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Ahimsa es vida

sábado, 7 de marzo de 2020

La Mujer y sus batallas


Cuánta tinta  y pintura se han derramado en el papel y en los lienzos recordando que la mujer siempre ha sido inspiración de fantasía, tanto para el mago bueno como para el malo, pues siempre ha sido musa como ser espléndido y como ser abominable.

La mujer y el hombre tienen diferencias en sus cuerpos, una de ellas es la capacidad de reproducción que tiene la mujer para que la humanidad siga existiendo. A través de los tiempos esta capacidad de reproducción ha hecho que la mujer fuera confinada a las funciones familiares, principalmente; con el tiempo y viendo que ese papel era insuficiente como ser humano, la mujer se fue movilizando para reclamar su derecho a la igualdad y al conocimiento.

Ha habido muchas mujeres heroicas que han defendido  con coraje y  valentía la vida y el conocimiento, cambiando el rumbo de la historia de la humanidad, una pequeñísima muestra la tenemos en  Hildegarda de Birgen (s.XI), Teano (s.VI a C.), Hipatia de Alejandría, (s. IV), Frida Kalho (s. XX), Teresa de Calculta (s. XX), Corrie ten Boom (s.XX) entre millones de mujeres. Durante muchos siglos la mujer ha dejado huellas que, aunque las han querido borrar, vuelven a la superficie trayendo mensajes de fuerza y entereza. En la actualidad hay mujeres heroicas de renombre y otras anónimas -científicas, pintoras, políticas, defensoras de derechos humanos, amas de casa, cantantes, empresarias, visionarias de la moda, revolucionarias…-, todas luchadoras por su verdad, por su libertad, por su vida e igualdad, siendo las voces de la esperanza en lugares donde solo se oyen ecos silenciosos de sufrimiento y sumisión, pues siguen existiendo países donde la libertad de la mujer es inexistente al ser objeto de posesión de  un varón, sin posibilidad de ser o existir por ella misma.

A  todas esas violaciones de los derechos humanos de la mujer, hay que añadir los crímenes por violencia de género que van en aumento en todos los países del mundo -¡triste realidad!-, donde el grito de igualdad y respeto queda ahogado con el último suspiro de la vida. La mujer sigue siendo un tema candente, palpitante y espinoso, incluso en países donde está aparentemente más considerada y respetada siguen habiendo diferencias en derechos y salarios pero no en obligaciones a las que se ve sometida,  teniendo que luchar mucho más que el hombre para demostrar su valía y capacidad. Su valor, coraje y confianza no tienen límites, su lucha es implacable, por eso es capaz de resurgir de las cenizas como el Fénix una y otra vez.

La mujer en sus batallas ha sido esclava, sanadora, guerrera, protectora de su familia, científica, filósofa, soberana, educadora, creadora... obteniendo grandes logros a costa de muchas lágrimas, pero su máximo prodigio es de ser portadora de la luz de otro ser humano, y para ello es necesario amar incondicionalmente, pues la humanidad depende de esa luz para existir.

A veces la mujer está enfadada por tantas injusticias pero no asustada pues tiene valor suficiente para caminar y luchar por el camino que le corresponde y pertenece. Su lucha es el reconocimiento de ser y existir,   por eso baila en libertad la danza sagrada de la vida, con pies descalzos al ritmo de los latidos de su fuerza y vestida con colores de luz, para no ser nunca más fragmentada.

   
                                      (Libro La Sabiduría de las palabras)

jueves, 27 de febrero de 2020

Una nueva conciencia social es necesaria

¿Es posible la paz sin justicia? ¿Es posible el progreso en la guerra? ¿Es posible vivir estando muertos? La respuesta a estas preguntas es ¡No!

Las calles de todas las ciudades del mundo están pavimentadas con historias vivientes de alegrías y penas, así es la vida; sin embargo, existen países cuyas calles son cunetas llenas de almas en pena recubiertas del polvo del olvido porque a algún individuo se le ocurrió la idea de destruir la vida de seres humanos inocentes.  Así pues, no puede haber paz en la injusticia, ambas van de la mano y son inseparables como el aire y la materia. No puede haber progreso en el barro de la miseria y desesperanza; no puede haber vida cuando se está muerto.

El denominador común para lograr el bienestar social es la paz —si hay paz, hay vida, hay sueños, hay esperanza, hay progreso—. Es obligación de todos luchar por esa nueva conciencia social. El bienestar se basa en que el ser humano esté bien, para ello debe desarrollar sus propios valores de respeto y dignidad y tener sus necesidades básicas cubiertas —vivienda, sanidad, trabajo, educación, cultura—.

