Vivimos en un mundo apresurado regido por el reloj, el móvil, la tensión, el miedo y nuestra rutina es tan importante que si hay un imprevisto y no somos flexibles, nos hundimos con él, no sabemos reaccionar ante un hecho inesperado. Nos hemos olvidamos de vivir, de respirar, de observar, de reflexionar, de explorar y vivir la aventura, de estar disponible, del cambio...
Necesitamos aire fresco para renovar nuestros pensamientos y poder reflexionar, pensar, actuar con sentido común, saber donde estamos y hacia donde vamos, para tener nuevas ideas, nuevos proyectos. No podemos estancarnos en la monotonía y soñar, para soñar necesitamos sentirnos libres interiormente, buscar, indagar, preguntarnos, saber, conocer nuestras necesidades físicas, mentales y espirituales, para soñar necesitamos la caricia suave y la fragancia del frescor, una sombra donde refugiarnos, dejar que el aire nos acaricie las ideas y que ese leve roce nos de la fuerza para osar nuestro sueño.
Tenemos que estar preparados y ser flexibles para el cambio, para recibir, para compartir y para entregar, todo esto forma parte de la vida; tenemos que abrir la ventana y dejar entrar aire fresco, renovar el ambiente de los pensamientos cargados de ideas negativas y nefastas, renovar todo lo que nos absorbe nuestras energías y nos deja tirados por el suelo como colillas.
Necesitamos creer en nosotros mismos, necesitamos creer que el presente lo podemos cambiar para que el futuro sea mejor, necesitamos ser unos guerreros de la paz para construir un mundo mejor sin violencia, un mundo cristalino y hermoso, esto no significa que no vayamos a tener problemas, que sí los tendremos pero si nuestro mental está predispuesto al cambio, a lo positivo, a interrogarnos para descubrirnos, si estamos dispuestos a saber quienes somos y buscar soluciones a nuestros problemas, entonces y solo entonces habremos encontrado la serenidad que nos trae el aire fresco y que ha renovado nuestro pequeño universo.
Para el cambio hay que estar preparados física, emocional, mental y espiritualmente, todo forma parte integrante del ser humano, hay que buscar el equilibrio en nuestra vida física y en el espíritu -esa mano invisible que nos guía si se lo permitimos-, solo él nos ayudará a encontrar el camino, no es el mental con su ego y orgullo o las emociones disparatadas o un cuerpo escultural. Solo tenemos que abrir la ventana, mirar al cielo y ver universo y dejar que el aire de la renovación nos equilibre y nos guíe hacia nuestro destino, LA VIDA.
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