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Ahimsa es vida

viernes, 31 de mayo de 2019

La filósofa soñadora


Por la noche me acosté sin pensar en el mañana, di por hecho que todo sería igual, pero mi vida cambió esa mañana de primavera cuando el sol encendía sus luces y sus colores de fresa y mandarina nos anunciaban un nuevo día; unos golpes en la puerta y mi amigo me vino a decir que tenía que marcharme a toda prisa porque mis ideas de cambio, tolerancia y apertura molestaban a los que ostentaban el poder; su tic nervioso me hizo comprender la convulsión de su alma y la urgencia en mi huida.

Salí de mi casa con el mínimo equipaje y empecé a caminar sin rumbo ni dirección, solo deseaba salir de esas murallas -que no solo nos defienden del exterior sino que también nos limitan nuestros pensamientos y libertad porque no quieren que las miradas se pierdan camino del horizonte-. Caminaba, caminaba…, estaba tan cansada no solo por mis pies con llagas sino de tanta ignorancia, injusticia y represión.  Mis pasos acompañaban a mi rosto marcado por el tiempo que huyó del país de la sombra; -en momentos sombríos recuerda que “la verdad duele porque nos hace crecer, pero nos proporciona serenidad que es la flor del despertar”,  me repetía, una y otra vez, la sabiduría del alma vieja de mi padre-. Con estos ecos llegué al desierto cuando el sol se teñía de púrpura –unos recuerdos sangrantes volvieron como un azote a mi corazón que añoraba lo que tejió con otros corazones amantes y sabios, parece que sucedió hace tanto tiempo que no queda huella porque mi tristeza todo lo envuelve de angustia y nostalgia. Apareció la primera estrella y me ofreció su luz y alegría, mi alma se lo agradeció recuperando sus colores dorados con suaves melodías y, en ese momento, prometí que la voz de las ideas de libertad sería una voz viva y viajaría a través del aire y de los corazones vivos a todos los rincones del mundo y no sería apagada ni encerrada por la opresión porque esa voz es la llama del alma.

Empujada por el viento he navegado entre olas amargas, lluvias torrenciales y brisas cálidas hasta que llegué a la orilla del desierto de dunas doradas. Mi soledad me ha devuelto el silencio, y, oigo la risa de mis reflexiones que me dicen: “siente la presencia de tu alma y no dejes que los vientos de esa enfermedad de violencia y opresión que viaja en el alma de esos déspotas que corroen la esperanza, sequen tu fuente de agua del conocimiento porque ellos han olvidado lo que significa tener sed.  Los que dudan de sí mismos se pierden en el laberinto de la vida, no es bueno devolver los golpes sino evitarlos. Lo más hermoso del mundo es el conocimiento, la sabiduría, la sed de la verdad y nada lo podrá destruir porque habitan en el corazón de cada hombre y mujer que saben que la esperanza siempre ha de volver”.

Desde que me fui he hecho muchos amigos en el camino, conversando con todo aquel que quería compartir su ciencia, secretos y sabiduría; por las noches dialogaba con mi sabio consejero, el silencio; contemplaba los diamantes en el cosmos negro y profundo como un abismo donde solo el amor reside y es guardián de  grandes secretos a través de milenios  -mixtura de lo sagrado  y profano-, creando un puente entre lo divino y humano, ambos, engranajes de mi alma que siempre me han ayudado. Los recuerdos y saberes se agolpan para salir en estampida, la puerta se ha abierto y entra aire fresco, las ideas, pensamientos y palabras bailan con el viento sembrando nuevos amaneceres que emergen desde las profundidades del océano.

Un atardecer, sentada sobre una duna, sintiendo la arena en mis pies y manos, mirando al mar que jugaba con las olas borrando huellas en la arena, me vino ese recuerdo tan querido a mi alma, el encuentro de aquel hombre silencioso y delicado, alto, enjuto, amable, sonriente, yo tenía 7 años, me llevó a su casa y me acogió en su familia para siempre; me enseñó muchas disciplinas pero la más importante fue la de unir lo sagrado y profano. Tenía un medallón que siempre me gustó. Al cumplir trece años me lo regaló -una estrella de cinco puntas, en el centro un sol y dentro un corazón; en la cara opuesta, había grabada una flor-.

El medallón tenía el secreto de la noche de los tiempos y me enseñó a soñar y a volar hacia ese puente entre lo divino y humano, me imaginaba caminos mágicos de flores y viejos árboles donde las ninfas bailaban y me hacían compañía.  Soñaba con conversaciones donde todos aprendemos de todos y compartimos saberes. Soñaba con gobiernos limpios y leales al pueblo, donde la opresión daba paso a la libertad. Soñaba con sentir la fragancia del Amor para poder romper cadenas y conocernos mejor. Comprendí que el océano no pertenece a las olas, que las olas crean caminos sobre la arena que el agua borra y que el amor revitaliza todo aquello que no florece tanto en el alma como en la tierra porque penetra a través de la piel y de la piedra.

