Todos buscamos ese remanso de paz, ese nido de ternura donde nuestras almas
heridas puedan descansar, curarse y echarse de nuevo a volar; algunos lo
encuentran, otros lo buscan toda la vida.
Al estar sumergidos
en la lucha diaria de la vida, olvidamos lo que es la felicidad -el anuncio de
que el rey del corazón es el amor-. EL amor se encuentra en las cosas sencillas
y verdaderas produciéndonos una alegría serena y un bienestar en el alma: una
amistad leal, una caricia de ternura, una sonrisa del alma, la fragancia de una
flor, el canto de un pájaro…, delicias que hacen que nuestra vida se llene de
ternura y gozo.
Tenemos muchos
desafíos en la vida, lo importante es tener fuerzas para levantarnos en cada
caída. No hay otra opción. Nuestras
acciones tienen repercusiones que nosotros mismos no podemos siquiera imaginar.
La intuición desarrolla nuestra percepción porque estamos unidos a la
conciencia colectiva de la tierra y de la humanidad a través de las memorias que son nuestras
vivencias y aunque huyamos o no queramos aceptarlas siempre nos atrapan porque
forman parte de nuestra historia; también, la intuición nos proporciona
información sobre nosotros u otras personas, para que las situaciones
provocadas tengan un impacto menor o diferente, aunque, muchas veces, la
ignoramos por miedos o dudas. Para romper esas cadenas de miedos y dudas, necesitamos
confianza en nosotros mismos y en nuestras percepciones e intuiciones.
Muchas veces hacemos
sonar una campana que luego no podemos parar, incluso su vibración perdura
durante un tiempo en el aire. Nuestras acciones tienen repercusiones y cuando
somos conscientes del daño que hemos provocado nos aferramos a una esperanza
compartida, o, a un dolor aliviado para mitigar nuestra culpabilidad. Es
importante que, antes de lanzar palabras hirientes o acciones violentas,
reflexionemos para evitar un dolor gratuito a los demás que más tarde nos
alcanzará a nosotros mismos por medio de la culpabilidad, siendo nosotros los
responsables de su impacto.
La intuición es un don
maravilloso que nos permite prever las consecuencias de nuestras acciones y solucionar
problemas antes de que surjan, fortaleciéndonos en nuestra confianza. La
confianza nos proporciona paz y solo en la paz las heridas pueden sanar.