En el comienzo de los
tiempos cuando el amor estaba inscrito con letras de fuego en el corazón de
todos los hombres, existía una sola Tribu llamada Humanidad que, poco a poco,
se fue diseminando a través de nuestra querida
Madre Tierra.
Esta Tribu es única y
extraordinaria, compleja y bella por su amalgama de peculiaridades, colores,
creencias, culturas, formas de pensar…
Al nacer, traemos como
herencia letras de fuego marcadas en nuestro corazón “libertad” y somos
depositarios de ese don para alcanzar el objetivo final, ayudar a los demás y a
nuestra comunidad creando así un bienestar sociológico y espiritual.
Desde que nuestra
Tribu nació, siempre han existido “jefes pacíficos y jefes belicosos”, unos han
creado la paz y el progreso y otros han creado destrucción y caos en su propio provecho. Nuestras almas
guardan las cicatrices de esas barbaries, de ver como se marchitan nuestros
derechos humanos y renace la violencia.
Mientras gobierna un “jefe
pacífico”, el progreso y la sociedad van en la misma dirección; se cosecha
bienestar y se recogen los frutos en educación, cultura y respeto. Cada nativo
tiene su derecho a vivir su propia aventura.
Cuando gobierna un “jefe belicoso”, las consecuencias de su mandato
son como una onda expansiva que se extiende por todo el planeta, debido al afán
de dominar y a la injusticia; ocasionando una alteración del orden establecido
y tocando a cada uno de los miembros de la Humanidad, sacando lo peor de muchas
personas y llevando a la muerte y al sufrimiento a miles de inocentes.
De todos es sabido que
gran parte de la Humanidad vive en la miseria donde el sufrimiento es el aire
que se respira; muchas veces no somos capaces de medir la fuerza que el hambre
y el dolor pueden proporcionar. Personas
que cierran sus ojos para no ver más crueldad y luchan por no abrirlos porque no hay ni siquiera un tal vez;
la esperanza es un sueño de alto riesgo que nace en los corazones heridos y que
sirve como bálsamo para aliviar esas heridas en un escenario hostil y violento
que no tiene fin.
Se crean leyes y
normas para que todos podamos cumplirlas –aunque no siempre es así-. El
objetivo de cualquier sociedad es la libertad, reconocer y aceptar las
diferencias, las minorías, las culturas, las razas. Los políticos deben dirigir
y contribuir para lograr ese respeto. Todos buscamos seguridad, reconocimiento
y pertenecer a un clan que nos respete y proteja porque es nuestro derecho.
Esa llama que arde en los corazones de los hombres y mujeres, con mayor
o menor intensidad, es la que nos ayudará a reconstruir este mundo que cada día
se derrumba un poco más. Sabemos que hemos reconstruido una y otra vez sobre
ruinas y sus vestigios nos recuerdan otros tiempos de los que tenemos que
aprender y no olvidar.
Las palabras simples, los
gestos amables, las miradas honestas tejen luz de armonía y serenidad entre
todos los nativos de esta Tribu milenaria a la que todos pertenecemos.
Busquemos la paz y alejémonos de la violencia. Hay muchas lágrimas derramadas
en el mundo y aunque se sequen quedan los suspiros que nunca se irán. Dejemos
que el fuego de nuestra alma nos devuelva el Amor, que el perdón nos de
esperanza y la confianza bienestar.
(imágenes google)