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Ahimsa es vida

viernes, 30 de mayo de 2025

La Conciencia nos permite salir del mundo virtual y participar en la Vida.

 Vivir en el mundo virtual nos genera miedo porque no queremos ser diferentes, preferimos ser iguales a otros, aunque paguemos las consecuencias por no realizar nuestros deseos profundos para llegar a nuestro destino. Hoy en día parece que a los robots los queremos “humanizar” y a los seres humanos “robotizar”. El ser humano no es un robot, es un ser dotado de inteligencia y conciencia, somos polvo de estrellas.

Cuando tomamos Conciencia de que somos únicos, irrepetibles, que tenemos una inteligencia propia, una razón propia y una conciencia propia dejamos el mundo virtual para penetrar nuestro propio universo, alejándonos del ruido mental y exterior para penetrar el espacio interior de silencio y paz, nuestro verdadero hogar. 

¿Qué es vivir en Conciencia? Sin Conciencia, nuestra vida se desarrolla entre brumas y nieblas, impidiéndonos ver claro lo que pasa a nuestro alrededor. Si no hay claridad, nos perdemos en la confusión, ya que no vemos qué camino coger para llegar a nuestro objetivo, destino. La primera acción para llegar a ser conscientes es el autoconocimiento, conocerse a uno mismo, no solo para conocernos y conocer el universo, sus leyes y sus dioses. Conocerse a sí mismo va más allá de saber quiénes somos como personas; es saber que   poseemos una “Inteligencia superior y una Conciencia interior” y este conocimiento disipa la bruma y la niebla para llegar a un claro donde el sol brilla y convergen conocimientos diversos, donde el tiempo y el espacio no existen, pues estamos en otra dimensión de nuestro universo, comprendiendo al instante el sinsentido de perder el tiempo.

Cuando nuestra vida se desarrolla con Conciencia, empezamos a comprender la Vida en un sentido más profundo. Nuestro Yo experimenta y realiza vivencias que nos marcarán la vida. Cada día tomamos decisiones, reflexionamos y actuamos, si estamos de acuerdo con nuestra Conciencia profunda, actuaremos de acuerdo a ella y no a las circunstancias exteriores —lo justo, justo es; lo injusto, injusto es—. Esto nos proporciona claridad y determinación, porque nuestra voluntad se hace más y más fuerte, no hay tormentas que la muevan.  Por el contrario, si no somos conscientes de nuestras reflexiones y acciones, actuaremos como robots viviendo una vida pasiva.

Con la Conciencia, nuestra capacidad de pensar cambia al elevar nuestros pensamientos, pues tomamos distancia de las situaciones exteriores con respecto a nosotros mismos, a lo que sentimos y con la relación con los demás. Este lazo de elevación nos ayuda a observar nuestras acciones y reacciones para comprenderlas y analizarlas bajo una perspectiva superior. Nos preguntamos por qué hacemos esto, por qué sentimos esto, etc., y vamos obteniendo respuestas sinceras que se irán afinando con la vida. Es un proceso de transformación y no podemos saltarnos ningún paso.

Hay dos elementos imprescindibles para ser conscientes: el silencio y la soledad. El silencio es necesario para poder oír nuestra voz interior que nos guía a través de la intuición, de la empatía, de mensajes de ayuda y colaboración. La soledad es necesaria para apreciarnos, para llegar a conectar con nosotros mismos, para sentir esa brisa ligera y amante que nos rodea. En esas circunstancias de silencio y soledad, establecemos un diálogo con nosotros mismos, empezamos a conocernos, a no juzgar, a no implicarnos en situaciones conflictivas que no son nuestras, aunque nuestra amiga, la culpabilidad nos haga sentir lo contrario.

Vivir en Conciencia nos permite desarrollar una inteligencia más sutil para comprender conocimientos más complejos (diferentes lazos que se entrelazan), lo que nos permite activar el discernimiento al estimular nuestra memoria, traspasar esa capa de olvido en la que todos estamos envueltos en nuestra encarnación. Es imprescindible recordar, para reconectar.

Estos conocimientos complejos y sutiles nos llevan a la esencia de la Vida, a la Unidad, comprendiendo que todo es multiplicidad. Esta comprensión nos transforma en un ser Humano cuya Conciencia se expande más allá de nosotros mismos. 

