Nos hemos acostumbrado a
oír en las noticias que miles de emigrantes entran por mar o por tierra en
muchos países del mundo después de largas, duras e incluso brutales travesías
donde muchos de ellos pierden la vida. Cuando llegan a tierra se encuentran
que muchos dirigentes no les permiten la
entrada a todos ya que se encuentran muy ocupados en disputas de porcentajes.
Mientras que se toman decisiones sobre su futuro, esas personas que todo han
perdido y han dejado atrás familia, amigos, trabajos, para ir en busca de paz, libertad y dignidad, viven en campos
olvidados donde sus derechos son y han sido violados.
Este relato es la historia
de todas esas personas, de porqué han tenido que huir y buscar un poco de
esperanza en la desesperación del horror de un escenario de guerra y devastación que han creado países con
la venta de armas aunque proclaman a pleno pulmón la paz y libertad.
“Anani, joven de 20 años que vivía en un país
donde la vida no vale ni un suspiro, donde el pan de cada día era la violencia
y la violación, productos de la guerra y de la crueldad de algunos hombres. Ver tantas violaciones en
su familia fue caer en un abismo de locura. Cuando ella fue violada y
maltratada ni siquiera la idea de volar le daba reposo a su alma
ensangrentada. Fruto de una violación nació
Adamar, que en lugar de rechazarlo y desde el momento en que lo sintió en su
vientre lo amó con todo su corazón, sintió vida y amor y una esperanza volvió a
renacer en su corazón. Cuando vio sus ojos negros y cogió sus manitas, supo que
tenía que salir de ese infierno para que Adamar pudiera vivir en un lugar de
paz y libertad. Anani luchó con todas sus fuerzas para reunir dinero y poder
echarse a la mar. Sabía que corrían un grave peligro, pero no tenían nada que
perder y, tal vez, sí, algo que ganar.
Se embarcaron en una lancha
con otras personas con igual historia, incluso peores, que buscaban un destino mejor.
Se sentía en el aire el amor y la tristeza de los padres, que ayudaban a sus
hijos en ese viaje para brindarles una oportunidad. Sabían que, tal vez,
morirían en ese mar teñido de rojo y agitado por llantos, sollozos, arrepentimiento
y miedo. Todos llevaban como equipaje la esperanza de llegar a ese lugar donde
serían tratados por igual, pero al llegar se encontraron con un muro que no les
dejaba pasar.
Los metieron en un campo
donde la escasez del calor humano, el hambre y el frío hicieron que
comprendieran que la violencia y el caos tienen varios escenarios y varios
nombres disfrazados de bondad. Todos lucharon con sus vidas para encontrar
igualdad, trabajo, paz y su dignidad, pero ese no era el lugar soñado.
Anani logró escapar, sentía
la fortaleza del amor de Adamar y su único deseo era la libertad. Se hicieron
fugitivos, sin techo ni papeles. Anani comprendió que esa no era la vida que
había soñado. Su triste realidad la llevó a tomar la decisión de darle en
adopción, ¡triste conclusión! Logró que Adamar fuera adoptado y ella fue encontrada
y deportada a su país, la muerte. Su alma dejó de sufrir pensando que Adamar era
libre y querido, esperando que la huella del dolor en su pequeño cuerpo pudiera
sanar y olvidar”.
Todos los seres humanos
debemos recordar y tener muy presente que la violencia crea muerte y la paz,
vida. El éxodo de personas ha formado parte de
la historia de la Humanidad. Todos los países del mundo han crecido con emigrantes;
generaciones anteriores que huyeron del caos, pasando hambre y miseria,
luchando hasta no tener más fuerzas para que sus hijos tuvieran un lugar mejor
donde vivir y oportunidades de salir adelante con dignidad y respeto. Esos
primeros emigrantes son los antepasados de las actuales generaciones de ciudadanos
de los países que ahora rechazan a otros emigrantes con sus mismos problemas.
Los emigrantes -seres
humanos que buscan paz, libertad, dignidad- no se echan al mar o cruzan caminos porque les apetece caminar o
dar un paseo en barco. Saben que su vida y la de sus seres queridos está en manos
del mar, la tierra, de gobernantes o de cualquier depredador; se enfrentan al
hambre, la penuria, la soledad, la violencia, la violación de sus derechos o la
muerte, aun así, prefieren morir a vivir en el horror de la crueldad sin
ninguna oportunidad. Si tuvieran elección, estoy segura, de que ellos preferirían
quedarse y vivir en sus propios países, con sus culturas, costumbres,
creencias, tradiciones, idioma, que ir a otro país desconocido dejando atrás su
vida, familia, trabajo e identidad; cuando se echan a la mar ya no tienen nada
que perder pero sí, tal vez, algo que ganar si logran que los países de acogida
los reciba y los trate como a un igual.
Para evitar el éxodo hay
que poner fin a las guerras, al abuso de poder, a la corrupción, a violación de
derechos humanos, al hambre, a pensar que somos dioses y tenemos la potestad
sobre la vida de otro ser humano… ¡No somos dioses!, todos somos seres humanos.
Los dirigentes que buscan poder y dinero siguen vendiendo armas para crear más
guerras, obteniendo beneficios para unos pocos quitando la vidas de muchos miles
de personas.
El objetivo de cualquier
ser humano es ayudar a los demás, cada uno según sus posibilidades. Creo
firmemente que si cambiamos la guerra por la paz, el odio por el amor, caminaremos por nuestros caminos hacia un
futuro mejor donde todos los seres humanos podremos reunirnos, aprender,
intercambiar, compartir unos con otros. Todos somos diferentes, todos estamos
de paso en esta vida y nuestro objetivo como seres humanos es de ayudarnos.
El barco del amor y del valor
es la esperanza que tienen los seres humanos que huyen del infierno de la
desesperación y se arriesgan a atravesar
mares o tierras en busca de la
oportunidad de libertad, dignidad, igualdad. Solo piden ayuda y que se les
trate como a un igual, con respeto y ese
es su derecho.
(Foto Diario de Lanzarote)