En el siglo XV-XVI se reunieron en Europa grandes mentes, entre ellas Giordano Bruno, Pico de la Mirandola y Erasmus de Róterdam, que defendieron con su vida el amor a la libertad, a la justicia, a la dignidad del ser humano, al universo, a la esencia Creadora.
Sus
legados destruyeron murallas y crearon vergeles de ideas, pensamientos,
acciones que brotaron como flores raras en un desierto árido y, sin embargo, ese
océano de arena estaba sediento de esa fuente de conocimiento y, poco a poco,
algunas gotas de arena florecieron y se expandieron con el viento hacia otros
confines de fértil suelo.
Todos
ellos vivieron unas vidas de peligros, combates y persecuciones, pero ninguno
se retractó de su verdad y aunque durante siglos estuvieron olvidados, esas
semillas de luz volvieron a crecer y a brillar trayendo nuevas fuerzas para que
el buscador de la verdad pudiera continuar el camino.
En
ese universo de millones de mundos, en una estrella en la constelación de las
Pléyades, estos tres titanes se encontraron y recordaron algunos momentos en
nuestro planeta que tanto amaron.
—Erasmus:
¿Cuánto tiempo hace que no coincidíamos?, he estado viajando por universos y
mundos diversos, ¡cuánta razón tenías, Giordano, al defender la infinitud del
universo y su movimiento eterno!
—Giordano,
en la tierra me condenaron por hereje, pero es maravilloso ver esta realidad
con nuestros propios ojos, risas…, ahora somos pura energía. Sabía que el
universo es infinito, con sus miles de formas y mundos; mi intuición, mis
reminiscencias me ayudaron a ver y a comprender la existencia de millones de
vidas diferentes, entre ellas la de la Tierra, sin embargo, mi compromiso de
lealtad fue el latido de mi corazón, aunque la ignorancia pesó más que la
verdad. Sabemos, que cuando nacemos como humanos perdemos parte de nuestra
conciencia universal y nos olvidamos de quienes somos; al vivir incompletos,
nuestro ego e ignorancia toman el relevo de esa sabiduría olvidada y nos hacen
creer que todo lo sabemos…, (sensación de tristeza por ese gran error que
domina la Tierra). El dolor y sufrimiento que algunos humanos han provocado al
imponer dogmas, creencias, errores a través de eones, ha sido cruel y devastador.
Mirando el escenario actual del mundo del siglo XXI, no ha cambiado mucho, unos
dioses han sido reemplazados por otros y siguen causando graves daños.
—Pico,
¡Me alegra veros! Yo también he estado viajando por este infinito universo que
todo es. Somos el ayer, el hoy y el mañana. Este enigma que los humanos piensan
poder descubrir con su mente solo trae más confusión y error; solo aquellos que
están dispuestos a desentrañar dicho enigma lo pueden hacer con una mente
abierta y sincera, llaves que abren la puerta al universo interior. Me
conocieron en la tierra como el príncipe de la concordia, deseaba que
comprendieran que conciliando los opuestos se origina la libertad de
pensamiento, elevando nuestros pensamientos, nos elevamos nosotros mismos, así
podemos buscar la grandeza y aportar una flor a ese infinito jardín que es el
conocimiento interior y la vida; la dignidad humana es vital para vivir. La
finalidad del Ser Humano no ha cambiado, sigue siendo lograr su evolución
interior no solo material e intelectual, sino también de la conciencia, solo
así se llega a la concordia entre los principios y los fines, al equilibrio
—sin críticas y sin juicios—, buscando la verdad en su Ser. Todos hemos sido
víctimas de la violencia e ignorancia, no solo intelectual, sino también
filosófica (amor a la verdad, a la sabiduría); el no comprender que no es
entender, trae esas terribles consecuencias. Yo defendía la concordia, la
libertad, el libre pensamiento para que cada uno fuera su propio explorador,
que sintiera su grandeza uniendo el cielo y la tierra. Ahora en este precioso
lugar etéreo te das cuenta de que cada ser humano tiene su propio camino, y al
ser dueño de su vida debe acallar la voz de la destrucción provocada por la
competición, el egoísmo, la ignorancia y centrarse para oír su voz interior, la
voz del corazón para que pueda vivir armonizado con las leyes de la naturaleza
y así evitar más conflictos. Vivir en el corazón es vivir la experiencia
interior, el que no experimenta, no sabe; hay que saber para comprender.
—E.
añadió: la educación es la base de la formación, no solo una educación
libresca, sino una formación como humanidad, viviendo en unidad, en la
concordia y en la verdad; dejar de competir constantemente para evitar la
división, el estrés y la ira que producen esa carrera sin meta. Es
importantísimo enseñar desde la más tierna infancia valores de respeto, de
libertad, de lo justo, de la verdad, enseñar que la verdad es sentirse en
armonía para que su conciencia crezca como un roble y le guie a medida que vaya
creciendo para que cuando sea adulto tome decisiones correctas, basadas en el
corazón, en el sentido común y no en la pequeña mente del ego. Como Sócrates,
hay que ser polémico y conciliador, buscar y conocer los arcanos de las
enseñanzas de todo el mundo, para que se den cuenta de que la esencia de la
verdadera enseñanza secreta es la misma, somos almas en cuerpos físicos. El ser
humano es un microcosmos dentro del macrocosmos, por eso es libre y digno
porque es el actor de su destino, así sabrá vivir la vida y no estará a la
merced de las opiniones cargadas de prejuicios.
En
ese momento de complicidad, de silencio, de amor, una nueva energía se sumó al
trío, era el alma del querido Sócrates, que al oír su nombre quería dejar una
estela de compasión y amor. Sócrates trajo consigo una luz muy intensa y
ligera, como una risa salida del corazón de cristal que hace vibrar las cuerdas
de los planetas.
—Nuestras
experiencias como humanos son como miles de gotas de agua que chocan entre
ellas para generar la lluvia que trae abundancia o destrucción. Todos llevamos
dentro la conciencia superior, el YO SOY, voz interior que nos guía, como mi
daimon y a la que debemos conocer. Es muy importante, diría vital,
conocerse a sí mismo para poder decidir y no entrar en esa opinión de los demás
que tiene algo de verdad y algo de mentira. Cuando nos conocemos como humanos,
podemos armonizarnos con las leyes de la naturaleza para aceptar que todo en la
tierra es cíclico, efímero, por lo tanto, vivir en armonía con nuestra alma,
alimentándola de pensamientos elevados, siendo éticos, como decían los egipcios
vivir según las leyes de Maat —verdad, justicia, armonía, respeto— nos
proporciona alegría y buen humor porque sabemos que nuestra misión es despertar
al alma inmortal y volver a casa.
Las
cuatro energías se unieron y una estrella gigante nació para que sus
semillas-partículas llegaran de nuevo a la Tierra como estrellas fugaces,
trayendo deseos de sabiduría: “¡Qué las leyes de la Naturaleza sean
comprendidas! ¡Qué los espíritus dormidos despierten algún día! ¡Qué los
humanos comprendan la unidad de la humanidad! ¡Qué la ignorancia presuntuosa
deje de causar servilismo! ¡Qué el ser humano pueda verse en el espejo de la
sabiduría y se reconozca! ¡Qué pueda conocerse a sí mismo para conocer su
universo!”.
(Imagen Unsplash)
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