Vivir en Conciencia es saber que todo tiene su lugar y esto nos hace libres para reflexionar y elegir nuestras acciones, sentir nuestras emociones e ir transformando la dificultad en bienestar, dejar nuestra sordera mental para penetrar en nuestra mente universal.

               (Faro de Punta del Hidalgo. Tenerife)

miércoles, 21 de mayo de 2025

Catedral de palabras

La Vida es movimiento, energía, vibración, información, inteligencia que circula a través de la materia para crear manifestación; la Vida no es inerte y nos habla con silencios musicales que provocan alegría, este silencio lleno de Vida es el idioma universal de todos los seres del cosmos y de Gaia. Toda nuestra realidad está interconectada.

Nuestra catedral de cristal está en nuestro interior; cada uno posee la suya, pues, es la sede de nuestro diamante de luz. Al interior de esta catedral diamantina, la fuerza de la Vida va creando nuestra realidad de acuerdo con nuestras memorias, decisiones, conciencia, etc. 

En el ser humano, el pensamiento y la palabra están imbricados y son   inseparables. Cuando reflexionamos antes de hablar, nuestro lenguaje es más conciso, claro y rico, lo que permite definir mejor nuestras relaciones, a través de diálogos y sentimientos, aportando un mayor bienestar a nuestra vida.  Sin embargo, cuando hablamos sin reflexionar, estamos en la opinión vacía que suele traer confusión porque es ruidosa y sin sentido y esto lleva a múltiples conflictos. Dependiendo si somos conscientes o no, al hablar, nuestro lenguaje estará cargado de energía positiva o negativa, depositando dicha carga en la interacción entre nosotros y el otro, entre nosotros y la naturaleza, entre nosotros y nosotros mismos y entre nosotros y el cosmos.

Así, todo está interconectado, todos los seres vivos se comunican, unos con palabras y otros con vibración. La palabra transmite nuestros pensamientos, emociones, sensaciones, ideas; es una fuerza muy poderosa y tiene una función afectiva —dialogamos, escuchamos al otro, nos acercamos, es un momento íntimo, de amistad, de cariño, contamos confidencias, vivencias profundas con sentimientos y emociones— o fría —discutimos, nos alejamos y herimos produciendo violencia, destrucción y dolor—.   Todas estas palabras se transforman en vibración y pueden ser oídas, sentidas no solos por los humanos, sino por todos los seres de la naturaleza, dejando nuestra huella, de alegría o sufrimiento.

Reflexionar es un arte y es previo a empezar una conversación honesta y real. Debemos ser capaces de debatir, de aceptar lo que el otro tiene que decir y admitir que no sabemos todo, así se irá tejiendo una red de conocimiento libre entre los dialogantes porque no se impone tener razón. No olvidemos que todos llevamos en nuestro interior los útiles necesarios para construir nuestra catedral de palabras cuya esencia imprescindible es el Amor que conlleva generosidad, respeto, alegría…

Esta red de conocimiento sutil e individual nos evita la confusión y, sobre todo, a no vivir bajo una tutela que no deseamos, a no pertenecer a esa “masa” donde todos caminan al paso del señor que la dirige, creando una falsa bandera de bienestar. No olvidemos que cuando vivimos en la “masa”, el que nos dirige también aprende a hablar, a entonar, a gesticular, para convencer y controlar mejor los pensamientos del que lo escucha. De ahí la importancia de conocer nuestra intención detrás de nuestras palabras, saber lo que deseamos para no caer en la trampa o crear discordia.

Como decía Viktor Frankl: “El hombre no es solo el producto de sus circunstancias; también es el producto de sus decisiones”. Todos decidimos, aunque nos dejemos llevar por la ola de confort en que vivimos, imitando a otros que no conocemos, pero creemos que su influencia es beneficiosa, así negamos nuestro don sagrado de pensar, de ser libres, en favor de esa “masa”, para vivir arropados por ideologías de otros, caminando al mismo paso bajo el poder hipnótico y acabando como sonámbulos en nuestra vida —es mejor no pensar, así tendremos amigos y seremos aceptados, ya que la diferencia siempre es sinónimo de soledad—.

