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Ahimsa es vida

sábado, 30 de noviembre de 2024

El arte de la alquimia mística

 Somos hijos de la tierra y del cielo estrellado; por lo tanto, somos artesanos alfareros de nuestra obra. 

 La desventura, la humillación, la manipulación producen un dolor profundo que deja una huella para siempre si no sabemos sanarla desde su esencia. Para ello es necesario atravesar el abismo entre la discordia y la armonía.

 La vida comienza con caminos de esperanzas que van cambiando o no, de acuerdo a nuestros pasos; llegado el momento, los recuerdos de esa vida, que son un baremo de nuestras vivencias, nos harán tomar conciencia de nuestras decisiones, porque somos capaces de elegir entre el bien y mal en nuestro corazón.

 La alquimia trabaja en profunda correspondencia con la mística para ennoblecer a la humanidad, uniendo el alma humana con el alma suprema del universo. El profundo deseo de saber nos lleva a realizar el máximo esfuerzo, antes de juzgar lo que desconocemos, debemos estudiar e investigar para comprender que la Sabiduría nos enseña que el corazón es libre y debemos encontrar el coraje para seguirlo, solo bebiendo de ella seremos conscientes de que la naturaleza en toda su gran dimensión es un ser vivo, que todo está en correspondencia (emociones con colores, planetas con metales —el sol con el oro, la luna con la plata…–); comprendiendo la interdependencia universal asumiremos nuestro rol en la tierra con tolerancia, respeto y compasión.

 La mística es el camino espiritual que conduce al ser humano a la unión íntima con lo sagrado, a través de nuestro interior —somos maestros y discípulos, a la vez—, lo que nos permite trascender lo irracional; comprender que somos espíritu y materia. El espíritu se encuentra en cada lugar, cosa y en cada gesto, pues es la fuerza esencia que ES, materializándose en nuestro cuerpo para que podamos vivir, existir y ser; llegado el momento, la materia, también, se espiritualiza para comenzar conscientemente el camino vertical hacia los recuerdos primigenios. Esta energía, si no la sentimos y experimentamos, está fuera del razonamiento humano.

 La alquimia es universal, ha estado presente en todas las civilizaciones antiguas —India, Egipto, Persia, China, Grecia antigua…—, es decir, es tan antigua como el ser humano.  Los antiguos alquimistas dejaron símbolos, imágenes para que otras personas pudieran comprender y descodificar esos “códigos”, ya que esos símbolos tocaban algo universal en su interior y abrían puertas en su mente, por ejemplo, la unión del sol y la luna como ejes de la vida. También esos alquimistas comprendieron que la naturaleza es una fuerza viva que contiene todo el conocimiento terrestre, pues sin ella nada existiría, ni siquiera nosotros, sin embargo, para adentrarnos en esa sabiduría hay que respetar sus leyes naturales (observarlas, conocerlas, comprenderlas) para que sus misterios nos sean revelados.

 La mística y la alquimia se unen para realizar la transmutación (cambio de conciencia) en el corazón/atanor, donde los contrarios se disuelven y se crea el nuevo embrión de nuestro ser. De ahí la importancia de la alquimia en nuestra vida.  Lo sagrado no puede disociarse de la conciencia humana porque forma parte de su constitución, es un elemento de su estructura. Lo sagrado nos lleva a desvelar el misterio del hombre universal. Lo sagrado es lo que da sentido a nuestra vida; somos conscientes de por qué hacemos las cosas.

 Cuando Carl Jung descubrió la alquimia, la consideró vital para conocer y transmutar la psicología de las profundidades.

 “El yo es el centro de la conciencia, isla, (mundo conocido) que existe en el océano inconsciente (mundo desconocido), sede del Ser. El objetivo de cada ser humano es llegar a la individuación, ser indivisible, unidad.

Jung marcó cuatro etapas que debemos recorrer para llegar al Ser: 

Primera. Es la etapa de la confusión, de lo que no aceptamos, de lo que negamos. Nuestro yo se enfrenta a sus sombras.

Segunda. Es la fase de la correspondencia, todo está entrelazado. Asumimos, aceptamos, observamos sin juicios nuestras sombras. Es la etapa de la purificación. Es aquí cuando nos volvemos más seguros de nosotros mismos, empezamos a tener consciencia de nuestra isla y de nuestro océano. Empezamos a cambiar nuestra actitud.

Tercera. Encuentro con los arquetipos del subconsciente. El hombre posee parte femenina (Anima) y la mujer parte masculina (Animus). Uniendo a los contrarios nos elevamos como seres completos, sin discriminación. Aceptando que somos un todo, nos abrimos a una energía más sutil.

Cuarta. Es la unión del Ser con la Luz. Ser un humano universal que trasciende culturas, civilizaciones, tiempo/espacio”.

 La mística y la alquimia nos llevan a la búsqueda de lo Absoluto. La bondad en el corazón es necesaria para iniciar el proceso en el atanor, horno alquímico. Estas pinceladas que he expuesto, son para que podamos comprender el proceso que se repetirá a lo largo de nuestra vida, una y otra vez, a medida que vayamos avanzando y evolucionando en nuestra conciencia.

 El ser humano que busca conocerse es porque siente nostalgia de su Ser (aunque sea inconscientemente), se esfuerza por encontrar el sentido de su vida, y aunque su confusión y dolor lo hagan caer cientos de veces, su deseo de saber se fortifica para seguir su búsqueda; es vital conocer la intención de nuestros actos. 