Durante un tiempo, mis sueños de libertad y aromas se volvieron sombríos porque me aprisionaban  murallas de personas cuyas ideas estaban llenas de odio y rabia por tabúes, prejuicios, temores…; pesadillas que vuelven con la niebla de la noche como fantasmas en un cementerio de tumbas vivas. Suspiros y lágrimas me tragaba, pero me devolvieron las fuerzas para emprender un nuevo vuelo hacia las cumbres nevadas donde viven personas que tienden puentes entre lo divino y humano; donde el corazón es el rey y maestro de la sabiduría ancestral;  donde el perfume del amor es infinito y flota en el aire alimentando el alma con las más audaces ideas y palabras-.  Energía que volvía a vibrar en ese rincón de mi alma donde reinaba la humilde dulzura del saber que mi padre me enseñaba con amor, pasión y grandeza.

Me gusta ver bailar las palabras con las ideas; me gusta subir y pasear sobre el puente profano para llegar a lo sagrado. Me gusta hablar con las estrellas para que me cuenten sus secretos y sueños  y ver bailar a la luna con pasión junto al sol. Antes de iniciar el vuelo, aprieto con amor el medallón que me abrió las puertas a los secretos del profundo universo. “Una gran raza de pensadores con una fuerza hercúlea hará cambiar las ideas y pensamientos de los hombres y mujeres. El león de la espiritualidad se ha despertado porque el amor genera por sí solo todo lo que necesitamos”, palabras que mi padre me dijo el día de mi decimotercero cumpleaños y quedaron grabadas a fuego en mi piel, enseñándome a luchar, soñar y volar.


viernes, 10 de mayo de 2019

Ciudadanos del mundo

A los señores que trabajan para los Organismos encargados de velar por los derechos humanos, por la paz, la libertad, la integridad, la seguridad, el desarrollo global...; a los gobernantes, dirigentes, financieros  encargados del bienestar de los ciudadanos sean del partido que sean; a los religiosos encargados de alimentar las almas de los ciudadanos con respeto y tolerancia, sean de la creencia que sean, a todos ellos les recae la responsabilidad del bienestar de los ciudadanos del mundo y deben aprender y ser buenos directores de orquesta para que sus diferentes notas creen una polifonía armoniosa y hermosa.

Los ciudadanos  del mundo somos conscientes de que vivimos unos momentos difíciles, donde la muerte se impone a la vida, donde las líneas del respeto están borradas y el poder de la fe en el ser humano ha dejado de existir. La paz cede ante la guerra, la justicia ante la injusticia, el amor ante el odio...; de ahí la responsabilidad de todos nosotros y, en particular, de los líderes para restablecer el derecho a la vida a través de la esperanza que nos brinda su llama, su fuerza, para seguir adelante y  luchar en AHIMSA ­-la no violencia- como decía Mahatma Gandhi, y encontrar vida y alegría en una mirada que admira la belleza  de las cosas simples y siente la gratitud de estar vivo.

Los ciudadanos del mundo sabemos que hay personas que se preocupan y luchan por nuestros derechos, por una vida íntegra y honesta; pero hay otros que luchan para destruirlos. Los Derechos Humanos son nuestros derechos a la paz, al trabajo, a la protección de los débiles, a la igualdad entre hombres y mujeres y a la igualdad en la piel y creencias, a la solidaridad, a la justicia, a la educación, al desarrollo...

Todos nosotros, ciudadanos del mundo, formamos el corazón del guerrero y luchamos en la paz con fuerza y determinación, con coraje y alegría porque sabemos que nuestra lucha sin violencia terminará ganando porque la lucha por el bien será siempre más poderosa que la lucha por el mal. El amor hará retroceder al odio, la paz a la guerra, la justicia a la injusticia, la libertad a la esclavitud, el bien al mal. Solo así podemos llevar una vida digna y segura sin tener que preocuparnos de balas perdidas o minas encubiertas.

Los guerreros del mundo luchan para que los campos estériles sean plantados con árboles perennes y flores de mil colores. Es hora de parar las guerras, de que los ciudadanos del mundo podamos vivir en nuestros países sin miedo a represalias, vivir tranquilos y que nuestros hijos e hijas puedan asistir al colegio para que en el futuro puedan decidir sus destinos.


miércoles, 1 de mayo de 2019