Lo más triste es que se penaliza y castiga a los que piensan de forma diferente, a los que defienden que la vida no es homogénea, sino plural y compleja. Esta ruptura de vida crea realidades diferentes al no estar sometidos al “otro”. Esas personas “diferentes” no forman parte de la “masa” y por ello molestan a los demás por su libertad interior, independencia, lucha, porque nadan contra corriente para llegar a su destino, cueste lo que cueste. Estas personas “diferentes” han comprendido que debían transmutar sus átomos de discordia en concordia para poder penetrar en la catedral de cristal, sede de la sabiduría del espíritu, y poder transmitir ese lenguaje sutil de silenciosas melodías.

En la catedral de cristal, diamante de luz, se guarda la energía del Alma. Cuando construimos nuestra catedral de palabras, oímos la voz del Alma. Todos somos constructores de catedrales.

 


                (Dibujo Lorena Ursell. “Biografía de mi Alma”)



martes, 20 de mayo de 2025

Gaia, bosque universal sagrado

La Naturaleza está formada por células de materia que corresponden a la vida terrestre, al igual que los seres vivos que la habitan, incluidos los seres humanos. Sin embargo, toda fuente de Vida proviene de la energía vital del Alma; sin esa energía vital, nada existiría. La Naturaleza es, pues, un ser vivo que interacciona con todos sus habitantes.

Oigo y siento, en lo más profundo de mi ser, el lenguaje universal de la Naturaleza. Mi consejero y amigo, el “Roble”, mi árbol sagrado, que tanto me ayudó y me sigue ayudando, me enseñó que la Naturaleza es alegría, que debía abrir mi corazón para poder oír sus palabras y melodías y ver y sentir la esencia de la belleza en sus colores y fragancias. Desde mi encuentro con él, hace varias décadas, mi vida cambió profundamente y el amor por la Naturaleza y la Vida creció abriéndome a nuevos horizontes. Me gustaría compartir parte de esas enseñanzas y vivencias para que seamos conscientes del lugar en que vivimos y de los compañeros que tenemos.

Como sabemos, el ser humano es el intermediario entre el cielo y la tierra, así como los árboles, gigantes verticales, que absorben la energía solar y la transmiten al mundo subterráneo para su alquimia y hacer brotar las semillas. El mundo subterráneo es un lugar mágico donde miles de animales fertilizan a la tierra y las raíces de todos los vegetales se comunican, se ayudan y guardan su memoria para renacer continuamente según sus ciclos naturales.

En la antigüedad, el humano y la naturaleza formaban la Unidad. Nuestros ancestros tenían un gran conocimiento de las leyes universales y vivían conforme a ellas.  Hoy en día, el ser humano se ha distanciado de la naturaleza, de sus leyes naturales y la ve como algo separado, por este motivo no vemos la excelencia de otros pueblos, y esa diferencia nos produce confusión al vivir en las apariencias de la vida social, cuando en realidad esa Unidad es un tesoro que palpita en nuestro interior.

Los bosques han estado en la tierra desde hace millones de años y los seres humanos que la habitaban vivían en armonía con ellos y sus habitantes. Nuestros ancestros sabían que la Naturaleza es una inteligencia colectiva, que todo está unido porque todo procede de la misma energía, aunque todo lo manifestado sea diverso y múltiple. Para comprender esta enseñanza tenemos que unir y no dividir. No podemos seguir destruyendo nuestro medio de vida porque destruimos nuestras vidas. 

Estos bosques primigenios enseñaron a los humanos sus secretos, se establecieron lazos de cooperación, amistad, respeto, conocían la magia de sus espíritus y guías, ya que interactuaban para establecer la armonía. Conocían el lenguaje universal de la Tierra, la existencia de los mundos invisibles y visibles; subterráneos y manifestados; por ello conocían los ciclos de la naturaleza, ese movimiento vivo que es renacer continuamente. Los autóctonos de todos los países del mundo saben que el bosque sagrado de la Naturaleza es fuente de Vida, medicina sagrada para todo aquel que lo necesite y lugar de descanso de todos sus habitantes.

En nuestro mundo actual observamos la vida desde una pequeña perspectiva, investigamos en nuestros cuerpos biológicos desde la muerte, no tenemos en cuenta la fuerza vital de la Vida. Nos hemos alejado tanto de las leyes naturales de la Naturaleza que hemos olvidado que somos parte integrante de la Energía Universal creadora porque somos seres de luz y humanos, espíritu y materia. 

