Todos somos "reemplazables" (en el trabajo, en la pareja, en los
amigos, en la política), pero lo que no somos es "desechables".
Ningún ser humano puede ser usado y tirado como las colillas; no podemos seguir
aceptando que se pierdan más vidas humanas por guerras, matanzas,
violaciones, desapariciones, corrupción... y un sinfín de situaciones más.
¿Qué herramientas podemos utilizar los seres humanos para evitar todas esas
situaciones incontroladas en este preciso momento en el mundo entero?, las
únicas herramientas pacíficas son la palabra dicha con amor y la acción
positiva.
No somos conscientes del poder de la palabra. Las palabras han evitado
guerras, así como también las han creado. Si las palabras no son coherentes con
nuestro comportamiento, si no están impregnadas de sabiduría ni acción positiva
serán palabras huecas y violentas que se perderán en el olvido o crearán
situaciones conflictivas. Estamos acostumbrados a hablar, hablar, hablar y
hablar para no decir nada, solo es ruido que sale por nuestra boca. La palabra
para que surta efecto y el resultado deseado debe ser una palabra justa y
sincera que salga del corazón y vaya dirigida a otro corazón con un mensaje
franco.
La historia de la humanidad en general y de nuestra vida en particular nos
han enseñado que las palabras pueden incitar a crear situaciones terroríficas a
nivel personal, profesional, político, religioso cuando se manipula la verdad
para obtener poder. Somos marionetas en manos de unos manipuladores y
mentirosos que nos engañan con grandes discursos vacíos y llenos de florituras
que nadie entiende y nada dicen. Hay mujeres y hombres que luchan día a
día para cambiar su entorno y así el mundo; son personas (muchas de ellas
anónimas), con mucho valor y coraje que cambian el rumbo de nuestras vidas para
que podamos tener una oportunidad y aspirar a una vida digna y respetuosa.
"Todos los seres humanos somos reemplazables, pero nadie es
desechable", las personas que honran esta máxima, sienten respeto por la
vida de todos los seres humanos, así como por sus diferencias; el respeto no
significa que tengamos que aceptar todo –tal vez no nos gustemos, tal vez no
estemos de acuerdo con otras costumbres, credos o culturas, formas de ser o de
pensar–, pero sí sabemos respetar y aceptar las diferencias en los demás.
El respeto es la línea roja que separa a cada ser humano del otro y nadie
debe cruzarla. Cada uno de nosotros tenemos derecho a elegir nuestra vida con
sus desafíos, tropiezos, fracasos y éxitos, todo forma parte de nuestra
vivencia, pero nadie debería imponernos sus decisiones y menos aún infligirnos
gratuitamente dolor. La fuerza de la humanidad reside en las diferencias y no
en las similitudes, solo las diferencias nos hacen avanzar.
Todos tenemos luz y sombra en nuestra vida, todos somos maestros y
aprendices en nuestra existencia, por eso la vida es sagrada. Los derechos
humanos son legítimos a todos los seres humanos del planeta, nadie es inferior
ni superior, todos somos diferentes; todos somos reemplazables porque así es la
vida, pero nadie es desechable.
Las palabras sabias nos llevan a la libertad, pero ¿qué es la libertad?,
libertad es tener el coraje de ser quién soy. Hay muchas clases de libertades:
libertad de expresión, de ser yo, de amar, de elegir, de ser feliz, de buscar
mi verdad... La libertad va unida al amor y es sinónimo de creación
porque crea vida. La libertad es el don por excelencia del ser humano,
por eso poseemos el libre albedrío para elegir nuestra vida y si no nos gusta
tener la libertad de cambiarla, con respeto y dignidad, solo los débiles
imponen su fuerza. La libertad es un don sagrado y nadie, absolutamente nadie,
nos lo puede arrebatar. Si no podemos elegir, atentamos contra nuestro derecho
sagrado e inviolable del Ser. La libertad es la herramienta del ser humano para
crear vida y no muerte.
La vida es sagrada por excelencia y conlleva respeto y libertad que
transmitimos a los demás por medio de palabras y hechos. La vida es un
asombroso regalo de amor y compasión que debe ser compartido con los demás para
aprender, disfrutar y, sobre todo, vivir, sin olvidar que "todos somos
reemplazables, pero nadie es desechable".