Los conflictos creados por el ser humano a lo largo de la historia de la humanidad son aterradores: guerras, hambrunas, miserias y sus angustiosas consecuencias. La solución a la guerra no es las armas, la solución es que los dirigentes sean personas con valores humanos, que se respeten a sí mismos y respeten a los ciudadanos; no se puede gobernar para uno mismo ni para los privilegiados, se debe gobernar para todos los ciudadanos sin excepción. Todos tenemos el derecho de estar en la balanza del bienestar. 

Las acciones siempre tienen consecuencias. La crisis humanitaria en el mundo entero es atroz. Millones de seres humanos viven en un estado de desesperación tan profundo que para salir de él es necesario que emerja inmediatamente una nueva conciencia social. Conciencia que nos alimente el alma con respeto, justicia y libertad, conciencia que busque la luz de la paz.  Todo esto parece una utopía de palabras bonitas, sin embargo, no lo es, se puede realizar si tomamos consciencia de que la vida es un don sagrado, al que todos tenemos derecho y absolutamente nadie debería quitarlo.

Sin justicia, sin libertad, sin respeto, sin dignidad, sin paz, no hay vida, solo sufrimiento y dolor. La base de la conciencia social es respetar a todos los seres humanos y a la naturaleza. Como he dicho anteriormente, es vital tener cubiertas las necesidades básicas y respetar que somos diferentes. Cuando seamos responsables de nuestra vida y los gobernantes, sean personas humanas, dignas y respetuosas, germinará esa nueva conciencia social y traerá paz y justicia que tanta falta hace en nuestra historia del siglo XXI.

Para caminar los dos pies deben avanzar en la misma dirección.





("La naturaleza Sagrada del Ser Humano")

viernes, 21 de febrero de 2020

La huella de la lucha


"....Quiero ser libre de mi destino, que las líneas de mi mano me abran todos los caminos de este largo río…” (Tchicaya u Tam’si)

A través de los años miles de personas anónimas, escritores, políticos, científicos, artistas han dejado un legado de sabiduría, de fuerza, de coraje, de conocimiento para evitarnos el terrible dolor de la ignorancia y del fanatismo que ellos sufrieron. Su lucha sin tregua fue por la libertad, por el conocimiento, por el poder de elegir, por la vida donde el respeto fuese la base de la convivencia serena -sin colores y sin creencias-, solo viviendo como seres humanos con nuestras diferencias y complejidades.

Como en  el pasado, en la actualidad vivimos en un caos general -político, económico, moral, ético, humano-, pagando un precio muy alto, vivir sin vivir. Pero parece ser que a los seres humanos nos cuesta aprender de las vivencias y legados de otros; preferimos tener nuestras propias  experiencias y nuestro propio dolor en nuestra propia guerra; seguimos cometiendo las mismas barbaries que antaño, la guerra -cada vez más cruel- forma parte de nuestra historia cotidiana. El no aprender de nuestro pasado sigue causando destrozos humanos, sociales y éticos y si queremos salir de ese laberinto tan denso y doloroso no tendremos más opción que luchar por la libertad y el respeto de cada uno de nosotros, solo así podremos sentir paz para traer la paz.  

No podemos seguir escondiéndonos detrás de falsas hipocresías, de mentiras reconfortantes, de compromisos de humo, pues los hechos confirman que las palabras sin acción son un pozo de dolor.

La enfermad del siglo, según Gandhi es "El desprecio del hombre". Si no reflexionamos, si no nos ponemos en marcha contra ese caos y violencia, dentro de poco la venganza, el odio, el dolor será el alimento de nuestra alma cuyas consecuencias serán devastadoras. Las cicatrices en la piel del alma por odio e indiferencia son cicatrices que no se borran y la mayoría de las veces rompen la vida de las personas que las llevan.

Un proverbio indio-americano dice: "Todo hombre posee en su interior dos lobos que libran batalla: uno representa el amor y la gentileza; el otro representa el odio y el miedo. El vencedor es aquel al que alimentas".

Si buscamos la paz la encontraremos, si tenemos respeto lo daremos, si sentimos amor lo sentiremos. Si buscamos venganza la encontraremos, si sentimos odio lo viviremos, si sentimos desprecio lo sentiremos. A cada uno nos toca elegir y esa elección será nuestra huella.  
  