Gaia es un lugar sagrado y contiene la energía vital necesaria para crear vida. Solo hay que abrir el corazón para sentir esta energía universal. Estos bosques sagrados se encuentran por todo el planeta y no pertenecen a ningún pueblo o raza porque son nuestra herencia sagrada. Cada país, cada cultura aporta su sabiduría, de ahí la importancia de respetar a todo y a todos.

El lenguaje universal de la concordia forma parte de nosotros y de nuestros ancestros, de los bosques, de Gaia y del cosmos. Todo en el cosmos interactúa con la Naturaleza, ya que es tierra ancestral y su energía proviene del Alma creadora.

La Vida de Gaia, nuestro querido planeta, habla con silencios musicales para que nuestra vida sea alegre y nos unamos a ese árbol vertical que solo espera un abrazo para ayudarnos a comprender y a elevarnos.


(Dibujo Lorena Ursell. Libro "Biografía de mi Alma")

 

domingo, 23 de marzo de 2025

La Presencia

 

La Presencia posee un lenguaje enigmático para que podamos sorprendernos al representar nuestra realidad. Su sonido es el silencio y habita en nuestro interior.

La Presencia me comunica que no soy la persona que vemos, sino que soy la Presencia que me engloba.

La Presencia se desvela a cada uno de nosotros en pequeñas dosis, para que nuestra sensibilidad la pueda asimilar y así vibrar en armonía celestial.

La Presencia es el tambor de los latidos de mi corazón que me une al otro con hilos de oro.

La Presencia es la poesía antes de manifestarla en esa hoja pura, libre, que contiene las fragancias de los silencios, ritmos, símbolos, porque solo así se puede expresar su magnificencia.

La Presencia me devuelve la imagen de la luna cuando miro a través de los cristales y el espacio azul zafiro me envuelve para oír la sinfonía del cosmos.

La Presencia es como una cuerda de violín que nos hace sentir nostalgia de la melodía del viento para que su caricia pueda ser sentida por su alma.

La Presencia es esa energía que todo envuelve, crea y da vida; es la certitud de que somos terrestres y celestres, viviendo al ritmo del eterno retorno. 



domingo, 2 de febrero de 2025

Ideas que bailan

 

¿Cómo se puede romper la voz del viento? ¿Cómo se pueden sentir tus manos sin caricias?

¿Cómo se puede crear una idea que proviene del alma? ¿Cómo dar vida a esas ideas que bailan?

Preguntas que nacen con el alba,

descansan con la luna

para que los sueños les den vida

y al despuntar el nuevo día,

mi ser pueda recordar

las formas de las ideas que bailan.

Soy una cometa

que vuela con el viento,

bailando al compás del silencio,

asciendo, asciendo, asciendo,

hasta que alguna cuerda invisible

me enrosca y me quedo atrapado. 

Con el tiempo,

el viento hará que vuelva a volar

llevando mis deseos y plegarias

a ese océano invisible

donde habitan las brillantes estrellas,

lugar de residencia de las almas

que me miran desde el balcón del universo,

sonriendo y haciéndome sentir

que nunca estoy solo.

Imaginación, sensación, percepción,

son necesarias para ver

esas cuerdas invisibles que me atan

y así poder librarme de cadenas de apariencias

que solo me llevan a enroscarme

en mi propia miseria.

Esas preguntas ahora tienen respuestas

porque se han entrelazado

con las notas musicales universales

que hacen que mis ideas bailen. 

Mi clave de sol dio origen a la partitura de la vida alegre y triste, de tonos ascendentes y descendentes, de espacios de silencios y sonidos, sinfonía armónica donde mis ideas bailan la danza del cosmos y yo soy el director de orquesta.

(Dibujo del libro, "La Sabiduría de las Palabras")

jueves, 12 de diciembre de 2024

Confidencias de las estatuas

 “Dicen que Miguel Ángel Buonarroti, antes de empezar una escultura, iba a la cantera para sacar el mejor bloque para su nueva obra. Para ello debía sentirlo, acariciarlo, entrar en él para conectar con su esencia. Así sabía si ese bloque era el que él necesitaba para su obra”. En esto pensaba cuando terminé de hacer la maleta. Cogí las llaves del coche; revisé que todo estuviera en orden en el piso y cerré la puerta.

