Confucio dijo: "la naturaleza hace a los hombres parecidos, la vida los
hace diferentes".
Cada uno de nosotros podemos cambiar nuestra realidad si aceptamos nuestra vida, cultura, raza y creencia; aceptando nuestra realidad dejamos a un lado la realidad creada por el miedo y el sufrimiento y estamos dispuestos, también, a aceptar la realidad de los demás.
Todos
llevamos en nuestro interior una verdad inherente a nosotros mismos y debemos luchar
para descubrirla; dicha verdad está regida
por un mandamiento superior de valores humanos como justicia, respeto, libertad,
integridad y solidaridad. Muchas personas olvidan con frecuencia su propia
verdad y se extravían por derroteros de su propia destrucción
al aventurarse en escondites donde su cuerpo alberga al miedo y al sufrimiento.
Construimos
templos de ladrillos que existen para compartir con otras personas momentos efímeros
de paz, generosidad y perdón, pero, a
menudo nos olvidamos de nuestro templo interior, el sanctasanctórum, donde reside la chispa
creadora individual e intransferible; esa chispa divina es el timón de la fe de
todos los credos y nos conduce hacia el conocimiento, la sabiduría, la paz y la
alegría de la vida.
Muchas personas
confunden fe con sumisión -acatar normas y preceptos que otras personas
imponen-. La verdadera fe es libre como el aire que todo atraviesa, es una
fuerza creadora que el alma nos entrega para poder conectar con nuestro poder
divino, haciéndonos mejores personas y así poder ayudar a los demás. La
espiritualidad es espíritu/alma no religión
y nos toca el corazón a través de su esencia creadora, el amor, y,
una vez que nos toca no podemos negar su existencia.
Las
religiones fueron instauradas por seres humanos y su poder ha sido y es muy
codiciado, motivo por el cual nos hemos matado durante milenios y la lucha
continúa; es una lucha entre egos ciegos y egoístas y tan ignorantes que aún no
saben que nada saben; esos egos ganan batallas a través del terror y del miedo imponiendo
sus injusticias, miserias y muertes. El ego es contrario a la fe y al amor. La
unión de creencias es lo que hará que se acaben esas batallas sin sentido, solo
hay un propósito en la vida y es proteger a la gran familia humanidad para que
mantenga su dignidad y respeto. Protegiendo a las personas protegemos al mundo.
Hay
muchas y diferentes creencias -Naturaleza, Luz, Dios, Allah, Yahveh, Zoroastro,
Buda, Wakan Tanka...-, y todas son válidas siempre y cuando sea la esencia del
amor la que guíe los pasos de cada ser humano. Igual que el crepúsculo
despierta al día y las estrellas nos arropan por la noche, las creencias son parte de un alma global a la que todos pertenecemos y llevamos
en nuestra alma. Todo en la tierra es una manifestación divina.
Las
luchas por la supremacía de una religión no tienen, en absoluto, nada que ver
con la fe y el amor creador; esas luchas solo han traído a la humanidad muerte
y dolor; el amor creador es la fuerza que
crea vida y alegría, incluso, ha creado el universo, planetas, naturaleza,
seres vivos y entre ellos, a los seres humanos. La fe y la unión de las creencias son los
motores para que haya paz entre los seres humanos y respeto por la
naturaleza, ambos indisociables. Si unimos nuestros esfuerzos en el respeto de
aceptar las diferentes creencias obraremos milagros en el planeta, evitando
guerras, dolor y muertes.
La
creencia es la savia de la vida, haciéndonos emprender actos de amor como seres
humanos, y debe ser reforzada por las diferentes culturas y razas; el
conocimiento, la fe, la sabiduría, la compasión, el perdón y la paz son semillas plantadas en una matriz de
amor que ha creado océanos de arena y agua, inhóspitos desiertos y valles
fértiles donde todo germina para favorecer el cambio en la conciencia del mundo
por el bien de la Humanidad.
Dibujo Lorena Ursell
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