                                     (foto privada)

jueves, 30 de enero de 2020

El misterio de la vida y la alquimia


Misterio: “enigma de algo que es difícil de conocer”. Alquimia: “transmutación de la sombra densa en luz cristalina”.

La vida nos regala diariamente el aprendizaje para que dejemos de huir de las fantasías provocadas por el deseo y el miedo. La voz de la vida resuena como un trueno en los cañones del desierto cuyo eco nos hace vibrar para que seamos conscientes y capaces de descifrar el código del misterio de la vida - cada ser humano es algo más que un cuerpo biológico, existen emociones, pensamientos, sentimientos que definen a la persona, de ahí que el aprendizaje contenga dos vertientes, una interna y otra externa. A través de nuestras experiencias internas y externas creamos densos velos que tenemos que rasgar si queremos descifrar el código del misterio. Para rasgar dichos velos necesitamos  la alquimia que permite transmutar nuestras densas energías en luz cuando cambiamos de actitud. Este aprendizaje, como decían los antiguos sabios, implica el auto conocimiento.

El misterio de la vida nos invita a entrar de lleno en la experiencia de vivir para borrar el olvido de quienes somos. El olvido nos hace dar vueltas y vueltas para llegar a ninguna parte, pero muchas veces vemos destellos de colores que forman un mosaico de opciones y oportunidades y sentimos la fuerza para salir de ese paréntesis que nos tiene atrapados en su propia trampa,  intentando vivir escenarios que no nos corresponden o que son ficticios, no queremos oír nuestras emociones, no queremos transformar nuestros pensamientos  ni acciones; vivimos con la baja estima de víctimas, nos autocompadecemos generando violencia y frustración, pero el regalo de la vida nos ofrece chispas de lucidez para comprender que debemos aprender. Tenemos el poder de elegir.  

Mientras más vueltas damos por el laberinto de la vida más nos sentimos impotentes, confundidos y frustrados lo que genera agresividad porque estamos asustados y tenemos miedo. ¿Puede el amor y la alegría vivir bajo el velo de la pesadumbre donde no hay luna ni estrellas? No puede, el amor es luz y necesita alimentarse de rayos de alegría, serenidad y confianza que son la esencia del alma.

La encrucijada nos hace sentir vacíos pues las calles son espejismos fantasmagóricos creados por nuestras decisiones –algunas acertadas y otras equivocadas-. Hemos olvidado que somos guerreros durante esta aventura de nuestra vida; los guerreros aprenden a dejar atrás los miedos para adentrarse en el universo de la verdad y de la dicha, de la vida y del renacimiento. Los guerreros con su grito de valor y de silencio crean estrellas brillantes en la noche de luna llena rasgando el velo del dolor.

No hay nada más motivador que descubrir el desafío  del misterio de la vida. Nuestra voz debe dejar de sonar como una rueda sobre guijarros en una calle de piedras para empezar a sonar como el agua cristalina del río que se mueve sin cesar buscando el océano. Elevando nuestra conciencia entramos en esa dimensión donde el sol presta su oro a las dunas de la sabiduría  y vemos como la luz desplaza a la sombra señalando el camino al caminante sediento de verdad.

Debemos escuchar la voz del silencio del alma para que nos alumbre como estrellas solares cuyos rayos destruyen  esos sombríos escenarios, pues nos dice qué códigos podemos utilizar para cambiar nuestra vida: “La paz  es el antídoto a la violencia de cualquier género, el amor es el bálsamo que cura nuestra existencia, la sabiduría es el lenguaje oculto de la vida, la verdad nos conduce a desentrañar los misterios del infinito azul y la luz es el alimento de la esencia del alma de la creación que todos llevamos en el corazón”.

Si nos aventuramos en ese desafío de desentrañar el misterio de la vida y de la alquimia, estoy segura de que el agradecimiento sería el denominador común de nuestras vidas, no daríamos por hecho nuestro día a día sino que  cada día que pasa lo consideraríamos como un regalo lo que haría que nuestra actitud y comportamiento cambiaría para crear un lugar mejor donde vivir las nuevas oportunidades.

El misterio de la vida nos empuja a descifrarlo, a investigar y a adentremos en el universo profundo del amor -fuego dorado, esencia divina del alma-, uniendo nuestros pasos a los suyos podemos descubrir sus códigos que están grabados a fuego en nuestro corazón,  por esta razón es vital conocerse a sí mismo.

La felicidad, la salud, el bienestar lo podemos obtener si abrimos nuestros corazones y somos agradecidos a la esencia del misterio de la vida, la clave está en la alquimia.
  

