Buscar la “Verdad” implica iniciar el viaje hacia algo superior, sublime, el AMOR. El AMOR es la esencia de quienes somos, por eso es importante trascender la manifestación de nuestra existencia para observar la otra realidad, el Ser. El Ser forma parte de la energía primigenia que siempre ES, el presente.
Comenzar este viaje de autoconocimiento es empezar a caminar por un sendero de álamos dorados y flores abiertas para que su perfume invada el aire y el canto de los pájaros cambien nuestro rostro sombrío por alegría. Este viaje necesita que llevemos dentro de nosotros el coraje, la fuerza, el entusiasmo, la prudencia y la voluntad para ir sorteando los diferentes obstáculos necesarios para fortalecernos e ir comprendiendo nuestra vida y el mundo, todo está entrelazado.
Vivimos en un mundo de vertiginosa rapidez, todo debe ser inmediato. Ya no existe el reflexionar pausado para observar las cosas, escuchar al otro e intentar comprender su sentir y el nuestro; cada persona lleva dentro de sí un combate que nadie conoce, por este motivo, la amabilidad y el respeto son fundamentales para el diálogo y su comprensión.
Es abrumador comprobar (si nos paramos un segundo a reflexionar) que cada ser humano es diferente, complejo y reacciona de mil maneras ante las diferentes situaciones de la vida, siempre lo hará conforme a sus propias vivencias —positivas y negativas—, y esto lo comprobamos continuamente a nuestro alrededor. Tenemos millones de ejemplos a través del planeta en los diferentes planos —político, financiero, judicial, social e individual—, por ello es vital antes de tomar una decisión conocer y tener un alto grado de responsabilidad sobre uno mismo, porque nuestras decisiones, si no son equilibradas, pueden dañar a una o a miles de personas y sus consecuencias tanto a nivel individual como global pueden ser desastrosas.
Todos somos diferentes y cada uno tiene su propia singularidad, sin embargo, queremos ser iguales, nos enfada la diferencia y es la diferencia, la nos hace ser únicos e irrepetibles y es, además, el motor de la evolución —la diferencia marca el compás de la Vida. Es la diferencia la que compone sinfonías. Es la diferencia la que hace bella la Naturaleza. Es la diferencia, el sello de la Humanidad—.
Aceptar y ser esa “diferencia” es ir al encuentro de la “Verdad”. En nuestro mundo manifestado la verdad absoluta no existe porque todo es diferente. Los antiguos filósofos (amantes de la verdad) —egipcios, chinos, japoneses, babilonios, siberianos, hindúes, griegos—, denominaban “Verdad” a la fuerza primigenia que ES (que siempre ha sido y será) y, por lo tanto, no es un concepto que podamos comprender con nuestra mente racional, debemos trascender para experimentar ese Principio Universal.
Ese anhelo de experimentar otra realidad nos pone en contacto con un ideal elevado que es imprescindible para trascender y conocer el sendero del Saber, si nos quedamos con la experiencia racional nuestros ideales estarán sujetos a apariencias, a los vaivenes de las circunstancias y son estas las que nos empujan al cruce de caminos donde tenemos que tomar una dirección si queremos avanzar o bien quedarnos donde estamos.
Cada individuo elige los materiales para esculpir su Vida. Los que deciden ir al encuentro de la “Verdad” saben que deben aceptar la diferencia. La “Verdad” exige compromiso, autoconocimiento y esfuerzo porque es un trabajo personal e intransferible, tocamos lo más íntimo de nosotros —transformamos la desesperación en motivación, la angustia en serenidad, la ofuscación en fluidez…—, y esto se consigue cuando nos equilibramos, proceso reflexivo, pausado y tranquilo; Buda siempre hablaba del justo medio que proporciona el ánimo estable, la moderación y la prudencia.
La fuerza de la “Verdad” nos ayuda a comprender los contrarios, a observarlos y a aceptarlos porque sabemos quiénes somos, somos el Ser que siempre ES, presente. Todo forma parte de la Ley cósmica de la evolución. Buscar la “Verdad” es buscar nuestra singularidad, es vivir bajo el Principio Universal de la Armonía que todo engloba, es el camino que nos lleva a la energía de la Paz y de la Justicia. No podemos salvar a nadie y menos al mundo, pero sí podemos cambiar nuestra actitud pasiva en una actitud activa del “Bien”, así todos viviremos mejor individual y socialmente.
Si deseamos cambiar de vida es que empezamos a comprender que necesitamos algo más, sabemos que no podemos cambiar y seguir siendo los mismos, por lo tanto, tenemos que cambiar nuestra actitud para trascender nuestra vida cotidiana e ir al encuentro de la “Verdad”, y es ese deseo el que nos guiará y su impulso nos elevará hacia otra realidad.
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