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Ahimsa es vida

domingo, 27 de julio de 2025

Espiritualidad y adicción

La espiritualidad tiene un gran impacto en los adictos. Es importante definir algunos conceptos para llegar a una mejor comprensión.

Espiritualidad: esencia profunda que todos los humanos poseemos, es, por tanto, natural y universal. La espiritualidad nos conecta con nosotros mismos, introspección; con el otro, relación, fraternidad; con la naturaleza y el universo, todos estamos entrelazados. Estos puntos son la esencia misma del alma y de la vida; conociendo estas relaciones llegaremos a ser conscientes en un nivel más profundo de conciencia.  Todos somos partes de esa esencia de conciencia universal. La espiritualidad refuerza nuestro control, nos equilibra, nos proporciona coherencia, confianza y un sentido en la vida, dándonos fuerzas para enfrentar las pruebas que todos tenemos que pasar.

La adicción es un laberinto donde se pierden los puntos de referencia y no salimos si no tenemos ayuda. La adicción proviene de diferentes campos: sociales, culturales, familiares y son múltiples y diversas —alcoholismo, drogas, mentiras, videojuegos, compras, apuestas, pantallas, control, poder…—, es decir, cualquier cosa que consuma nuestra energía, nuestro tiempo, nuestra voluntad, y nos lleve a consecuencias negativas. La adicción nos desequilibra el cerebro y nuestra existencia, y como no la controlamos nos lleva a la depresión y a la violencia, pagando un alto precio.

Es muy importante tener conciencia de nuestros actos para anticipar las consecuencias. Interpretemos los cambios para poderlos cambiar a su vez. Dar voz a nuestra conciencia para ser humanos y comportarnos como tales.

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Mis ojos por fin se vieron en el espejo y en ese instante un grito desgarrador salió de mi garganta al ser consciente del desastre que nos rodeaba. Teníamos engañados a todos, nuestra vida era una gran farsa.

Un amigo nos habló de un lugar donde hacían reuniones de adictos. Habíamos tocado fondo y era el momento de decir: ¡basta! Fuimos a esa reunión. Hoy hace doce años.

“Para posicionarse ante la adicción es necesario tener la aptitud adecuada para saber que somos capaces de luchar por lo que deseamos y tener la actitud de la acción justa como antídoto al miedo y a la debilidad”. Palabras que escuché en la primera reunión de alcohólicos anónimos, palabras para reflexionar cada día de nuestra vida.

En estos años hemos comprendido que no hay triunfos sin esfuerzos —luchas, lágrimas, victorias y algunas recaídas—. Con el tiempo logramos comprender que hay dos caminos en la vida: el de las excusas y el de los esfuerzos. Ese grupo heterogéneo y de fuerza singular nos permitió comprender que nuestro cerebro había sido pirateado por nuestras adicciones, cuyas consecuencias han sido terribles. Nuestra agresión y depresión dejaron profundas huellas.

Con el tiempo nuestro cuerpo biológico y psíquico empezó a sanar con mucha paciencia y sobre todo ayuda. Por esto hoy, doce años de lucha y esfuerzos, decidimos celebrar la vida organizando un fin de semana largo para estar con nuestros amigos y juntos dar gracias por esa relación de fraternidad y generosidad.  Fuimos a un lago de gran belleza donde recibimos mensajes de sus aguas cristalinas entre los silencios llenos de dulzura, caricias y abrazos del aire. Momentos de encuentro con el Invisible.

Por la tarde hicimos una pequeña hoguera como símbolo de limpieza de nuestra antigua vida, echando al fuego el dolor, el miedo, la debilidad y luego recibiendo a través de la calidez de las llamas los antídotos de alegría, coraje y belleza, necesarios para el gran cambio.

Antes de que el fuego se consumiera, hablamos de nuestras historias. Mi compañero empezó recordando su primera lección: al principio de las reuniones no sentía nada sino un intenso dolor, quería seguir consumiendo, sin importarme las consecuencias. Aceptar que tenía un problema era impensable debido a mi negación hasta que comprendí que solo yo podía tomar la decisión de sanarme. Ahora sé, que, la adicción abre las puertas a los conflictos mentales y nos lleva a la depresión y a la agresión. Lágrimas cálidas de reconocimiento y agradecimiento.  

