Son ecos en mi mente, las sombras
que entristecen los ojos que ríen, las muecas de sonrisas muertas, las palabras
dichas con silencios elocuentes… porque hemos dejado atrás la alegría de vivir.
Son ecos en mi mente, la nostalgia
de un pasado, de tal vez, una vida mejor si… ese amor no hubiera terminado; la
nostalgia de un amigo verdadero en quien apoyarme y llorar sin tener que
calcular mis lágrimas; la nostalgia de volver a ser yo y luchar por mis sueños
y celebrar la vida con fuerza y alegría.
Son ecos en mi mente, los llantos
de miles de personas que cruzan los mares sin equipaje, llevando puesta la
esperanza de lo que puede ser mejor, aunque terminen en prisión. Niños que ya
no tienen madre, madres que ya no tienen hijos, padres que han perdido todo, en
el mar o en la cruenta guerra de la tierra porque huyen de sus países donde el
terror es el arma de la violencia.
Son ecos en mi mente, la
tristeza de la gente y el vacío de sus vidas porque no escuchan a su alma sino
buscan propiedades, ya no se oyen cantar a las estrellas ni se escucha el sonido
de la música a través del saxo o de los tambores que llenan el aire de blues y
vibraciones.
Son ecos en mi mente, las
lágrimas de millones de almas que han cambiado sus casas por cárceles, la
muerte por la vida. Se han perdido las risas espontáneas de los niños y mayores,
así como el sentimiento de humanidad y solidaridad entre desconocidos porque el
mundo ha cambiado las risas por llantos.
Son ecos en mi mente, las
fragancias del aire puro y cristalino, de ese infinito azul salpicado de
estrellas; de esas aguas limpias donde nadaban seres sin miedo a morir envenenados.
De esos bosques milenarios destrozados por dinero. Ahora la naturaleza está
triste pero sigue luchando contra personas sin escrúpulos que no quieren oír su
llanto. Cuántas veces los árboles me cobijaron, regalándome la fragancia de los
pétalos que volaban en esa danza libre del aire; cuando el arrullo y la
delicadeza del agua me limpiaba el lodo de mis caídas y las heridas de mi alma,
haciendo emerger el diamante escondido entre tanto barro y dolor que guardaba mi
corazón.
Lucho para que el dolor de esos
ecos se transformen en ecos de luz y alegría, sentimientos de amor entrelazados
por hilos de colores tejidos entre todos los seres humanos formando un abrazo cálido, sin importar las
diferencias o creencias, solo, unidos por el amor y la empatía para que todos
vivamos en la paz y en la armonía.
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