Desde el principio de la humanidad, muchas personas han
observado la naturaleza, el universo y al propio ser humano para desentrañar
los secretos de la existencia en el planeta y su lugar en el cosmos; estudiaron
números, geometría, astronomía, filosofía, música, medicina…, todas las artes
necesarias para lograr una mayor comprensión
del mundo visible e invisible. Estos observadores y estudiosos se dieron cuenta
que todo estaba inscrito en la naturaleza y en el mundo invisible de los seres
humanos, solo había que descifrar la simbología para que en un futuro la
humanidad llegara a ser una súper humanidad.
Hace miles de años este conocimiento sagrado se impartía en
círculos cerrados pues se temía las repercusiones de la ignorancia. A medida
que el tiempo transcurría y se profundizaba en dichas enseñanzas dichos círculos
se fueron abriendo con cautela para minimizar los daños de la maldad y de la
infamia. Las enseñanzas profanas también siguieron su curso con prudencia pues
siempre hay devotos de la ignorancia que buscan encarcelar el pensamiento y el
progreso.
En la antigüedad, la educación era un privilegio para
algunos hombres y muy, muy pocas mujeres tuvieron acceso a ella. Sin embargo, hubo
grandes mujeres que lucharon por la libertad de su autonomía para funcionar conforme
a su naturaleza aunque muchas pagaron un alto precio, su vida. Con el paso de
los años, el deseo de aprender, de cambiar, de existir por sí misma, llevó a la
mujer a una lucha por su libertad sin precedentes; con pesar seguimos
observando que en pleno siglo XXI, en algunos países,
la mujer es ignorada y sigue viviendo de rodillas ante el patriarcado. Pero, no hay que
olvidar que la mujer es guerrera y no
está dispuesta a vivir en la pasividad ni en la servidumbre, camina a paso
lento pero es tenaz y resistente. Algún día
veremos que tanto la mujer como el hombre serán libres para pensar, elegir y
decidir la vida que su naturaleza les dicte.
La educación no solo es aprender a leer y a escribir o a
tener conocimiento de una u otra materia, es, también, aprender a descubrir lo
que somos mediante la lucidez y poder
crear proyectos en beneficio de todos para que sus frutos abran la puerta al
libre intercambio del saber, del
conocimiento y de la sabiduría para que todos disfrutemos de ese maravilloso
crecimiento personal y social; sabemos que el ser humano es un ser de
transición y debe dejar su huella para que las futuras generaciones puedan
vivir con respeto, libertad y dignidad, pues sabemos que la ignorancia, no es
no saber leer ni escribir, es olvidar que somos seres humanos con alma; la
ignorancia nos hace tener sentimientos envenenados, creando conflictos y
haciendo mucho daño a nosotros mismos y a la humanidad. La historia nos habla
de las consecuencias de la ignorancia –discordia, miseria y tiranía–, por eso
la sabiduría la mantiene alejada.
El saber, el conocimiento y la sabiduría transforman la
vida dándole un delicioso sabor de belleza, vitalidad y fuerza y muchas
oportunidades a todo aquel/la que usa la experiencia de sus andanzas para dejar
una llama en la vida de los demás. Como bien decía Gandhi: “cambiándose a sí
mismo podemos cambiar el mundo. La verdadera revolución es interior”. Para
lograr la revolución interior es necesaria la sabiduría -energía del alma que
nos ayuda a comprender lo que la mente nos esconde-.
El milagro de la educación es la experiencia más bella que
un ser humano puede realizar al
beber de la esencia del saber, del conocimiento y de la sabiduría. La educación es generativa de reflexiones, ideas, palabras
para discernir lo correcto y lo incorrecto, siendo conscientes de que siempre hay
consecuencias con nuestras decisiones. Saber es aprender, conocimiento
es la acción de conocer y sabiduría es el saber del alma, juntos forman el milagro de la educación. Milagro
es misterio y armonía, educación es transmisión de conocimiento que proporciona
los útiles necesarios para sembrar en cada persona pensamientos y emociones de
acuerdo a sus creencias y entorno. Cada uno decide qué hacer con su cosecha.
“Ausencia de dogmas para que
la propia experiencia pueda surgir libremente y experimentar la grandeza del
ser”, gritan las piedras del camino que esconden sus secretos a aquellos que
viven de rodillas ante los dogmas y, en cambio, los desvelan a los que
mantienen la dignidad y la fortaleza en la acción, al dar el primer paso hacia la transformación.
Como decía
Yeshua ben Yosef: “Busca la esencia de la experiencia sin entrar en el debate
intelectual”.
(foto de la red)
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