Empieza la aventura de mi nueva exposición. Esta vez, el entorno elegido ha sido un precioso parque a las afueras de una pequeña ciudad rodeada de naturaleza. El precioso río, que fluye con gran ímpetu creando el eterno movimiento de la vida, divide la ciudad en dos y su fuerza me cautivó.  El agua tiene un poder sorprendente sobre mí, me quedo absorto mirando la belleza del baile entre el aire y el agua, acompañado de la armonía natural del canto de los pájaros y el saludo de las ramas de los árboles.

 Mi escultura es un tanto singular, pues según el ángulo de observación, será visible o invisible porque está hecha de piedra e hilos transparentes y según la luz se verá en su conjunto o solo en parte.

 Los antiguos escultores sabían que las estatuas no son solo bloques de piedra vacíos, sino que tienen vida propia, por eso sabían observar la potencia que las habitaba. El artista del cincel sabe que hay que sacar lo superfluo de la piedra para que la imagen que tiene en mente se realice, por ello siente empatía con ella. Sabe que su obra está viva, que le gusta la soledad porque es libre en su silencio, que admira la belleza que la rodea, que siente el viento que la abraza, la calidez de los rayos del sol y cómo la lluvia acaricia su piel; que percibe la vibración de la alegría de la vida que la rodea y más alegría siente aún, cuando alguna persona se acera y la acaricia para sentir su fuerza. La humildad y el respeto que ofrecen las esculturas a las personas que las admiran, hacen que sean obras maestras. 

La exposición fue todo un éxito, aunque hubo poca asistencia; sin embargo, los pocos que fueron, comprendieron que la estatua estaba dividida en partes para que los ojos que la admiraran pudieran imaginar creaciones en sus mentes —los pies bailan y avanzan; las manos abiertas se llenan de alegría y tristeza; la cabeza muestra nuestra identidad donde somos libres o esclavos—.  El conjunto es un jardín cuya vegetación derrama fragancias que elevaban o disminuyen los sentidos cuando contemplamos nuestra propia obra maestra, nuestro yo.

Cuando regresé a casa, algo había cambiado, aunque todo estaba como lo había dejado; la luz del atardecer entraba por la ventana y en ese momento me sentí estatua, lleno de vida, rodeado de soledad, serenidad y silencio.

 La aurora anunció la inminencia de un nuevo día y, entre sueños, oí las palabras de mi maestro: “Sé consciente de tus musas para ser consciente de tu inconsciente”.

(Dibujo libro "La Naturaleza Sagrada del Ser Humano")

sábado, 30 de noviembre de 2024

El arte de la alquimia mística

 Somos hijos de la tierra y del cielo estrellado; por lo tanto, somos artesanos alfareros de nuestra obra. 

 La desventura, la humillación, la manipulación producen un dolor profundo que deja una huella para siempre si no sabemos sanarla desde su esencia. Para ello es necesario atravesar el abismo entre la discordia y la armonía.

 La vida comienza con caminos de esperanzas que van cambiando o no, de acuerdo a nuestros pasos; llegado el momento, los recuerdos de esa vida, que son un baremo de nuestras vivencias, nos harán tomar conciencia de nuestras decisiones, porque somos capaces de elegir entre el bien y mal en nuestro corazón.

 La alquimia trabaja en profunda correspondencia con la mística para ennoblecer a la humanidad, uniendo el alma humana con el alma suprema del universo. El profundo deseo de saber nos lleva a realizar el máximo esfuerzo, antes de juzgar lo que desconocemos, debemos estudiar e investigar para comprender que la Sabiduría nos enseña que el corazón es libre y debemos encontrar el coraje para seguirlo, solo bebiendo de ella seremos conscientes de que la naturaleza en toda su gran dimensión es un ser vivo, que todo está en correspondencia (emociones con colores, planetas con metales —el sol con el oro, la luna con la plata…–); comprendiendo la interdependencia universal asumiremos nuestro rol en la tierra con tolerancia, respeto y compasión.

 La mística es el camino espiritual que conduce al ser humano a la unión íntima con lo sagrado, a través de nuestro interior —somos maestros y discípulos, a la vez—, lo que nos permite trascender lo irracional; comprender que somos espíritu y materia. El espíritu se encuentra en cada lugar, cosa y en cada gesto, pues es la fuerza esencia que ES, materializándose en nuestro cuerpo para que podamos vivir, existir y ser; llegado el momento, la materia, también, se espiritualiza para comenzar conscientemente el camino vertical hacia los recuerdos primigenios. Esta energía, si no la sentimos y experimentamos, está fuera del razonamiento humano.

