La Presencia posee un lenguaje enigmático para que podamos sorprendernos al representar nuestra realidad. Su sonido es el silencio y habita en nuestro interior.
La Presencia me comunica que
no soy la persona que vemos, sino que soy la Presencia que me engloba.
La Presencia se desvela a
cada uno de nosotros en pequeñas dosis, para que nuestra sensibilidad la pueda
asimilar y así vibrar en armonía celestial.
La Presencia es el tambor de
los latidos de mi corazón que me une al otro con hilos de oro.
La Presencia es la poesía
antes de manifestarla en esa hoja pura, libre, que contiene las fragancias de
los silencios, ritmos, símbolos, porque solo así se puede expresar su
magnificencia.
La Presencia me devuelve la
imagen de la luna cuando miro a través de los cristales y el espacio azul
zafiro me envuelve para oír la sinfonía del cosmos.
La Presencia es como una
cuerda de violín que nos hace sentir nostalgia de la melodía del viento para
que su caricia pueda ser sentida por su alma.
La Presencia es esa energía
que todo envuelve, crea y da vida; es la certitud de que somos terrestres y
celestres, viviendo al ritmo del eterno retorno.