“Philoteus Jordanus Brunus Nolanus, (…) profesor de la sabiduría más pura e inocente, conocido en las mejores academias de Europa, filósofo (…), despertador de los espíritus dormidos, adiestrador de la ignorancia presuntuosa y contumaz, que profesa un amor general a la humanidad en todas sus acciones (…). (“Giordano Bruno. Filósofo y hereje”. Ingrid D. Rowland). En esta carta Giordano Bruno describe su profundo sentir y da voz a muchas almas que anhelaban un cambio tanto en la estructura social como religiosa del momento. Su propia experiencia de la vida le llevó a tomar consciencia de que somos algo más que carne y hueso; somos energía-conciencia que desea volver a la unidad de la esencia de la que procedemos.
Tras las mentiras se
esconde la verdad. En los siglos XV y XVI hubo un renacer del saber acompañado
de Conocimiento. Ese proceso de búsqueda del saber fue lo que impulsó a
recuperar textos, mitos, símbolos milenarios para sacarlos de nuevo a la luz. El
renacimiento surgió en medio de un eclipse donde las sombras cubrieron a la luz,
pero su resplandor era tan fuerte que fue visto y sentido por seres humanos que
tomaron consciencia de que los sentimientos de amor proceden de esa verdad
escondida por lo que decidieron ser ellos mismos luminarias al servicio de la
humanidad, con el fin de que las sombras de la ignorancia y del fanatismo fueran
absorbidas por ese resplandor y así recuperar el olvido que tanto sufrimiento
produce. Estos hombres y mujeres lucharon hasta su último aliento para proteger
el fuego de la antorcha de la sabiduría.
El renacimiento no sólo
pertenece a una época; ha habido muchos renacimientos desde tiempos
inmemoriales; hay un renacer continuo en la vida para ayudar a regenerar al
planeta y a la humanidad tal y como establecen las leyes de la naturaleza y del
universo. Esos seres humanos universales hablaban el lenguaje del universo,
sabían que la esencia del alma vive en cada hombre, cuyo centro es un diamante
bruto que está protegido en la cripta de nuestro corazón. Ese diamante refleja,
a través de su resplandor, nuestra vida interior en el exterior manifestando
nuestras ideas, acciones y sentimientos. Se restableció la importancia de la relación
del ser humano con la naturaleza. El hombre universal sabía que: “el gran
desafío del renacer es llegar a la Unidad desde la consciencia en la materia. Como
dijo Hermes Trismegisto “Dios es una esfera infinita cuyo centro está en todas
partes y cuya circunferencia en
ninguna”. Al mismo tiempo que se
producía una elevación de conciencia, su opuesto aparecía creando caos,
fanatismo e ignorancia.
El conocimiento, la
relación de los opuestos, la geometría sagrada, la proporción divina siguen latiendo
con fuerza en nuestros días; el resplandor del sol renace cada día dejándonos
oír la música de las esferas sí sabemos escuchar el silencio. Todos los grandes
seres humanos son esencia de estrellas que habitan en la bóveda celeste,
protegidos por la diosa Nut y nos embriagan el alma con su dulce néctar de sabiduría,
“conócete y ámate a ti mismo para que el universo te ayude, pero antes debes
ayudarte a ti mismo a comprender cuál es la relación entre tú yo y el cosmos,
donde todo es”.
En nuestro siglo XXI
seguimos luchando por ese renacer -Unidad, Libertad, Plenitud-. Educar para
sacar de la ignorancia al ser humano, mirar el pasado y sanarlo para crear el
futuro son retos que la humanidad tiene como objetivo. Para experimentar la
vida tenemos que coger el cayado y echarnos a caminar que no a andar; habrán
caminos estrechos y afilados vigilados
por las sombras del caos e ignorancia,
pero la antorcha de la sabiduría sigue encendida y su resplandor llega a todas
partes para iluminar el camino que conduce al conocimiento que se encuentra
donde habita la esencia de las estrellas: la bóveda celeste, las piedras, los lienzos,
los pergaminos, los bosques y nos sigue enviando su mensaje: “aprende a
reflexionar por ti mismo, hay que ser creadores y no imitadores”; como decía
Pitágoras: “Sé tú mismo y sé el universo”.
Rubén Darío, escribió el maravilloso poema “Ama tu ritmo” que describe la esencia del
universo.
Ama tu ritmo y ritma tus acciones
bajo su ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.
La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos,
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.
Escucha la retórica divina
del pájaro, del aire y la nocturna
irradiación geométrica adivina;
mata la indiferencia taciturna
y engarza perla y perla cristalina
en donde la verdad vuelca su urna.
El hombre es cuadrado y tierra.
El hombre es círculo y
universo.
(Pixabay. Dibujo de Leonardo da Vinci. Vitruvio)
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