En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven, decía Nicolás Maquiavelo.
Huimos de la cara oscura del alma donde habitan nuestras sombras –miedos, maldades, dolor, ira–; no queremos acercarnos a ese lugar porque nos asusta lo que vamos a encontrar, pensamos que si lo escondemos todo va a pasar, pero esas sombras llaman a nuestra puerta, una y otra vez, para que las reconozcamos y comprendamos; ellas son nuestros traumas y heridas. Khalil Gibran decía: “Cuando planté mi dolor en el campo de la paciencia, dio frutos de felicidad”.
Nuestro mundo está construido en la dualidad, por lo que el ser humano debe experimentarla y decidir bajo su responsabilidad y compromiso su propia experiencia. Esa decisión es la que nos conduce hacia un extremo u otro de nuestra polaridad. El ser humano es complejo, con muchas conexiones simultáneas –pensar (dudar, negar, imaginar, crear), sentir (emociones que nos elevan o nos hunden), fe (creencias diversas)–, lo que hacen de él un humano especial y único. También tiene una conexión espiritual a través de su alma, que no tiene nada que ver con su creencia, pues el alma forma parte de la fuerza vital, esencia del todo, que nos permite ser y existir.
Esa conexión múltiple, biológica, emocional, mental y espiritual, es la que conecta a toda la humanidad como unidad de todos los seres humanos, con distintas trayectorias, culturas y creencias, lo que nos hace ser diferentes, pero no enemigos. Cada persona es dueña de su destino, se nutre de las simientes de su propia historia, de sus valores con los que riega y hace florecer la armonía en su vida o los deja morir por abandono y desidia. Cuando hemos comprendido y aceptado que somos algo más que un cuerpo físico es cuando estamos preparados para esculpir nuestra iglesia invisible con las sombras y luces de nuestra vida.
¿Qué es la iglesia invisible? Es el lugar donde los edificios, dogmas e intermediarios no existen, pues se construye en nuestra parte más profunda e íntima, donde la alquimia con su llama dorada convierte el miedo en coraje, el dolor en bienestar, el odio en amor.
Para que la humanidad pueda avanzar individual y socialmente es necesario la libertad y serenidad, así cada ser puede aportar a los demás su singularidad y libre pensar. Los seres humanos somos iguales y únicos al mismo tiempo, no somos nuestra cultura ni nuestra sociedad, somos seres individuales que nos interrelacionamos para vivir en sociedad. Ya sabemos que, si muchos caminan en la misma dirección, el camino aparece. Cada paso que demos con libertad, justicia y paz nos acercará al sendero de la moderación y del equilibrio, alejándonos de la violencia, caos, injusticia, traición de los extremos que tantos cuerpos fríos han dejado abandonados en las cunetas.
Seguimos atravesando, momentos de crisis, es hora de recordar la historia que es conocer los acontecimientos provocados por seres humanos en el pasado. Olvidar la historia es un error y no aprender de ella es aún peor. En la actualidad –al igual que hace miles de años–, algunos dirigentes abusando de su poder y creyéndose dueños del mundo invaden países sembrando muerte y angustia porque sus egos malvados necesitan alimentarse de dolor y sufrimiento; son incapaces de ver que dentro de sus fronteras existe un gran malestar entre sus ciudadanos por la pobreza que es una terrible violencia y por la ausencia de derechos humanos.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?, preguntaba en voz alta Gandhi. Gran pregunta para esos autócratas que se esconden porque en el fondo tienen miedo. Hay mucho dolor y terror enterrados en la tierra; los dirigentes tienen una responsabilidad muy grande con sus conciudadanos y si no son capaces de dirigir el país honestamente deben retirarse. ¡Hay que acabar con ese estado de locura que es el abuso de poder en cualquier situación! Los tiranos parecen invencibles, pero siempre caen, decía Mohandas Gandhi. El camino del bienestar es tanto individual como social, la sociedad está formada por seres humanos únicamente y como tales debemos comportarnos; anular la libertad es romper el equilibrio y el respeto de la vida. La revolución de la conciencia de la iglesia invisible surge a través del autoconocimiento que es el pase para entrar en ese cielo abierto sin nubarrones grises. Tener consciencia de uno mismo nos permite dialogar con los demás sin necesidad de imponer nuestro criterio.
Muchos piensan que Dios debe evitar ese dolor y muerte, pero en realidad las masacres, miserias, guerras siempre han sido provocadas por seres humanos y es nuestra responsabilidad, como tales, solucionar este gran problema urgentemente, sin más crueldad ni violencia, usando únicamente la herramienta más importante que tenemos, la palabra, mediante un diálogo sereno y honesto.
La iglesia invisible forma parte de nuestro mundo visible, pues es nuestro corazón abierto al mundo, entregando cariño con un corazón cálido, compartiendo serenidad y alegría, procurando que la gente viva con dignidad y libertad. Sin diferencia no hay concordancia, tiene que haber diferencias para llegar a un acuerdo, eso forma parte de la vida individual y política, por esto, los políticos que dirigen los países deben ser generadores de paz, bienestar, justicia y libertad; tienen la obligación de hacer florecer su país en lugar de dejarlo morir en la sequedad de un desierto árido de cuerpos fríos.
Cada noche la luna esculpe las sombras que producen las luces del día; de la misma manera que cada día nosotros esculpimos nuestra vida con sombras y luces sacando fuerzas de flaqueza, sin embargo, sabemos que poseemos la capacidad y tenemos la posibilidad de crear nuevas obras.
Como decía Shakespeare “Ser o no ser”, de esta elección depende el gran desafío de la iglesia invisible individual, esculpir obras sublimes o vulgares.