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Ahimsa es vida

martes, 31 de agosto de 2021

Ojos negros

 

Este poema es un canto a todos los refugiados y a todos los que tienen que huir de su país por la crueldad con que son tratados.


      Se han olvidado de mí                       

que nací del amor

y vivo y muero en el temor.

Ojos suplicantes, cara manchada,

manos sucias y pies descalzos

ahora solo soy un refugiado.

Muchos gobiernos hablan de la paz

y del hambre, pero no hay resultados.

¡Sigue la guerra para conquistar mi tierra!

Yo soy un ejemplo entre miles de refugiados

que vivimos sin vivir con hambre y sed,

sin abrazos ni ternura, solo a base de latigazos.

A veces recibo una moneda,

otras, cierran puertas con una mirada despectiva,

y rara vez, recibo una mirada compasiva.

Nos encierran entre rejas oxidadas,

olvidándose de niños, mujeres y hombres

que viven solos y buscan un camino,

somos seres humanos y no mercancía.

Somos víctimas de un poder mundial

que solo piensa en ellos,

da igual si destrozan familias y alegrías,

tierra y naturaleza con misiles y minas,

forzando a muertes físicas y del alma.

Gritamos que no queremos el averno

que queremos vivir como seres humanos,

pero nadie viene en nuestra ayuda

y, a nadie importamos,

solo a unos cuantos

que encierran en cárceles y torturan 

por alzar la voz y luchar para liberarnos.

Soy un refugiado más

Que pide dignidad y respeto,

no soy yo el que ha querido huir,

no tenía otra opción que elegir.

(Foto de la web)

jueves, 19 de agosto de 2021

Somos habitantes de dos mundos

La rueda de la vida, en su eterno movimiento, no se para ni espera a nadie. Todos los seres humanos, en algún momento, a lo largo de nuestra vida hemos tocado la cima y el fondo de nuestras emociones. Como decía Séneca: “Para ser feliz hay que vivir en guerra con las propias pasiones y en paz con los demás”.

La vida es un viaje entre el nacimiento y la muerte del cuerpo en este mundo manifestado, sin embargo, existe otro mundo dentro de nosotros que es mucho más sutil, grandioso y eterno,  el mundo del alma, que hemos olvidado; este olvido nos causa emociones sombrías de ira, resentimiento y dolor al vivir, solamente, a través de los sentidos y de la razón.

Los seres que han buceado en sus profundidades saben que esos dos mundos, el alma y el cuerpo, están entrelazados tan íntimamente que son indisociables. En el mundo material del cuerpo existe la luz y la oscuridad, ambas necesarias para experimentar la vida. En el mundo del alma existe el amor, esencia creadora de nuestra vida, y siempre nos susurra que volvamos a la armonía y al equilibrio para evitarnos más sufrimiento, pero como la hemos olvidado no la escuchamos. Las personas que oyen y sienten ese susurro saben que la sabiduría y la humildad evitan que entren en campos de batalla.

El objetivo de cualquier ser humano en este mundo es aprender a vivir consigo mismo dentro de esa energía de paz y libertad que es el alma, ¡qué gran desafío! Es en el mundo del alma donde se puede transformar la agresividad en ternura y el orgullo en humildad. Todo ser humano tiene su propio camino y derecho, todo tiene su razón de ser, su sentido y su propio ritmo. Séneca nos recuerda: “el hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo”.

Los habitantes que son conscientes de los dos mundos empiezan a sentir la vibración de su alma desde muy jóvenes; la soledad y el silencio son sus mejores compañeros en el camino del autoconocimiento, asimismo, desarrollan la observación (herramienta imprescindible), para que el discernimiento florezca en el plano material y espiritual. A medida que van creciendo buscan lugares apacibles, sobre todo, en la naturaleza, manifestación de belleza y armonía, donde perciben que cada átomo de la materia contiene al macrocosmos; también son conscientes de que los secretos del universo están guardados en el corazón, sede del alma, al que lanzan miles de preguntas para recibir respuestas en la calma de un momento, poniéndolos sobre las pistas necesarias para descubrir verdades universales y compartirlas con todo aquel que desee conocer su verdad. 

Los seres humanos vivimos en nuestro propio contexto –familiar, laboral, social– y nos identificamos con nuestros pensamientos, sentimientos, roles en la vida que no son nuestra verdadera identidad; por ello nos colocamos una máscara para creer que somos otra persona, como consecuencia de ese disfraz tenemos profundas huellas de tristeza, dolor, apatía, frustración que cargamos a la espalda. Sin embargo, cuando vivimos identificados con nuestra alma, cuando somos conscientes de ser habitantes de dos mundos, nuestra existencia se aligera al centrarnos en buscar soluciones en lugar de crear problemas porque comprendemos los entresijos de las situaciones. El objetivo de la vida es volverse soberano de uno mismo, cambiando la máscara por la verdadera consciencia de nuestra identidad. Cómo decía Epicteto: “las cosas no pueden ser malas, solo pueden ser la forma en que tú piensas”.  

Cada país, región, municipio, barrio por muy recóndito que esté tiene una historia única e irremplazable que contar –historia de nacimiento y muerte, de corazones vivos y muertos, de llantos dulces y amargos, de sueños realizados y olvidados–, todo forma parte de ese gran proceso que es la vida de cada persona. Mientras haya vida la rueda gira, no se para bajo ninguna circunstancia y si nos paramos pensando que el mañana será mejor que hoy, perderemos la vida porque no podemos recuperar el tiempo perdido, no olvidemos que la rueda de la vida tiene su propio ritmo y su propia ley.

Cuando nos adentramos en el mundo del alma vemos su resplandor y sentimos su vibración de amor, lo que nos proporciona libertad para ser y existir en el mundo de nuestra existencia.  Nuestra vida interior es nuestro reflejo exterior.             

                 (foto privada “La Naturaleza Sagrada del Ser Humano”)