                                         (foto privada)

lunes, 20 de enero de 2020

La soledad y los derechos humanos


Como decía Mahatma Gandhi: “La persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con el mundo entero”.

¡Oímos el repicar de las campanas pero no queremos oír su mensaje: “La Humanidad está sufriendo -confusión, trastornos, conflictos, pérdida de valores humanos, guerras frías entre países para dar “jaque mate”-; no solo sufre la humanidad sino el planeta, trayendo graves consecuencias para todos sus habitantes -cambio climático con secuelas de sequía, hambruna, desbordamientos de ríos, devastación, éxodo de miles de seres vivos…-. Es hora de que las razas, las religiones, las culturas vivan en paz y en armonía, respetando y apreciando sus singularidades para aprender todos de todos. El amor creador nos concede a todos la libertad de ser, de crear y de existir”. Seamos grandes de espíritu y abramos nuestra mente y corazón para escuchar la voz del planeta y de la humanidad.

Todos somos marionetas articuladas  movidas por señoras y señores que controlan el poder político, social, financiero, religioso... Los responsables de esta actual catástrofe planetaria somos seres humanos y entre todos ellos estamos tú y yo. No podemos permitir  perder más tiempo entre diálogos sin compromisos ni acuerdos; el tiempo no se posee ni se compra, el tiempo es efímero y cada segundo que pasa no vuelve y las situaciones empeoran si no se han tomado acuerdos y compromisos para solucionarlos.

¿Dónde estoy yo y mis derechos? Se preguntan miles de personas que sufren en sus carnes ese caos de miserias, injusticias, violaciones, violencias… La persona que sufre está sumida en un pozo oscuro y húmedo de dudas y miedos que la devoran interiormente, pues no comprende lo que pasa ni por qué los países lo toleran. No es fácil asumir ese sufrimiento -a nivel personal o social-. No podemos dejar de luchar para traer esperanza y crear un mañana mejor a esos corazones agarrotados por el sufrimiento. Se pierde mucho tiempo en discursos y en disputas sin llegar a un acuerdo porque nadie escucha a nadie, solo interesa acumular más poder. Muchas decisiones dependen de gobernantes y líderes de países que controlan los derechos humanos básicos  como la libertad y el respeto, guardados entre barrotes o bajo un mar congelado.

La respuesta a la pregunta ¿dónde estoy yo y mis derechos?, vendrá cuando haya un diálogo verdadero, cuando estemos dispuestos a cambiar y cuando todos podamos trabajar para un mejor bienestar comprendiendo que la Humanidad es unión y no división. Las personas que sufren persecución, maltrato, violencia, éxodo viven sin esperanza y esto trae la enfermedad de la tristeza y si no se cura la esencia de ese dolor puede generar, en un futuro próximo, en venganza y fanatismo creando más daño y sufrimiento por la incomprensión y el abandono.

Es urgente que seamos conscientes del sufrimiento ajeno y luchemos para que los que tienen en sus manos el poder de decisión cumplan sus compromisos de lucha por un bienestar común. Es la hora del cambio, de tomar consciencia y de empezar a escuchar el mensaje que nos trae el repique de campanas y buscar soluciones verdaderas. Hay que ser activos y dejar de ser pasivos. Todos somos responsables de nosotros mismos y de nuestra familia, amigos, colegas, barrio, comunidad, ciudad, nación..., en definitiva, somos responsables del  planeta y la humanidad.

Víctor Hugo decía: “No hay mayor sufrimiento que la soledad”. Hay millones de personas que se sienten solas, aisladas de sus derechos, de sus países, familias, incluso de su propio ser porque sienten que ya no existen, pues han dejado de ser ellos mismos. La soledad impuesta debilita los corazones y la mente de las personas y se combate con generosidad,  fuerza y valentía para generar momentos positivos de alegría, solidaridad y entusiasmo. Recordemos que los hechos mueven al mundo no las palabras.

La soledad impuesta quiebra los derechos humanos y la fortaleza de la persona, nadie ha elegido morir entre bombas y bajo los escombros, familias que han perdido todo pues el amor y la vida han saltado por los aires por una mina o un misil… En el planeta existe un lugar para cada uno de nosotros si  reforzamos los lazos sociales y culturales, sin imposición solo aceptación de las diferencias, así debemos luchar para acabar con ese sinsentido  llamado  guerra. 

Es hora de que todos juntos luchemos por un mandamiento superior que establezca que cada ser humano es un tesoro al que hay que proteger con justicia, respeto, igualdad y  libertad.  