Para mí, el recorrido fue similar al de mi compañero, pero lo más difícil fue comprender el significado de “lo correcto e incorrecto”. Para conocer lo correcto, que exige responsabilidad e integralidad, hay que vivir primero lo incorrecto. Por ejemplo, mi padrino me repetía: “sentir el conflicto para buscar la serenidad, y ese camino de enfrentamiento nos lleva al cambio que nos pone en contacto con nosotros mismos”. Hoy soy consciente de que, cuando actuamos correctamente, hay una fuerza extraordinaria que surge en nosotros y que construye nuestro presente. En cambio, lo incorrecto es una fuerza poderosa que nos empuja hacia la confusión, nos debilita y nos aleja de nuestro presente porque nos hace vivir constantemente en el pasado.

También, la esperanza fue mi motor vital. Comprendí lo que el mediador nos repetía: «es imprescindible tener un objetivo hacia dónde dirigirnos, si lo negamos, estamos perdidos y entramos en una tristeza interior profunda por la pérdida de nuestros puntos de referencia». Cuando encontré mi objetivo a corto plazo, mi humor cambió, era más alegre porque empecé a crear acción y me alejé de la reacción. Esta es la fuente de la esperanza, mis decisiones que son solo mías. Comprendí que la acción de crear algo bueno nos lleva a   respetar las relaciones —conmigo misma, con los demás y con la naturaleza— base de la espiritualidad. Así fui construyendo mi nueva vida, paso a paso.

Todos nos quedamos en silencio con nuestra reflexión, nuestras caras serenas se reflejaron en el lago donde nada las perturbaba porque tenemos una nueva visión del mundo. El silencio nos trajo diálogo con nuestro ser profundo, la belleza del atardecer nos llenó de admiración, la serenidad del lugar nos envolvió y en un acto reflejo nos cogimos las manos para dar gracias al Invisible por su fuerza, sabiduría, amor inclinando la cabeza en señal de recogimiento y respeto a su grandeza y sabiduría. Este rito tiene un profundo impacto en nosotros: proteger la dignidad, que es el tesoro más preciado que todos poseemos.

Así, la espiritualidad sana los cuerpos, el alma y el espíritu cuando establecemos las relaciones con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza y el cosmos. Nuestras decisiones son importantes para cambiar nuestra vida.

El milagro de la generosidad y la fraternidad son el motor del cambio del mundo.



martes, 15 de julio de 2025

Seres de oro que caminan por el cielo y la tierra

 “Para llegar al conocimiento profundo tenemos que superar las limitaciones mentales que nos mantienen aislados para que no descubramos otras dimensiones de nuestro ser”.

“Todos sabemos, que un ser humano es un ente de cuatro cuerpos entrelazados: biológico, emocional, mental, y como fuente de vida el cuerpo espiritual, conciencia.  El desconocimiento de estos cuerpos es causa de muchos problemas porque no somos capaces de enfrentarnos como ente a las dificultades, al estar centrados en nuestra apariencia y creyendo erróneamente que somos lo que vemos. Nuestra misión como humanos es llegar a conocernos a nivel biológico, emocional, mental y espiritual y percibir su interacción. Por ejemplo: alguien nos dice algo que nos gusta, inmediatamente, pensamos, sentimos y experimentamos en nuestro cuerpo un bienestar, nuestro cuerpo biológico lo traduce con una sonrisa; en cambio, si alguien nos dice algo que nos hiere, al instante, pensamos, sentimos, y experimentamos ira, nuestro cuerpo biológico lo expresa con un puño o palabras malsonantes hacia la otra persona. Siempre nos tiene que pasar algo en la vida para comprender que hay un problema sin resolver en lo más profundo de nosotros y que hemos guardado en un cajón del desván, creyendo que lo olvidaremos, pero ya sabemos que la vida siempre está en movimiento, transformándose”.  Mi voz interior me recordó esta enseñanza, no escrita, pero eterna.

Ruptura, traición, alejamiento bullían en mi interior y me hacían sentir emociones de ira, dolor y amor. No sabía cómo controlarlas, además mis pensamientos se hicieron más duros. Era el momento de darme un respiro.

