Hay que recordar que la oscuridad tan solo se coloca temporalmente frente a
la fuente de luz, como un eclipse solar.
Una sociedad justa no puede existir sin hombres justos y honestos, no podemos ser justos y honestos y crear guerras tolerando el sufrimiento de miles
de seres humanos y llevando a la muerte a personas que su único delito es
vivir. No podemos volvernos ciegos ni sordos ante la miseria y el sufrimiento
que ocasionan las guerras.
Hay gobernantes que se creen omnipotentes porque habitan en países ricos y
poderosos en cuanto a dinero y a armas se refiere. Su mayor responsabilidad es crear una sociedad justa, donde la convivencia
sea pacífica para que todos los ciudadanos gocen de los derechos a la libertad,
educación, dignidad, así se siembran las
semillas de paz y de progreso.
Los seres humanos somos complejos y diferentes pero tenemos un denominador
común todos buscamos tener las necesidades básicas cubiertas para poder vivir
con dignidad. La falta de trabajo, de educación, de alimentos, de viviendas
crean grandes divisiones y problemas de convivencia, por lo que todos los dirigentes
deben centrarse en solucionar estos problemas urgentemente, creando unidad y no división; la
división crea conflicto y desorden y esto puede llevar a la muerte a miles de
personas. Antes de tomar decisiones erróneas y romper los compromisos de paz,
con graves consecuencias para la humanidad, los gobernantes deben reflexionar, y, -si no son
capaces de tomar las decisiones adecuadas, respetando los compromisos
adquiridos y creando el orden como una necesidad absoluta-, deben ser
valientes y dimitir.
Vivir en el desorden es
vivir en nuestras contradicciones internas que nos tiranizan cotidianamente.
Vivimos en un mundo enloquecido y si no buscamos soluciones pacíficas urgentes
vamos a terminar aniquilándonos los unos a los otros. No se puede jugar a
ser dioses destructores ya que las consecuencias son terribles para la
humanidad entera, incluidos ellos mismos. Hay que liberar la violencia que llevamos dentro para así poder comprender que lo único que necesita la humanidad para vivir es paz.
Los seres humanos no somos simples entidades físicas, somos personas con
derechos y obligaciones a las que hay que respetar, da igual en qué país
nacemos o vivimos, en qué creemos y de qué color es nuestra piel.
Hay profundas divergencias entre los países, sus dirigentes y sus
habitantes. Es hora de buscar un consenso entre todos los habitantes de la tierra
a través de sus representantes.
El grito de la desesperanza une a los seres humanos en un grito de
esperanza para construir un mundo de paz.