 La alquimia es universal, ha estado presente en todas las civilizaciones antiguas —India, Egipto, Persia, China, Grecia antigua…—, es decir, es tan antigua como el ser humano.  Los antiguos alquimistas dejaron símbolos, imágenes para que otras personas pudieran comprender y descodificar esos “códigos”, ya que esos símbolos tocaban algo universal en su interior y abrían puertas en su mente, por ejemplo, la unión del sol y la luna como ejes de la vida. También esos alquimistas comprendieron que la naturaleza es una fuerza viva que contiene todo el conocimiento terrestre, pues sin ella nada existiría, ni siquiera nosotros, sin embargo, para adentrarnos en esa sabiduría hay que respetar sus leyes naturales (observarlas, conocerlas, comprenderlas) para que sus misterios nos sean revelados.

 La mística y la alquimia se unen para realizar la transmutación (cambio de conciencia) en el corazón/atanor, donde los contrarios se disuelven y se crea el nuevo embrión de nuestro ser. De ahí la importancia de la alquimia en nuestra vida.  Lo sagrado no puede disociarse de la conciencia humana porque forma parte de su constitución, es un elemento de su estructura. Lo sagrado nos lleva a desvelar el misterio del hombre universal. Lo sagrado es lo que da sentido a nuestra vida; somos conscientes de por qué hacemos las cosas.

 Cuando Carl Jung descubrió la alquimia, la consideró vital para conocer y transmutar la psicología de las profundidades.

 “El yo es el centro de la conciencia, isla, (mundo conocido) que existe en el océano inconsciente (mundo desconocido), sede del Ser. El objetivo de cada ser humano es llegar a la individuación, ser indivisible, unidad.

Jung marcó cuatro etapas que debemos recorrer para llegar al Ser: 

Primera. Es la etapa de la confusión, de lo que no aceptamos, de lo que negamos. Nuestro yo se enfrenta a sus sombras.

Segunda. Es la fase de la correspondencia, todo está entrelazado. Asumimos, aceptamos, observamos sin juicios nuestras sombras. Es la etapa de la purificación. Es aquí cuando nos volvemos más seguros de nosotros mismos, empezamos a tener consciencia de nuestra isla y de nuestro océano. Empezamos a cambiar nuestra actitud.

Tercera. Encuentro con los arquetipos del subconsciente. El hombre posee parte femenina (Anima) y la mujer parte masculina (Animus). Uniendo a los contrarios nos elevamos como seres completos, sin discriminación. Aceptando que somos un todo, nos abrimos a una energía más sutil.

Cuarta. Es la unión del Ser con la Luz. Ser un humano universal que trasciende culturas, civilizaciones, tiempo/espacio”.

 La mística y la alquimia nos llevan a la búsqueda de lo Absoluto. La bondad en el corazón es necesaria para iniciar el proceso en el atanor, horno alquímico. Estas pinceladas que he expuesto, son para que podamos comprender el proceso que se repetirá a lo largo de nuestra vida, una y otra vez, a medida que vayamos avanzando y evolucionando en nuestra conciencia.

 El ser humano que busca conocerse es porque siente nostalgia de su Ser (aunque sea inconscientemente), se esfuerza por encontrar el sentido de su vida, y aunque su confusión y dolor lo hagan caer cientos de veces, su deseo de saber se fortifica para seguir su búsqueda; es vital conocer la intención de nuestros actos. 

 En nuestros días hemos dado la espalda a nuestra isla y océano, conciencia e inconsciencia, lo que nos genera confusión, malestar, violencia, ira al alejarnos de la unidad porque nos identificamos a las máscaras de las apariencias, estamos tan absortos en nuestro pequeño ego que creemos que somos más inteligentes e importantes que la naturaleza, cuando en realidad debemos ser humildes ante ella.  

 La mística y la alquimia espiritual se revelan a través de imágenes, símbolos para que podamos entender como humanos su significado, que no son fantasías imaginativas. Ambas ciencias se experimentan en nuestro interior y están envueltas en secretos, misterios que hay que investigar y descubrir para comprender que es en la unión de los contrarios cuando se engendra el embrión de la Unidad.

 Realizar el arte de la alquimia mística como símbolo y conexión entre lo terrestre y celeste y viceversa, nos lleva a construir el puente que une el alma humana al alma suprema del universo, pues, somos hijos de la tierra y del cielo estrellado.