El pasado es el espejo de la época y no podemos obviarlo.
Tantas guerras por el poder, tantas vidas eliminadas, tanto dolor y
sufrimiento causados por el deseo de poder sin límites de individuos que se han
vuelto esclavos de su propio apetito y que, aunque clamen ser los salvadores
del mundo, sus corazones laten al compás de la violencia. Como decía Charles de
Gaulle, “Los hombres pueden tener amigos, no los jefes de estado”.
En el espejo de los tiempos vemos como se ha deformado la imagen de la
humanidad —la sociedad cambia y no siempre a mejor—, por eso hay que cortar las
cadenas de nuestros condicionamientos externos para ir más allá del mundo
artificial y adentrarnos en nuestra propia conciencia: “lo que se recomienda a
otro, debe aplicarse a uno mismo primero, decía Gandhi”.
A lo largo de la historia humana siempre ha habido seres que han luchado
para cambiar la forma de pensar de una sociedad dormida, sociedad a la que
todos pertenecemos. El resultado al cambio siempre ha sido doloroso y cruel.
Sin embargo, el cambio se ha realizado a través de las ideas naturales que
pertenecen a las leyes del universo y emergen en nuestro interior, los
valientes las llevan de bandera cuyos símbolos son la verdad, la justicia, la
libertad que ondean al viento para que ese movimiento eterno esparza sus
semillas por todo el planeta.
Nuestra sociedad está en decadencia porque los valores éticos han sido
enterrados, no existen en nuestra vida, solo el materialismo florece y nos
adoctrina para hacernos esclavos del deseo de poseer lo que nos crea
necesidades ilusorias y por las que pagamos un alto precio. Al no tener
valores, no sentimos empatía por la raza humana, la dividimos, la ignoramos y
nos asentamos en nuestro confort irresponsable. Esta crisis social conlleva
frustración y violencia. No podemos seguir moviéndonos por ciegas y
sordas pasiones. ¡Qué paradoja!, deseamos conquistar planetas y, sin embargo,
no sabemos vivir en el nuestro.
La imagen que nos refleja el espejo es triste, no por ser en blanco y negro,
sino por lo desolador y devastador de la imagen que refleja —hambre, sequía,
llanto, desesperación, muerte; guerras que no paran, mares que se tiñen de rojo
y guardan en sus profundidades las memorias de miles de personas que huyeron
del atroz sufrimiento para sucumbir a las olas del viento; océanos que en lugar
de seres vivos se han cubierto de plástico…— El equilibrio de la Humanidad y
del Planeta se está destruyendo, vivimos confrontados con la vida y nos aliamos
con la muerte. No podemos olvidar que cuando una avalancha está en marcha es
imparable. La Humanidad está herida en su alma.
El espejo del mundo nos invita a ver la unidad en todo, no a fragmentarla.
Ya de por sí sobrevivimos a los azares de la vida, no vale la pena seguir
confrontándonos unos a otros, imponer nuestras creencias, dogmas, formas de
vida. Es responsabilidad de todos mirar nuestro espejo para comprender y
aceptar nuestra vida, ya que nos revela nuestra imagen, nuestra alma, así como
nuestras emociones a través de nuestra fisionomía.
El viento arrastra la niebla y el espejo brilla de nuevo para mostrarnos la
memoria de las ideas eternas de paz, libertad, justicia, dignidad y respeto.
Todos tenemos derecho a equivocarnos y también a rectificar nuestros errores,
no podemos cambiar nada exterior si no cambiamos en nuestro interior; cuando
cambiemos el materialismo por los valores éticos emergerá una nueva generación
de caras sonrientes que emanen fuerza y bondad, como dijo Winston Churchill,
“la responsabilidad es el precio de la grandeza”.
Post de la web
No hay comentarios:
Publicar un comentario