El arco iris es el puente
entre el universo celeste y terrestre para que todos los seres humanos podamos
transitar por él y descubrir los
misterios entre ambos universos.
La energía creadora nos
envía su reflejo a través del espejo de las aguas primigenias para que veamos la
manifestación de su obra a través de la vida en el planeta. También nos dio el
regalo del amor para labrar día a día los campos de la vida con serenidad y
alegría aunque muchas veces los hayamos sembrado de desdicha. El sendero del
alma es armonía, amor, dulzura y solidaridad y nos enseña a amar la vida; si
amamos la vida seremos solidarios con los demás porque nos amamos a nosotros
mismos y a todas las emociones que de ese amor se manifiesten, también el amor
nos enseña a luchar con lucidez y
compasión contra todas las emociones contrarias a él porque crean una tela de araña
de desamor, desgarramiento y autoengaño. El verdadero amor crea límites pues no
es amor lo que no se respeta ni lo que se intenta dominar.
Cada día se realiza el
milagro de la continuidad de la vida con el alba y el crepúsculo, momentos de
transición que preceden al milagro de la luz regalándonos sus bellos
espectáculos, tanto al amanecer como al anochecer, para que nosotros podamos sentir
la luz y la sombra, ambas necesarias y ambas nos enseñan a reflexionar y a tomar
conciencia de nuestras acciones para prepararnos para la siguiente oportunidad.
Desde siempre los seres
humanos han exclamado “¡qué maravilloso espectáculo!”, al ver como brillan los
diamantes del manto de la diosa Nut que se mueven en una danza sagrada y
tuvieron la certeza que la vida es movimiento. La vida es un fluir constante,
la muerte un fluir interrumpido. Por la noche, los buscadores de misterios se
sentaban para observar tal majestuosidad y oír en el silencio la sinfonía de
las esferas, sintieron que había algo
superior a lo humano, algo extraordinario y sagrado. Así, paso a paso, a través
de los senderos del alma, algunas personas curiosas y observadoras quisieron
saber el origen de sí mismas y del universo y empezaron a preguntarse:
¿Qué es el universo? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Por qué vivimos?
¿Por qué morimos? ¿Quién soy y quién es Él? Preguntas que generaron miles de
respuestas y otras miles de preguntas en un círculo sin fin.
La curiosidad y la observación han sido los motores que han
llevado a descubrir nuevos universos en nuestro interior; esos buscadores de lo
inefable a los que ahora se les conoce como “sabios”, fueron muy valientes al
adentrarse en el mundo de los fantasmas de la profundidad de la mente y
descubrieron que la fuerza, la disciplina y la voluntad son las herramientas para
bucear en esa aguas primigenias, en lo más profundo de nuestra conciencia donde
reside la sabiduría, enseñanza que deja su huella con flores de mil colores y
fragancias delicadas para que todo aquel que quiera transitar por el sendero de
su alma lo reconozca y no se pierda. El sendero del alma es el reflejo del
espejo entre dos universos paralelos, lo que está arriba está abajo, separados
por el horizonte, punto de unión entre el alba y el crepúsculo, círculo sin
fin.
Esa percepción de los
universos paralelos elevó sus conciencias para comprender el sendero de la vida
por el que cada uno camina al ritmo de sus pasos, caminos con muchas curvas que
impiden ver lo que hay detrás de cada una de ellas a nivel físico, emocional y
mental pues todas tienen sus propias vivencias; esos “sabios” comprendieron que
había que dirigir el timón de la mente para alimentar la propia reflexión y evitar
que caigamos o tropecemos en alguna de esas
curvas ciegas y así poder llegar a nuestro destino con equilibrio y
armonía que son el conjunto de todo en la vida.
Esos “sabios” pudieron
recordar gracias a su memoria celular formada por átomos de luz que todos
portamos en el alma la sabiduría de la energía creadora y quisieron dejar
constancia de ello para que la vida de las futuras generaciones fuera menos
dolorosa y tuvieran acceso a la
felicidad. Esa memoria celular está viva y palpita con cada latido de nuestro
corazón pues es esencia de vida y espera que despertemos de nuestra hibernación
producida por la duda y el miedo para poder
libremente, una vez más, preguntarnos de nuevo esas preguntas que siguen
bailando en el aire a través de los tiempos.
Para despertar de la
hibernación es necesaria la primavera, donde los colores, aromas, los rayos del
sol y las noches claras y hermosas nos invitan a reflexionar “para vivir solo
necesitamos estar vivos y amar la vida con respeto y honorabilidad”. La
primavera, símbolo de renacimiento, donde la rosa del corazón se abre para
dejar fluir sus aromas de alegría, paz y compasión y alejar a los espectros del
miedo, temor, penas y tristezas que nacen en las aguas profundas de la mente y
nos mantienen aletargados.
El sendero del alma es amor
que genera dulzura, equilibrio y armonía para vivir la vida, es la línea que
nos guía a través de nuestras vivencias que no solo se componen de familia,
amigos, trabajo, ocio, estudio…, sino de nosotros mismos; somos la clave de
nuestra existencia, la clave de nuestra vida. Nuestro sendero tiene varios
tramos, tramos buenos y malos y los
recorremos a través de diversos periodos de nuestra vida. Pero siempre hay
“algo” interior, un pensamiento, un escalofrío, una emoción, una intuición que
nos hace reflexionar para luchar y nos motiva para salir de la rutina del no
vivir; para dejar atrás todo lo que no somos pues siempre hay una persona o
circunstancia, incluso nosotros mismos, que nos impide ser la persona que
realmente somos y eso es lo que el sendero del alma no permite, solo puede
caminar la persona que es y que vive por ella misma a través del respeto,
solidaridad y agradecimiento pues esa búsqueda requiere sinceridad y
perseverancia; quien camina con miedo, odio, temor, ira, resentimiento seguirá
el camino de obstáculos que él o ella ha trazado. El alma se compone de átomos
de luz y contiene la sabiduría para guiarnos a través de su sendero y decirnos
que la luz siempre está ahí si nosotros queremos verla y la aceptamos en
nuestra vida. Siempre se cuela por la menor rendija y rompe cadenas para
liberarnos a la vida.
El sendero del alma es el
espejo de la energía creadora cuyo reflejo es la manifestación de su obra y donde
los buscadores curiosos y observadores han sabido encontrar respuestas. Han
sabido que estar aquí es saborear el
néctar del éter pues somos micro universos en estos universos paralelos.
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