 En nuestros días hemos dado la espalda a nuestra isla y océano, conciencia e inconsciencia, lo que nos genera confusión, malestar, violencia, ira al alejarnos de la unidad porque nos identificamos a las máscaras de las apariencias, estamos tan absortos en nuestro pequeño ego que creemos que somos más inteligentes e importantes que la naturaleza, cuando en realidad debemos ser humildes ante ella.  

 La mística y la alquimia espiritual se revelan a través de imágenes, símbolos para que podamos entender como humanos su significado, que no son fantasías imaginativas. Ambas ciencias se experimentan en nuestro interior y están envueltas en secretos, misterios que hay que investigar y descubrir para comprender que es en la unión de los contrarios cuando se engendra el embrión de la Unidad.

 Realizar el arte de la alquimia mística como símbolo y conexión entre lo terrestre y celeste y viceversa, nos lleva a construir el puente que une el alma humana al alma suprema del universo, pues, somos hijos de la tierra y del cielo estrellado.




sábado, 9 de noviembre de 2024

La Ley no es Justicia

La ley creada por los seres humanos debe estar sujeta a la Ley Universal del Orden, donde se unen los opuestos, vulgar y superior, solo así la Justicia podrá ser impartida por nobles personas cuyo discernimiento trascienda su mente y sus emociones humanas, así la Justicia abrazará esa Luz universal que todo impregna en su omnipresencia. En caso contrario, la ley creada por humanos sin escrúpulos ahogará a la justicia en el lodo de la corrupción, de la codicia y de la miseria humana. 

Cicerón, decía: “La Ley no ha sido establecida por el ingenio de los hombres, ni por el mandato de los pueblos, sino que es algo eterno que rige el universo con sabiduría del imperar y del prohibir”.

La Justicia indica cómo debemos comportarnos con los demás, siguiendo una Ley universal que es “no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan” y esto es cumplir con nuestro deber y responsabilidad; la justicia es dar a cada uno lo que le corresponda, que todo esté en su lugar. Como decía Marco Aurelio: “la recompensa de una buena acción es haberla hecho”.

El ser humano cuando ama, respeta y vive de acuerdo con las leyes de la Naturaleza es un sol que irradia luz; el ser humano que no ama ni respeta vive en la ignorancia de los caprichos, sin puntos de referencia para evitar la violencia. 

El ser humano se caracteriza por el entendimiento del Orden Superior porque somos seres inteligentes, aunque hay humanos que no saben que poseen ese entendimiento o lo ignoran. Cuando sometemos nuestra mente a la ignorancia, al caos, al desorden, estos emergen de forma violenta y nuestra razón se hace incompetente para tomar correctas decisiones al alejarse del orden y caer en el desorden. Cicerón decía: “La fuerza es el derecho de las bestias”. Los que no controlan sus palabras ni actos, no controlan su mente.   “Es igual de peligroso dar una espada a un loco que el poder a un depravado”. Pitágoras

Como decían los presocráticos, “la polis” es el mesocosmos, mundo intermediario entre el macrocosmos (universo) y el microcosmos (humano). De esta forma, “la polis” recibe a ambas fuerzas —-Orden superior y orden humano-—. Por eso, los antiguos sabios lucharon por instaurar la Justicia, como virtud, enseñando a los ciudadanos a pensar por sí mismos, elevando sus pensamientos para vencer la ignorancia que provoca la injusticia; los educaban en el Bien, como esencia superior. El orden en “la polis” necesita sabiduría, coraje, templanza, justicia y estas virtudes se desarrollan con equilibrio, discernimiento, responsabilidad y conocimiento.

Marco Aurelio nos dejó otro pensamiento: “Si el mundo apareciera ante nuestra mirada opaca y sin alegría, es nuestro deber iluminarlo y darle vida… La Luz siempre proviene del alma”.

Hay que temer a la injusticia, da igual la máscara o la etiqueta que lleve, porque solo produce dolor, miseria y caos y conduce a los seres humanos por senderos áridos; la injusticia les ha robado su fuerza vital, la libertad, al haberles arrancado sus derechos humanos.

Para que la Justicia triunfe hay que aprender a leer en el libro de la vida con sabiduría, lucidez, humildad y respeto, sin fantasías ni espejismos. La Justicia es el alma invicta donde yace el honor, la lealtad y los valores humanos que nos permiten ser dueños de nuestras vidas. La Justicia trae paz y es la llama risueña de una lámpara que desafía con su luz a las tinieblas, mejorando la vida de la Humanidad, dejando a un lado las impertinencias y opiniones sin sentido, la codicia y las ambiciones que traen consigo el poder sin sabiduría.

Leyendo el libro de la vida, aprendemos los valores morales y espirituales. Aceptando la pluralidad y las diferencias, aprendemos a ser los artesanos de nuestra vida, a tener el sentido honesto del deber y a armonizar los opuestos.

La Ley no es Justicia. Ambas pertenecen a las Leyes Universales y están entrelazadas. Los humanos las hemos separado y convertido en herramientas de control y miseria.

Para que la Ley y la Justicia vuelvan a brillar, debemos unirlas en su Esencia y devolverles todo su esplendor a través del Logos que todos poseemos.