Confucio dijo: "la naturaleza hace a los hombres parecidos, la vida los hace diferentes".
El
horizonte se ha abierto para que la primavera nos embriague con su luz,
fragancia y belleza. Esa sensación de frescor nos impulsa a volar para ir al
encuentro de nuestros deseos más profundos que se multiplican como setas.
¿Qué haríamos sin deseos? Sobreviviríamos a una existencia llena de apatía que
apaga el sentido de la vida.
Todos
llevamos en nuestro interior un baúl lleno de ideas preconcebidas
que nos empujan al juicio cuando alguien no piensa ni actúa como nosotros. Sin
embargo, todos llevamos una verdad inherente a nosotros mismos y tenemos miedo
de faltar a esa verdad, no solo ya de palabras, sino de comportamiento, aunque
sea inconscientemente. Dicha verdad está regida por un mandamiento
superior de valores humanos como justicia, respeto, libertad, integridad y
solidaridad, los cuales olvidamos con frecuencia debido al autoengaño. Nos
ilusionamos suponiendo que, si nos ponemos la capa mágica, podemos cambiar en
un día, que todo se disolverá y volveremos a empezar otra nueva historia.
Las
creencias siempre han estado unidas al ser humano —Naturaleza, Luz, Dios,
Allah, Yahvé, Zoroastro, Buda, Wakan Tanka…—, necesitamos creer en algo. Cada
uno lo llamará como lo sienta, esto no tiene importancia porque no es lo
importante. Lo esencial es creer en los valores y en la fuerza que de ellos se
desprende para usar ese impulso y mejorar la imagen de nosotros mismos al ser
proclives al análisis de crear el bien.
Estamos
en el mundo para hacer, para crear algo bueno, para cumplir un destino, para
conocer nuestra alma. Cuando seguimos nuestros ideales, un nuevo flujo de
alegría nos guía porque asumimos nuestra libertad, nuestra falta de certezas,
nuestros errores y nuestras angustias, todo forma parte de nuestra vida y
aunque siempre volvamos al camino con nuevos compañeros de viaje, seremos
diferentes porque aprendemos de nuestra experiencia y no nos escondemos bajo el
paraguas de las excusas.
Cuando
vivimos bajo la sombra de la coacción es cuando a hermandad de la humanidad se
desgrana bajo el terror. Los problemas humanos no se solucionan con
imposiciones ni armas. Construimos templos de ladrillos para marcar la
diferencia en las creencias; al principio se construyeron para albergar a
personas que deseaban momentos de paz, compartir con otros su generosidad o
buscaban el perdón. Con el tiempo el ansia de poder destruyó la esencia de la
inocencia y de la verdad. Con gran pérdida para la humanidad nos olvidamos de
nuestro templo interior, el sanctasanctórum, lugar sagrado donde los antiguos
lo situaban en lo más profundo del templo porque unía el cielo y la tierra.
Las
religiones fueron instauradas por seres humanos, siendo su poder muy codiciado,
generando guerras de religiones donde se ha masacrado a millones de seres
humanos en nombre de Dios. Esa guerra es una lucha entre egos ciegos, egoístas
e ignorantes que aún no saben que nada saben; esos egos ganan batallas a través
del terror y del miedo, sin embargo, los valores humanos florecen con la
primavera cada año y su fuerza y belleza hacen que su simiente sea eterna.
Creer
en el amor, respeto, dignidad, humanidad es sentir la savia de la vida al usar
la cereza de la bondad para defender la paz del mundo y la libertad del
espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario