hice y lo aprendí”.
Maimónides: “El riesgo de tomar una decisión
equivocada es preferible a la parálisis de la indecisión”.
Pitágoras: “Educar no es dar carrera para vivir, sino
templar el alma para las dificultades de la vida”.
Sócrates: “El orgullo divide a los hombres, la
humildad los une”.
Buda: “La máxima victoria es la que se gana sobre uno
mismo”.
(Imágenes de Google)
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