A La ley de la naturaleza del universo es la misma ley para todo, aunque las sustancias sean diferentes, así pues, todo lo que existe, incluso la manifestación del planeta Tierra, está sometido a dicha ley.
El universo está en continuo movimiento, en continua evolución, así como
nosotros, todo forma parte del proceso de la vida, ya sea mineral, vegetal,
animal, todo está sometido a la trayectoria de la evolución cuya finalidad es
volver, conscientemente, al lugar de donde procedemos, la luz.
El alquimista sabe que la virtud necesaria para llegar a dicha transmutación
es la paciencia y la perseverancia. Hace muchos siglos, algunos seres humanos
penetraron en los misterios de las leyes de la naturaleza del universo y
comprendieron que cada ser humano tiene la capacidad de transmutarse, es decir,
transformar la materia del ser humano en espíritu.
La clave está en la unidad, hay un componente común en todo, la esencia de
la energía creadora, y el proceso evolutivo consiste en transmutar lo “impuro”
en “puro”. La alquimia espiritual nos da la oportunidad de liberar nuestro
fuego interior para que interfiera en nuestra materia y la libere de toxinas
que tanto dolor nos producen.
La alquimia nos ayuda a tener conciencia del aprendizaje constante en la
vida, disolviendo, purificando, comprendiendo nuestros componentes para abrir
puertas que solo el deseo inquebrantable de sentir la luz puede lograr. Vivimos
en un mundo de diversas realidades, unas se construyen con la nobleza de
espíritu, otras se destruyen con la miseria moral, opciones que se nos
presentan en la vida y elegimos la que mejor nos parece, ya que muchas veces
somos miopes y sordos al mensaje de nuestra conciencia.
La alquimia está en relación con los opuestos, asume la multiplicidad para
llegar a la unidad, el equilibrio, la armonía, que es la cualidad espiritual
por excelencia. El útil necesario para la transmutación es la respiración. El
aire es la fuerza que hace que las olas se levanten, que las hojas bailen, que
las ideas vuelen; que los susurros sean vivos, que las palabras sean oídas, que
las caricias sean sentidas; que los olores viajen a través del tiempo en forma
de recuerdos… El aire forma parte de todo y nos acompaña durante nuestra
travesía a través de la respiración.
El objetivo del alquimista es ennoblecer nuestra vida a través del
movimiento de la conciencia como movimiento de luz –esencia de la luz
primigenia que se encuentra contenida en todas partes–. Quedan muchos secretos
de la vida y del universo por descubrir, todos están inscritos en el libro del
aire que viaja sin cesar por nuestro planeta desde sus comienzos y, así será,
hasta su final. El alquimista nos susurra invitándonos a detenernos un momento
para reflexionar y descubrir los tesoros escondidos en el agua, en la arena, en
el aire, en el fuego, en los bosques, en las montañas y principalmente en
nuestra alma; la clave para la transmutación es desaprender lo aprendido, solo
experimentando conscientemente el amor en nuestra vida podremos deambular por
el camino de la luz.
Pasan los tiempos y quedan las memorias que circulan en el aire, nada es
estático, todo es movimiento, no hay fronteras ni límites. Einstein decía:
“todo es energía, y es todo lo que debemos comprender en la vida”. Energía que
nos hace vibrar y nos ayuda a recuperar el olvido de quienes somos y de donde
procedemos.
Misterios y secretos del universo que esperan ser descubiertos en nuestro
laboratorio de alquimia, entre ellos recuperar a nuestro mejor amigo para que
las alas le vuelvan a crecer y pueda emprender de nuevo el vuelo hacia la
libertad de ser y existir conscientemente.
¡Que los vientos del pasado y del presente se junten para ofrecernos un
nuevo canto del alma custodiado por los guardianes de las melodías de los
dioses!
(Amanecer Haleakala. Maui. Foto privada)