La soledad impuesta es desgarradora y nos enferma de tristeza. La esperanza es el alimento del alma para seguir avanzando. Solo la convivencia pacífica entre culturas, aceptando las diferencias y compartiendo nuestra generosidad y solidaridad podremos unir a la Humanidad.

Nuestros deseos de hoy serán nuestras realidades de mañana.

                                  (foto privada)

jueves, 16 de enero de 2020

La Voz es nuestra voz


Una orquesta sin músicos ni instrumentos tocaba una sinfonía de acordes armoniosos que procedía de la Voz de la brisa mientras acariciaba mi piel y  la superficie del mar. Los acordes me trajeron bonitas historias de personas que habían transitado y transitan por diferentes y mágicos caminos iluminados por las estrellas. La Voz me dijo: “Sé cómo el pájaro que bebe en la escarcha sin preguntarse por qué el rocío se ha congelado. Sigue adelante, camina recto y da pasos cortos y firmes. No formes parte de esa gente perdida que gira y gira en el laberinto de nubarrones de dudas e incertidumbres porque viven proyectados en un futuro irreal que lleva a ninguna parte; no olvides que la salida del laberinto es el presente y se forma con las decisiones que  ayer se tomaron”.  

Caminaba por la arena y reflexionaba sobre esas palabras tan certeras mientras oía una bonita canción que la brisa cantaba: “Dios es éxtasis y alegría, qué hermosa es la obra divina en su belleza y armonía, regalando vida a cada instante, haciéndonos sentir cálidos  momentos de serenidad mientras sentimos cosquilleos de felicidad”, al mismo tiempo veía como las olas creaban imágenes que se entrelazaban y danzaban,  lanzando al viento sus historias y oía la risa de esas siluetas que me miraban sonrientes. Mientras oía esa melodía tan pegadiza, pensaba: “Las palabras crean y construyen nuestros deseos o sabotean nuestros esfuerzos debilitándonos y confundiéndonos, para perdemos esos pequeños e inolvidables momentos”.

Muchos de nosotros nos preguntamos a lo largo de los días: ¿hacia dónde voy?, ¿cuál es mi destino?, ¿cómo debo actuar ante esta situación?, y un sinfín de otras preguntas cuyas respuestas no encontramos porque no sabemos escuchar ni ver las señales que nos envía nuestra alma.

Cuando las respuestas llegan sentimos esa suave alegría y oímos el canto de la brisa y las risas de alegría de esas memorias que nos envían señales para decirnos que no estamos solos, que las apariencias engañan.  

Estamos tan cómodos en nuestro pequeño mundo del sofá que no nos damos cuenta de que a veces  caminamos sobre un arco iris que nos lleva hacia el mundo de la alegría y de la serenidad, pero enseguida regresamos a nuestra rutina y confort pues pensamos que no somos dignos de esa alegría pues algo va a pasar, lo que nos hace regresar a ese ritmo plano porque el corazón ha dejado de golpear.

No podemos subestimar la fuerza de nuestros pensamientos, palabras o acciones; todo tiene repercusión en positivo o en negativo, haciéndonos vivir una realidad u otra dependiendo de nuestras decisiones, pero tenemos un regalo divino que es el libre albedrío y podemos elegir, cambiar o anular lo que hemos creado en bien o en mal, de ahí nuestra responsabilidad sobre nuestra vida –caminar por el arco iris de colores o bien caminar por el oscuro sendero donde la gente se pierde porque no hay vida-.

Cuando caminamos por el arco iris vemos la vida en colores, sentimos alegría y serenidad y, al mismo tiempo, coraje y valentía para enfrentarnos a los miedos de los oscuros senderos. El arco iris nos muestra la luz que hay dentro de esa oscuridad y nos guía hacia nuestro destino si se lo permitimos. Esa luz es realidad  y vida y es más real que la vida misma.

No podemos olvidar que las estrellas alumbran a los que viajan con pasos lentos y firmes por los diversos caminos de la vida. Ellos han cambiado su actitud tomando decisiones –certeras o equivocadas- y ahora cabalgan con la brisa por un camino donde los ecos de las lamentaciones han sido reemplazados por una sinfonía de mil acordes y colores.

Las palabras elegidas construyen nuestra vida con sueños y amores o bien sabotean nuestra vida con apatía y dolores, la decisión nos pertenece.

Hay que aprender a interpretar las señales que la Voz nos envía para reaccionar, vapulear y mejorar la vida.


                                          (foto privada)