La cultura japonesa me ha interesado desde siempre, muchas veces me vienen imágenes de una época lejana.  Llevo varias noches soñando que era una mujer samurái, tengo una espada curvada y muy fina en mi mano derecha, debajo del ropaje —una blusa blanca de anchas mangas y un pantalón negro recogido al tobillo— guardo mi flauta pequeña casi como un silbato, con la que imito el canto de las aves, me gusta tocarla porque me tranquiliza y me conecta conmigo misma. Al despertarme, seguí oyendo el canto de los pájaros que duermen en el árbol que hay debajo de mi ventana. Como siempre, antes de levantarme, rememoré mi sueño: estaba en un patio de piedra blanca, en un monasterio rodeado de altas montañas. La soledad y el silencio por compañeros, todos, formábamos parte de ese inmenso paisaje venerable. Sentía que mi energía se unía a la belleza de la naturaleza.

Este sueño repetitivo era una invitación para visitar Japón, y en particular un templo en Kioto, el nombre de esta ciudad, vibraba en mi interior. Emprendí un viaje de tres semanas y cuando llegué, una extraordinaria sensación de “déjà vu”, me invadió.

Llegué al monasterio por la tarde y un monje salió a mi encuentro. Atravesamos un patio de piedras blancas muy gastadas. Una vibración recorrió mi piel. Me llevó a mi “celda”, un camastro, un ventanuco, un pequeño armario y un pequeño escritorio; tenía lo necesario para que mi estancia fuera fructífera. Después de la cena, el monje me invitó a meditar con él. Una experiencia extraordinaria, una hipersensibilidad difícil de contener, recorría mi cuerpo; no pude dormir en toda la noche.

Después del desayuno, salí a dar un paseo por los alrededores. Un pequeño río fluía no lejos, me acerqué y sentí el impulso de ser parte de ese misterio del agua. Oía el canto de unos pájaros y volví a revivir mi sueño. Vi unas ramas caídas de unos cerezos, cogí una y empecé a alisarla con mi navaja. Ese gesto me llamó la atención.

Cada mañana, con los primeros rayos, bajaba por el sendero que bordea la montaña hasta el río, donde permanecía varias horas, sintiendo la caricia de la suave brisa que tocaba con dulzura la superficie del agua. Mi mente se apaciguaba con el airecillo sobre mi cuerpo mojado; formábamos un solo ser en perfecta armonía.

Sentí un dolor en mi corazón e intenté respirar profundamente, oí un clic, como si una cerradura se abriese; era una bocanada de aire puro que abría las puertas de mi interior, el agua fluía por mi cuerpo. Percibí que era vacío, billones de átomos formábamos el Todo. Una explosión de luz dentro de mi cerebro me hizo comprender que somos gotas de agua en un océano primordial donde cada gota es una vida, una experiencia que, después de su ciclo, debe regresar a ese centro cósmico. Esa gota me hizo ver como en un espejo a todas las personas que había hecho sufrir y que me han hecho sufrir, a las que he amado y me han amado. Todo está registrado; el pasado y el futuro se unen en el ES. Oí una voz cantarina que decía: “para experimentar este misterio debes buscar la armonía y la belleza tanto fuera como dentro de ti y seguir tu intuición. Busca para acceder al misterio, el amor del universo”. Vi luces, colores y a los “kami” sonriendo.

Unos días más tarde, al pasear por esos parajes preciosos de agua y montaña, vi un trozo de bambú en el suelo. Lo cogí y empecé a alisarlo y cuando tomé conciencia, el tiempo había pasado; sin embargo, mi flauta había nacido. Reía y lloraba al mismo tiempo. Volví al templo y le conté al monje mi sueño y experiencias. Él solo sonreía y sus ojos negros radiantes me hicieron ver el universo.

Somos gotas en un océano de energía, todo fue y todo será, porque todo es. Comprendí que la vida tiene múltiples escenarios donde se unen el presente con el pasado y el futuro. Experiencias, vivencias, aprendizaje para ir ascendiendo por esa escalera infinita de luz.

Cuando regresé a casa, ya no era la misma persona, había cambiado mi esencia. Empecé a ser consciente de mi vida, de mi respiración, de mis cuerpos, de mis sueños y a tomarlos en serio, porque muchos de ellos son recuerdos de otras vidas, pero tenemos que ser conscientes de nuestra realidad actual, para ser consciente de la realidad de los sueños, que son, también, realidades de otras vidas paralelas.

Los recuerdos vibran en nosotros, pues son presentes de múltiples vidas, múltiples experiencias, múltiples aprendizajes. Solo tenemos que superar las limitaciones mentales para sentir el amor del universo.

Somos seres de oro que caminan por el cielo y la tierra.


    (Dibujo libro  "La Naturaleza Sagrada del Ser Humano")

sábado, 12 de julio de 2025

Fuerza de libertad frente a la arrogancia cobarde en este terrible escenario

La arrogancia es peligrosa y somete con amenazas a la gente a través del miedo; nos postramos ante ella porque nos sentimos débiles, frágiles, indefensos ante las consecuencias. Sin embargo, los países amenazados deben unirse para hacer un frente común de fuerza a esas amenazas.

Echando una mirada al pasado y al presente, observamos que la puerta de la libertad sigue en pie. La puerta de la libertad —vida, paz, compasión, amabilidad, dignidad y respeto— está construida por los deseos más profundos de los seres humanos que buscan el bienestar general. Esta puerta es indestructible pese a los ataques de los nuevos gobiernos totalitarios, donde el diálogo político no existe y se aterroriza a la sociedad. La soberbia y la crueldad ganan batallas inmediatas, pero la libertad siempre saldrá victoriosa al final, porque la fuerza del espíritu que cada ser humano posee es más poderosa, pues es fuente de vida. 

En este mundo globalizado, los gobiernos arrogantes tienen por objetivo unificar en una sola regencia el poder del planeta y esto se consigue anulando la libertad y la dignidad de los seres humanos.

Ante las atrocidades a las que asistimos, no podemos ser indiferentes; debemos alzar la voz por aquellas personas que no pueden y por nosotros mismos; es intolerable estas matanzas que hay en todos los continentes del mundo. Nos dirigimos hacia el abismo, hacia un mundo de estatuas de barro.

Los gobernantes poderosos creen que tienen el derecho de arrebatar vidas y de anexionar territorios porque su política expansionista y absolutista lo dice; no olvidemos cuál es su objetivo. Un ejemplo lo tenemos con la IA, recordemos que detrás de ella hay humanos que todo desean controlar. Nuestra identidad profunda, nuestra libertad y libre pensamiento se están enterrando en subsuelos de rejas para que nuestra conciencia permanezca dominada. Estos tiranos ignorantes no saben que la libertad y la conciencia vuelan, porque son la fuerza de vida en el universo y en la tierra, y jamás serán dominadas.

En estos momentos, el poder del materialismo ha desbancado al poder humanitario, a los derechos civiles, a los derechos internacionales, a los compromisos de paz. Estos autócratas se creen intocables; sin embargo, la puerta de la libertad cada día se hace más grande porque los partidarios de la NO VIOLENCIA tocan los corazones sensibles de los humanos que luchan por la paz y cuyo eco hace vibrar a otros corazones.

El grito de sí a la vida, sí a la paz, sí a la convivencia, sí a las culturas, sí a la humanidad, es el grito de la humanidad unida, contra el terrible sinsentido de nuestro actual escenario.  Si perdemos nuestra humanidad y valores, perderemos el sentido y el control de nuestra vida, para entregarlo a los devoradores de libertad, que violentan las leyes según les plazca, aniquilando culturas, tradiciones, conocimiento y saber para someternos bajo la bandera unicolor, el poder planetario.

Vivimos en un planeta precioso donde todos cabemos, cada uno con su cultura, su tradición, su forma de pensar. Somos una humanidad múltiple, diversa y esa es nuestra riqueza.  Tenemos que alzar la voz de la NO VIOLENCIA para recuperar el orden, la vida, la dignidad, la libertad.

La voz de los silenciados vuelve a oírse con más fuerza; no se permitirá aniquilar a más pueblos, culturas, tradiciones para obtener más poder y control. Los que esculpen al monstruo de mil cabezas para destruir el planeta y a la humanidad deben saber que al final serán ellos los devorados.

El planeta no puede poseerse, forma parte del universo y seguirá así eternamente; en cambio, el ser humano pertenece a la tierra, es efímero, frágil y con una corta vida, y a la hora de partir no se llevará ni su nombre. 

Pacifiquemos las relaciones entre los humanos para entrar por la puerta de la libertad junto a los partidarios de la NO VIOLENCIA y mejorar nuestra vida, creando nuevos escenarios de paz.